¿Nos estamos adentrando en un mundo nuevo? ¿Veíamos venir todo esto?

Desde los años 80, en las aulas de colegios e institutos de EGB y Bachillerato, el profesorado de Ciencias naturales ya explicaba el comportamiento del planeta Tierra y la relación de la especie humana con él. Ya se presumía que las cosas no iban bien y que no iba a ser fácil el siglo XXI. Conocíamos el paso fugaz de tantas especies, especialmente lo ocurrido con los dinosaurios. Insistíamos en las cualidades del medio ambiente como indispensables para la vida, bien que cambiantes a su ritmo natural. Niveles de oxígeno y dióxido de carbono, salinidad de las aguas, temperatura, etcétera. Todos entendíamos que, siguiendo a Darwin, la supervivencia es sólo posible para los mejor adaptados a los cambios. No escurríamos el bulto a la hora de responsabilizar a los humanos y sus prácticas contra natura del probable deterioro del planeta.

Ahora, 40 años después, ¿qué podemos decir? Cada uno de nosotros, ayudados o no por la sociedad que creamos y mantenemos, hemos de afrontar, aceptar y ocupar nuestro tiempo en una correcta adaptación a los cambios. El referente de generaciones anteriores ya no nos resulta útil. Todos estamos dando la espalda a la naturaleza. Pero pienso que un acelerón inesperado nos amenaza. Ya no serán sólo las futuras generaciones las que sufrirán las consecuencias de nuestro irresponsable proceder. Los cambios ya nos afectan a todos. ¿Estamos dispuestos a adaptarnos a ellos? ¿Cómo hacerlo?

Analicemos. Para defendernos del frío: más calefacción; si es central y se paga entre todos. Para luchar contra las olas de calor: aire acondicionado. Para disponer de libertad de movimientos: coche particular, eléctrico. Para escapadas de desahogo, contra el estrés y la rutina: segunda vivienda en el monte o en la playa y viajes, muchos viajes. La movilidad se asocia al progreso. ¿Es justo, es razonable, seguir este guión? Podríamos tolerarlo si los desperfectos los pagáramos quienes los ocasionamos. No es el caso.

Empeora la situación ver la adaptación que manifiestan algunos políticos y gestores con el uso continuo de ciertos conceptos en sus discursos. Abusan de términos robados a la ecología: ecosistema, sostenibilidad, eficiencia… Han abandonado otros como sobreexplotación, parasitismo, obras faraónicas, consumo desmedido… Mientras tanto las brechas de desigualdad se agrandan. Expertos en estudios sociológicos hablan de ricos y pobres en todos los países del mundo.

Y aún hay quien entiende la libertad como el ejercicio del derecho a la energía, al agua, al ecoturismo, al ocio saludable… Ocupamos las zonas verdes con parques eólicos, parques solares, canales de riego y vías de trenes de alta velocidad. Las fotos aéreas ya nos mostraban hace décadas que, por ejemplo, en la Cataluña soñada, pesadilla para muchos, las zonas urbanas invadían a las verdes. Hoy los drones nos muestran imágenes agónicas: las urbanizaciones, las carreteras, el cemento y el asfalto rodean a las zonas verdes. Es la naturaleza invertida.

¿Qué hacer? Dirijamos una mirada corta y profunda al entorno más próximo. Actuemos en el día a día. Sugiero como ejemplo práctico la urgente necesidad de un cambio adaptativo para la supervivencia, sobre todo en las ciudades: reaprender a circular como peatones, como patinadores, como ciclistas. Por el bien de todos. La atención primaria sanitaria no está para bromas. Las guerras más cercanas, la hambruna, la sequía, nos traen creciente número de inmigrantes, muchos de ellos MENAs. Necesitan nuestra sanidad y educación. Los necesitamos para trabajar y contribuir a la seguridad social.

Releo y siento que esta vez no ha sido música celestial, ni gracioso, lo que dejo escrito. Los acuerdos para el gobierno no pueden esperar más. La inclusión de todo el espectro político no parece alcanzable. “De la necesidad virtud”, ha dicho el presidente en funciones. Pedro Sánchez está intentándolo. Sus cambios adaptativos son evidentes. Un escándalo para muchos. ¿Se puede contentar a quienes no desean ser contentados? ¿Se pueden entender los cambios adaptativos de PNV, EH Bildu, ERC y JuntsperCat? ¿Este sueño de una noche de otoño no debería ser parado en seco por los parlamentarios de Podemos? Tal vez no sea descabellado reabrir las urnas el 14 de enero de 2024.

El autor es profesor jubilado