Lo tienen difícil los defensores de la jornada continua para justificar por qué deciden desoír a la OCDE cuando esta insta a España a dejar atrás la jornada continua porque genera desigualdad. Algunos dicen que el informe sólo hace referencia al fracaso escolar, y que eso es cosa de secundaria, como si el fracaso escolar no se fraguara en los primeros años, tan decisivos o más en el desarrollo de las personas como el resto de etapas. Otros, en este mismo periódico, dicen que ‘esta desigualdad se podría paliar con más ayudas a las familias desfavorecidas, más personal y más medios’. Las desigualdades estructurales no se solucionan con ayudas a los desfavorecidos, pues eso no ataca la raíz del problema. La financiación, además, es la que es, y la necesitamos para reducir ratios, conseguir el bienestar de los docentes y dotar a las escuelas de recursos para que nuestros hijos, todos por igual, puedan aprender y disfrutar al mismo tiempo, todos los días, mañana y tarde, igual que lo hacíamos nosotros. Las desigualdades se reducen minimizando las diferencias en el día a día de los más pequeños, segregando menos, integrando más. Se reducen consiguiendo que, independientemente de los recursos de las familias 1) la brecha público-concertada se acorte, 2) el acceso a tiempo extra-curricular de calidad sea el mismo para todos, 3) la calidad de lo que comen sea la misma, 4) el cuándo comen sea apropiado en todos los casos, esto es, alrededor de las 13:00 y lejos de las 15.00, 5) la formación en idiomas y la inmersión lingüística tengan su espacio y sean de calidad, sin necesidad de recurrir a extraescolares, 6) la necesidad de llevar a casa deberes sea la menor posible 7) la interacción y posibilidad de socialización sea la misma y lo más alta posible, a la salida de clase, sin prisas y 8) el tiempo de riesgo fuera del aula en mala compañía sea el mismo, y el menor posible en todo caso. Todo eso se consigue con jornadas menos compactadas, como la partida o la jornada a tiempo completo, que igualan a los niños independientemente de quienes son sus referentes fuera de la escuela. Todo eso se pierde con la jornada continua, que discrimina y segrega en función de las posibilidades de cada familia, y pone trabas a los más vulnerables para que se formen en igualdad de oportunidades.

Llama la atención sobremanera que el foco de las reclamaciones de los defensores de la continua sea conseguir la mayoría simple en lugar de la cualificada para el cambio de jornada. Es como si no quisieran aceptar que la implementación de la jornada continua fue un experimento, por cierto nada meditado, que en la mayor parte de los colegios surgió por una necesidad sobrevenida, como fue la COVID-19. Como tal, al igual que pasa con los ensayos clínicos, el experimento hay que ejecutarlo, evaluarlo, y sólo si es eficaz, implementarlo. Es obvio que para Educación no hay datos que sustenten esa eficacia, y no quieren que ese legado en Navarra lleve su firma. Y por eso vuelven al punto de partida, que es a donde se vuelve cuando un experimento no ha demostrado la eficacia esperada. En lo que no ha acertado tanto Educación es en dejarnos volver a votar sin más reflexión pedagógica que la que hubo en 2021. Parece que no se atreven a enfrentarse a todos los sindicatos y buena parte del profesorado, y por eso han preferido pasarnos la patata caliente y que seamos nosotros quienes decidamos, que es mucho más cómodo para ellos, y eso sí que es criticable.

Todavía llama más la atención que sindicatos y defensores de la continua no hablen de evidencia científica. De hecho, tratan de pasar de puntillas, atajando la cuestión con frases como ‘La continua tiene ventajas sobre la partida en diversas cuestiones y la partida seguro que las tiene sobre la continua en otras tantas’. ¿Y ya está? ¿De verdad es suficiente? ¿Podemos votar sin saber hacia dónde se decanta la balanza? A mí me encantaría que desde Educación, ya que han decidido que tenemos que votar, nos informen de toda la evidencia que existe, de forma objetiva y resumida, para que quienes votemos, lo hagamos de forma informada. El Consejo Escolar organizó unas Jornadas con expertos para que expusieran sus reflexiones desde varios puntos de vista (social, de salud y académico), e incluso recogieron lo dicho allí en una monografía que es accesible para todos en su página web. Pero mucho me temo que la mayor parte de familias y sindicatos no lo han leído, pues son más de 100 páginas y además, nadie en los colegios nos ha hablado de ello. Desde aquí sugiero a Educación, consejo escolar o a quien corresponda, que hagan llegar a los colegios ese material, a poder ser resumido, y que insten a los colegios a organizar sesiones informativas y/o enviar ese material a las familias. Educación tiene la obligación de que no ocurra lo que ocurrió en el año 2021, que los colegios informaron de forma nada objetiva, con un sesgo de información poco compatible con la evidencia científica y muy compatible con que los profesores y encargados de informarnos sean los mayores beneficiarios de la continua. Hacer más accesible ese informe, generado de forma objetiva y con expertos en el tema, permitirá una toma de decisiones informada cuando vayamos a votar, y eso dará más validez a los resultados.