Es de todos conocido que Laboral Kutxa es una entidad muy singular. Su capital se reparte en su 80% entre las cooperativas socias y los profesionales de la entidad, en activo o jubilados.

Es fruto de la visión a largo plazo y la capacidad innovadora de Arizmendiarrieta, que la puso en marcha en el año 1960 a pesar del rechazo frontal de sus colaboradores más cercanos de promover un banco propio.

Fue precisamente uno de ellos, Alfonso Gorroñogoitia quién asumió la presidencia de la entidad desde sus inicios hasta su jubilación, en 1989. Dicha etapa se caracterizó por el apoyo a la creación de empresas cooperativas, tanto a través de generosos créditos a los nuevos proyectos empresariales como por medio de una división empresarial, que prestaba servicios de asesoramiento a las cooperativas.

La entidad se nutrió entonces de personas con fuertes convicciones sociales, muchas de ellos líderes en sus respectivas localidades, en ocasiones con escaso bagaje profesional, pero con una alta calidad humana.

Es en esa etapa cuando la entidad asume el liderazgo en el apoyo a numerosos proyectos relacionados con la lengua y cultura vasca,

Sin embargo, en la segunda mitad de los años 80 se producen dos circunstancias externas que exigen unos cambios relevantes: la supervisión de las cooperativas de crédito pasa del Ministerio de Trabajo al Banco de España y, por otro, el Estado español se incorpora a la Unión Europea con la consiguiente apertura del mercado a la competencia extranjera. Ambos factores hacen inviable el sistema de creación de nuevas cooperativas, así como el modelo de relación de la Caja con las mismas.

Gorroñogoitia es relevado a su jubilación en la presidencia en 1989 por Juan Mari Otaegi, probablemente la persona más influyente en el diseño de Mondragón Corporación Cooperativa, MCC, que sustituye a la entidad financiera en el liderazgo de los negocios empresariales de la Experiencia y, por otro lado, posibilita que Laboral Kutxa formule un proyecto empresarial propio y no subordinado al grupo, al que le traslada, en cualquier caso, un porcentaje significativo de sus beneficios anuales para apoyar el proyecto global.

Coincide, en el exterior, con el final del status quo bancario, que abre una nueva etapa de verdadera competencia entre entidades financieras, en la que la entidad apuesta por un importante esfuerzo de profesionalización de sus socios y por estar en el pelotón de cabeza de las innovaciones bancarias.

Los crecimientos del negocio y de los resultados fueron muy importantes, sin ser desaforados, lo que le permitió abordar la siguiente etapa de crisis del sector financiero a nivel mundial, desde una posición de cierta ventaja comparativa.

Coincide en nuestro caso con el cambio en la presidencia de la entidad, a la que llega Txomin García, procedente de una división industrial y que se apoya en los profesionales de la casa para gestionar la que probablemente ha sido la etapa más difícil para el sector financiero en muchas décadas, lo que no es obstáculo para alcanzar unas envidiables ratios de liquidez y solvencia.

A destacar en este período la realista y serena gestión de la crisis de Fagor Electrodomésticos en lo a que la Caja de concernía, el modélico proceso de fusión con Ipar Kutxa, la brillante incorporación del negocio de Seguros Lagun Aro a la red bancaria (que permite una aportación cercana al 30 % de los resultados de la Caja) y el esfuerzo tecnológico relativo a la digitalización de los procesos internos que poco tiene que envidiar al realizado por otras entidades con presupuestos muy superiores.

El paso al Banco Central Europeo como organismo supervisor de la Caja, derivado de una dimensión próxima a alcanzar por la misma, y el nombramiento para la presidencia de Adolfo Plaza , con una larga y cualificada trayectoria profesional en la entidad, van a marcar una nueva etapa, que Laboral Kutxa inicia desde una posición de fortaleza indiscutible.

Lo hace, desde otro punto de vista, en un momento en el que las entidades bancarias (así como sus dirigentes, por unas remuneraciones difíciles de justificar por su desempeño) están pasando una nueva crisis de reputación.

Sería, por tanto, una oportunidad para que la entidad, con el liderazgo de Egibar como máximo ejecutivo y Plaza como presidente, en el ámbito institucional, renueve su proyecto socio-empresarial inspirándose en sus valores fundacionales: preocupación por contribuir a resolver los problemas de las personas y la comunidad, empezando por el apoyo a la promoción de empresas más humanas, que permitan el desarrollo de las capacidades de las personas que en ellas trabajan y ofrezcan un mejor equilibrio entre propietarios, directivos y trabajadores en el reparto de la riqueza que se crea. Así como un compromiso con unos estándares éticos diferenciales en las relaciones con sus clientes, a los que se comprometa públicamente. Y que, por otro lado, contribuya también a la posible (¿y necesaria?) reformulación del proyecto corporativo, en el marco de la próxima renovación de su liderazgo.

Reformulando, por su parte, el propósito que justificó su nacimiento, tal como está difundiendo en estas fechas, con la meta, en definitiva, de ser la mejor entidad financiera vasca para sus clientes, sus socios y la comunidad en la que se inserta.

El autor es presidente de la Fundación Arizmendiarrieta y socio colaborador de Laboral Kutxa