La ciudadanía navarra está cada vez más preocupada por la salud del medio ambiente, como lo demuestra el reciente Ecobarómetro de Opinión Pública del Parlamento de Navarra de 2023, donde el 74,6% de las personas entrevistadas así lo manifestaron. Y dentro de esa preocupación está el rechazo frontal a la tala del arbolado por parte de las instituciones. No le faltan razones a la sociedad para estar preocupada, ya que según la ONU, la deforestación arrasa al año a nivel planetario una superficie mayor que Portugal. Esa práctica, junto con la agricultura y otros cambios en el uso de la tierra, son responsables del 25% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

Los bosques navarros que nos aportan grandes servicios ambientales son objeto últimamente de gran presión para la obtención de biomasa para generar energía en centrales de calefacción y también valor económico. Supuestamente bajo el paraguas de energía limpia, renovable y sostenible.

De lo que no se habla es de que la combustión genera gases contaminantes y partículas finas que contribuyen a la contaminación del aire, con importantes impactos en la salud humana y en el medio ambiente. También emite CO2 por el uso de energía en su transformación y transporte. Tampoco se habla de que los árboles talados e incinerados dejan de hacer su importante función en como sumideros de gases de efecto invernadero, además de otros servicios ambientales.

Históricamente la gestión de los bosques ha servido para aportar recursos económicos a los ayuntamientos y ahora como suministro a las papeleras, que es lo mismo. Así cuando se necesitaba hacer obras e infraestructuras se recurría a las talas. Esa práctica donde se priorizaba lo económico no debería estar vigente en determinadas zonas.

En la Zona Media y Ribera de Navarra, los pinares tipo Carrasco tienen muy mala prensa. Ahora sabemos que son nativos de la Cuenca del Ebro. Esto se confirmó a través de pruebas paleobotánicas y antracológicas que abarcan miles de años, según Josu Aranbarri, profesor del Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología de la UPV.

Conocemos planes de gestión nefastos llevados a cabo en esas zonas, con talas que han contribuido a la desertización de ciertos enclaves con suelos pobres y afectando a la avifauna. Actuaciones controvertidas fueron la destrucción de los valores naturales y paisajísticos del Barranco de Barcelosa y de las planas de Santa Ana y Canrraso de Tudela y las talas en Fitero y en la ZEC de Ablitas. También las talas –muy criticadas por los colectivos ecologistas– realizadas por el Consorcio Eder y Bardenas en 1.460 hectáreas terrenos comunales de “plantaciones artificiales de pino Carrasco”, en 18 localidades riberas.

Gracias a la tenacidad de siete grupos ecologistas, se han salvado momentáneamente los Pinares de Lerín de una gestión descabellada que Gestión Forestal del Gobierno ya había autorizado. Ahora nos encontramos con recientes talas indiscriminadas e injustificables en la Sierra de Gabizgordo en Allo, donde han sido talados con maquinaria pesada, miles de pinos Carrasco, dejando desprotegido el suelo y haciendo imposible la regeneración de la especie por las sequías que nos amenazan. Todo un destrozo que alguien debería responder. Pedimos a Gestión Forestal del Gobierno de Navarra que, en vez de permitir con tanta diligencia la dudosa gestión las talas, se preocupe de reforestar espacios en proceso de desertización avanzado, como son entre otros los Valles de Urraul Alto y Bajo.

No se trata de eliminar la correcta gestión de los bosques, sino de que se tenga en cuenta –cosa que no se hace– que los cambios climáticos actuales y futuros con el aumento de las temperaturas, la reducción de la pluviometría y las lluvias torrenciales puntuales están influyendo severamente en el desarrollo de los bosques y sus suelos con amenaza de desertización.

Una gestión forestal adecuada –no como la actual– con soporte legislativo apropiado al momento que nos toca vivir, es una exigencia prioritaria para la defensa de los entornos arbolados. Creemos que el Parlamento de Navarra debería actualizar las diferentes legislaciones y normativas que inciden en la gestión de los bosques navarros que datan de los años 90. Por desgracia han cambiado a peor muchos aspectos que esas normativas desfasadas no contemplan, empezando por el Plan Forestal de Navarra y su Agenda Forestal, que priorizan lo económico por encima de lo ambiental.

Como nos advierte la Agencia Europea de Medio Ambiente, “Europa y en especial el sur de la misma se calienta el doble de rápido que la media mundial… y nos enfrentamos a riesgos climáticos urgentes que aumentan más rápido de lo que crece nuestro grado de preparación como sociedad”.

El autor es miembro de Lurra