Un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) publicado el pasado lunes señala que el ozono troposférico (O3) es el principal agente relacionado con la contaminación atmosférica causante de la mortalidad prematura en Europa, y muestra que la mayor parte de esta sustancia proviene de fuera del continente.

Acerca del ozono hay que hacer una serie de consideraciones. En primer lugar, el ozono troposférico (O3) o malo –por diferenciarlo del de la estratosfera, que protege el planeta– es un contaminante muy complejo que no es generado directamente por el ser humano: se forma en la baja atmósfera por la radiación solar combinada con otros contaminantes –denominados precursores– emitidos por el transporte –en especial los vehículos diésel–, las grandes centrales termoeléctricas y determinadas actividades industriales.

En segundo lugar, habría que decir que el ozono (O3) no entiende de fronteras. Es un gas que viaja kilómetros arrastrado por el viento y dispara las mediciones en zonas alejadas de donde se originó.

Sus efectos sobre la salud dependen de su nivel de concentración. A partir de 180 microgramos por metro cúbico (el nivel de información), ciertas personas –especialmente las asmáticas y las que tienen problemas respiratorios– podrían ver aumentadas sus dolencias.

Seis de cada diez muertes prematuras en el Estado español atribuibles a la concentración de ozono troposférico (03) en el aire se deben a ozono importado desde países de fuera del ámbito de Europa (EEUU o Asia), mientras que el 14% de la mortalidad es causa de fuentes de ozono locales o nacionales, un 12% de la de otros países europeos y un 11% por el transporte marítimo, según detalla un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y el Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS), el primero que cuantifica el impacto del O3 importado (no nacional) en la mortalidad.

La exposición a los niveles actuales de ozono troposférico (O3) en Europa –causado por la contaminación atmosférica– es una de las principales causas de mortalidad prematura, especialmente en verano debido a que agrava enfermedades respiratorias cardiovasculares y es un causante del cáncer de pulmón.

El equipo investigador acaba de presentar los resultados, publicados en Nature Medicine, después de cuantificar las contribuciones tanto nacionales como importadas del O3 en relación con la mortalidad en 35 países europeos entre 2015 y 2017, abarcando 813 regiones y alrededor de 530 millones de personas.

El estudio ha revelado que el O3 importado contribuye al 88,3% de todas las muertes atribuibles a este contaminante. La mayor parte de este O3 transfronterizo provino de fuera del área de estudio, lo que representa el 56,7% de la mortalidad atribuible total. En el caso español, el contaminante que viene de fuera de Europa alcanza un peso en la mortalidad del 59,5%. El O3 importado de los otros 34 países europeos también tiene un efecto significativo en la mortalidad, representando el 20,9% en el conjunto del estudio, y baja al 12,1% en el caso español, debido a su situación geográfica y el efecto de los vientos.

“Los efectos sobre la salud del O3, y de cualquier contaminante atmosférico en general, distan mucho de ser una cuestión local”, afirma Hicham Achebak, investigador de ISGlobal y primer autor del estudio. “Este hecho subraya la necesidad de acciones coordinadas a escala local, continental y global por parte de todos los países para reducir las concentraciones de O3 y su impacto en la salud”, añade.

Las mayores cargas de mortalidad se estimaron en los países más poblados (Alemania, Italia, Francia, Reino Unido, España y Polonia), mientras que las tasas de mortalidad más elevadas se registraron en los países del sudeste (Bulgaria, Serbia, Croacia, Hungría, Grecia y Rumanía).

Los países más industrializados de Europa fueron los principales contribuyentes a la mortalidad atribuible al O3 transfronterizo, especialmente Francia, con un número estimado de 4.003 muertes entre 2015 y 2017, y Alemania, con 3.260 muertes. El O3 procedente de Francia, por ejemplo, tuvo un impacto significativo en países vecinos como Luxemburgo (32,3% de las muertes atribuibles al O3), Suiza (29,3%), Bélgica (24,4%) o España (16,8%).

El estudio subraya la necesidad de cuantificar de manera sistemática las contribuciones nacionales, comunitarias y extracomunitarias de los niveles de contaminación atmosférica.

El investigador de ISGlobal y coautor del estudio, Joan Ballester, afirma que hasta ahora los esfuerzos de mitigación se habían centrado en las escalas nacional y regional, “careciendo de una evaluación exhaustiva y transfronteriza de los efectos sobre la salud asociados”.

En el caso de Navarra, el Plan de Mejora de la Calidad del Aire por Ozono ya señalaba que en el 83% de las ocasiones los aportes alóctonos eran esenciales para generar una superación del valor objetivo, y que con actuaciones a escala local no se podría intervenir más que en la reducción del 10% de la concentración.

Esto es una muestra más de la importancia que tiene el ozono como contaminante transfronterizo, y de lo relevante que es establecer actuaciones de reducción de precursores que lleven a un beneficio global de reducción, y que aunque la ley obliga a elaborar planes de mejora de calidad del aire contra el ozono a nivel autonómico, como es el caso de Navarra, sirven de poco si no se actúa coordinadamente a escala nacional y supranacional.

El Gobierno de Navarra fue obligado a elaborar el Plan de Mejora de calidad del aire, al igual que otras doce comunidades autónomas, para antes de final de 2022, tras la sentencia del TSJN por una demanda de Ecologistas en Acción.

*El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente