Con sorpresa he leído la carta de Dña. Miren Ibarrola publicada en su periódico el lunes 10 de junio. Comienza emitiendo un juicio de valor, creo desde el desconocimiento, por lo menos en nuestra diócesis, cuando dice “marginadas, minusvaloradas, silenciadas y manipuladas por la jerarquía eclesial. La vida contemplativa relegada a claustros silentes y sumisos”, luego le da una orden contundente al Arzobispo de Pamplona y Tudela “¡Don Florencio: haga el favor de integrarlas en el Consejo Pastoral Diocesano!”. Veo el amor que tiene a la Vida Contemplativa de nuestra diócesis, lo cual le agradezco. Su carta es todo un alegato en favor de la vida contemplativa, entiendo que en general, y también de nuestra diócesis. Pero creo que su carta denota una falta de información de nuestra diócesis.

Me gustaría compartir una realidad a la Sra. Miren Ibarrola sobre la relación de la vida contemplativa con el Sr. Arzobispo y con la diócesis. La vida contemplativa de Pamplona y Tudela está en el corazón de la diócesis y de su arzobispo. En menos de tres meses desde su llegada a Navarra (27 enero de 2024), ha visitado los diecinueve monasterios de vida contemplativa de la diócesis, dos masculinos y diecisiete femeninos. Por una razón muy sencilla que les dijo recientemente a toda la vida contemplativa, “entendía que muchas/os de vosotras/os no tendríais tantas posibilidades de poder verme y visitarme. Así que asumí este compromiso como algo prioritario. Y doy gracias a Dios de haber podido visitar a los 19 Monasterios en los tres primeros meses de mi estancia en Navarra”. (Monasterio de la Oliva 5-6-24). En esas visitas ha compartido oración, eucaristía, recreación y también preocupaciones. Fueron visitas sencillas y fraternales. Hay muchas parroquias, grupos, movimientos que esperan la visita del arzobispo, pero ha sido toda la vida contemplativa de nuestra diócesis quien ha recibido la visita del pastor de la diócesis.

El pasado 5 de junio la vida contemplativa de la diócesis celebró un encuentro en el Monasterio de la Oliva. Asistieron monjes y monjas de todos los monasterios de la diócesis, en torno a sesenta consagrados contemplativos, una representación de cada monasterio. El Sr. Arzobispo estuvo todo el día con ellos, desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde. Donde reflexionaron y rezaron juntos, compartieron la comida y celebraron la eucaristía por la tarde. Una jornada donde la vida contemplativa de la diócesis salió fortalecida.

En su carta la Sra. Miren Ibarrola, manda y ordena de forma imperativa al Arzobispo que las integre en el Consejo Diocesano de Pastoral. No sé de dónde ha obtenido la información, pero para que la Sra. Ibarrola se quede tranquila, le informo, en rigurosa primicia, que hay dos monjas contemplativas destinadas a participar en este Consejo Diocesano de Pastoral. Que además fueron elegidas por ellas mismas. Por cierto, que llevan ya nominadas quince días, no a causa de su carta. Porque para la diócesis y para el Sr. Arzobispo la vida contemplativa es, como dijo el pastor de la diócesis en su carta el día Pro-orantibus, la vida contemplativa es “¡Un regalo de Dios!. Los he visitado todos, he compartido con religiosas y con monjes espacios y tiempos de oración y conversación. Entrar en un monasterio de vida contemplativa te lleva al encuentro con el Señor, a ver su rostro. Todo es paz, no hay prisas, “solo Dios basta”. Y un Dios que nos regalan a la diócesis en forma de oración. Los monasterios contemplativos de nuestra diócesis rezuman oración, silencio, recogimiento y acogida para que el quiere ir a orar”.

Como Vicario Episcopal de Vida Consagrada estoy en continuo contacto con todos los monasterios contemplativos de la diócesis. Los visito, comparto con los monjes y monjas su caminar, sus luces y sus sombras, pero sobre todo trato de transmitirles su importancia en la diócesis, y su necesaria presencia a través de su oración profunda y sincera por la diócesis y su pastor.

Sra. Miren Ibarrola, agradezco las palabras de reconocimiento y valoración que hace de la vida contemplativa, pero en nuestra diócesis no está “relegada a claustros silentes y sumisos”. Tienen voz y voto, como demostrarán con su presencia en el Consejo Diocesano de Pastoral. En Navarra nos sentimos muy orgullosos de los monasterios contemplativos y están en el corazón de la diócesis y de su pastor.

El autor es vicario episcopal de Vida Consagrada