El 7 de octubre de 2023 Israel sufrió un ataque a gran escala por parte de terroristas de Hamás, lo que desencadenó la guerra entre Israel y Gaza. El grupo palestino asesinó a 1.200 personas y tomó además 251 rehenes, 100 de los cuales todavía están retenidos en Gaza, incluidos 39 que el ejército israelí dice que están muertos. En la campaña militar de represalia de Israel en Gaza han asesinado al menos a 41.000 personas, también en su mayoría civiles, incluido mujeres y niños, según el Ministerio de Salud de Hamás.

Dicho ataque palestino constituye el mayor fracaso de la inteligencia israelí en toda la existencia del Estado de Israel. Y esto ha sucedido bajo la Presidencia de Benjamín Netanyahu, el llamado Míster Seguridad; el político que garantizaba la seguridad de Israel por encima de todo; en aquel momento miles de personas pedían su dimisión pero por el contrario a finales de agosto de este año, parecía volver a recuperar la confianza política entre sus conciudadanos, pese a la difícil situación de los rehenes, según las encuestas de opinión.

Benjamín Netanyahu ha ejercido el cargo de primer ministro durante más de dieciséis años, siendo el político que más tiempo ha ocupado el cargo por delante del fundador del Estado, David Ben Gurion, ahora ocupa el cargo desde diciembre de 2022 de forma ininterrumpida. Aunque nacido en Israel, su familia es originaria de Polonia, su apellido real es Mileikowsky, por tanto pertenece a los judíos askenazi, que es la casta dirigente del Estado frente a judíos de otros orígenes como los sefardíes. Netanyahu ha vivido en Estados Unidos y habla inglés como un estadounidense más. Elocuente y determinado, de fuertes convicciones, sabe manejarse entre las élites estadounidenses y es también el único primer ministro de la historia de Israel imputado por corrupción en el ejercicio de su cargo. La muerte de su hermano mayor Yonatan, comandante de un cuerpo de élite durante la operación de rescate de los pasajeros de un avión, secuestrado por comandos palestinos en el aeropuerto de Entebbe-Uganda el cuatro de julio de 1976, parece haberle marcado su vida y le ha determinado, sobre todo en su inquina a todo lo que huela a palestino.

Ya en 1996 cuando accedió por primera vez al cargo de primer ministro, boicoteó los Acuerdos de Oslo de 1996, entre ellos la creación de un Estado Palestino y enfocó el problema palestino como un problema policial: levantamiento de barreras, muros y aplicación de todo tipo de medidas restrictivas y limitaciones de movimiento a todos los palestinos de los territorios ocupados configurando una especie de apartheid, condenando a los palestinos a ser unos ciudadanos de segunda dentro de su propia tierra.

Después de los atentados del siete de octubre, el Gabinete israelí tenía dos opciones, o bien intentar la liberación de los rehenes, o iniciar una operación militar de castigo a gran escala. Netanyahu optó por la segunda opción buscando una victoria militar aplastante y el mantenimiento en el poder y relegando todo acuerdo con Hamás para la liberación de los rehenes.

Rehenes israelíes que han sido y son los grandes olvidados de la opinión pública, sobre todo fuera de Israel –una pequeña autocrítica para el mundo occidental– quizás en parte debido al estupor e indignación tan grandes causada por la invasión militar israelí de Gaza. Rehenes que han sido también utilizados por el Gobierno hebreo para servir de coartada para lanzar esta guerra sin cuartel contra Hamás sin importarle las muertes y padecimientos severos impuestos a la población civil palestina. Así lo entendió la Corte Penal Internacional, que a través del Fiscal Sr. Karim Khan dictó el pasado día 20 de mayo de 2024 sendas órdenes de detención, a instancias de Sudáfrica, contra Benjamin Netanyahu y su ministro de Defensa Yoav Galant por crímenes de guerra y delitos contra la humanidad.

Los familiares de los más de un centenar de rehenes que siguen en manos de Hamás en la Franja han acusado recientemente al primer ministro de haber abandonado a las rehenes a su suerte y de que los instrumentaliza para mantenerse en el poder. Por otro lado el ejército israelí no ha recuperado más que ocho rehenes con vida en diversas operaciones militares. Cuesta creer que la inteligencia israelí no haya podido hacer más en este tema durante estos casi diez meses de invasión de la Franja, un pequeño territorio de 365 kilómetros cuadrados, arrasado y devastado, y más teniendo en cuenta los últimos asesinatos selectivos llevados a cabo por Israel: Ismail Haniya en Teherán en los apartamentos de la Guardia Revolucionaria y del número dos de Hezbolá, Fuad Shukr.

A finales de mayo de este año, el presidente Joé Biden esbozó una hoja de ruta para un plan en tres fases que comenzaría con un alto al fuego inmediato y temporal, pero el acuerdo no llega debido a la continuas exigencias del Gabinete de Netanyahu, como la presencia militar israelí en la Franja, condición que el propio ejército hebreo no considera imprescindible, algo a lo que Hamás se opone, exigiendo la retirada total de las tropas y el fin definitivo de la guerra.

Esta campaña militar de Gaza ha puesto de manifiesto la falta de acuerdo internacional para detenerla y el apoyo incondicional e inquebrantable de Estados Unidos a Israel, constituyéndose en juez y parte, dejando a los palestinos en el más completo desamparo; también ha puesto en evidencia el escaso valor de mediador de la Unión Europea así como el doble rasero occidental, comparando con el caso de Ucrania. Es significativo el reciente viaje de Mahmud Abás a Moscú para recabar apoyo e intermediación; los palestinos solo tienen el apoyo de la opinión pública, a destacar los universitarios y grupos de judíos estadounidenses con el eslógan “no en mi nombre”, pero hasta ahora estas protestas no han dado ningún resultado.

Esta coyuntura está siendo aprovechada ahora por el Gabinete Netanyahu para intensificar la represión en Cisjordania y aumentar los asentamientos de colonos, a día de hoy hay 700.000 mil colonos. Represión militar que se ha cobrado desde el pasado 7 de octubre la vida de 662 palestinos, 128 de ellos en las tres primeras semanas de agosto, bajo el pretexto de perseguir a líderes terroristas de Hamás y de la Yihad Islámica.

Operaciones militares que se complementan con sabotajes de los colonos a los palestinos para expulsarlos de sus tierras y aldeas, diluyendo la idea de estado palestino –ninguneo permanente de la Autoridad Palestina– y reafirmación de la soberanía israelí, para en un futuro no muy lejano anexionar todo el territorio de la Palestina histórica, unos 22.000 kilómetros cuadrados, a Israel.

A día de hoy, tras casi diez meses de muerte y destrucción en Gaza, suenan a proféticas las palabras del primer ministro israelí, pronunciadas en aquellos momentos de desolación, minutos después de los atentados del siete de octubre, cuando dijo: “Esta es nuestra Segunda Guerra de Independencia. Lucharemos por la defensa de la patria. Lucharemos por tierra, mar y aire. Destruiremos al enemigo sobre y bajo la tierra. En esta guerra estamos juntos y fuertes como nunca antes, esta es la misión de nuestras vidas y de mi vida”, “estamos en guerra y la vamos a ganar”, añadiendo después, “el enemigo pagará un precio sin precedentes”.

Parece que hay signos de esperanza, la aparición de otros seis cadáveres (de rehenes) en Rafah ha desatado la cólera del sociedad israelí y las criticas del líder de la oposición, Yai Lapid que ha manifestado: “En lugar de pactar, hacen política; en lugar de salvar vidas, entierran a secuestrados”. “En lugar de hacer todo lo posible para traerlos a casa, Netanyahu está haciendo todo lo posible para permanecer en el poder”. Suena a elecciones anticipadas.