Los datos sociolingüísticos en Navarra dejan una vez más en evidencia que algo falla con respecto a la promoción y revitalización del euskera, reflejando un incuestionable estancamiento. Si hacemos una lectura plana de los mismos el problema parece evidente; la Ribera. Pero, ¿es solo una cuestión de la Ribera? Lo cierto es que la realidad que se le señala constantemente a esta zona es también extrapolable al resto de los espacios donde existe indiferencia o rechazo hacia el idioma, una cuestión atravesada por el desamparo institucional pero también por la práctica de compactación de la comunidad euskaldun.

La construcción de espacios exclusivamente euskaldunes en ámbitos como el educativo, el cultural o el ocio ha sido la fórmula que ha permitido a la comunidad euskaldun blindarse para poder vivir en euskera y construir identidad política y cultural, sin embargo, presenta amplias limitaciones a la hora de facilitar su promoción y sensibilizar a aquellas personas cuyo contacto con el idioma es nulo.

En primer lugar, porque apela directamente a la voluntad individual de cada persona de aprender un idioma, una cuestión que choca con la cultura política del movimiento euskaldun, que ha conseguido construir espacios con potencial de movilización y organización en base a lo colectivo. En segundo lugar, porque presupone que el desamparo que vive el euskera es una prioridad política para todo el mundo en Navarra. Pero, sobre todo, porque el tamaño de la mayoría de los pueblos, escuelas y espacios culturales y de ocio, así como el número actual de euskoparlantes de la zona impide el desarrollo de espacios donde exclusivamente se hable euskera. También, porque la mayoría de la población nunca ha convivido con el idioma y lo de empezar la casa por el tejado no es lo más interesante.

Las limitaciones impuestas al idioma se multiplican en contextos como la Ribera, porque a diferencia de las zonas mixtas, nosotros sí convivimos diariamente con la reacción de aquellos que rechazan el idioma y su promoción. Compartimos escuela, ocio, cultura, bares, y en la mayoría de las ocasiones, compartimos cuadrillas. Por lo tanto, tener que explicar el porqué de los espacios exclusivamente euskaldunes y reivindicar su existencia sin haber promovido con anterioridad prácticas que acerquen mínimamente al conocimiento de la cultura y el idioma resulta agotador para la comunidad euskaltzale y poco práctico en el avance del idioma. Pero a su vez, tener que explicar lo que es la convivencia con el rechazo a cualquier tipo de promoción en las zonas no vascófonas también lo es.

Entonces, ¿qué?

A la hora de hacer propuestas que generen un cambio en los datos a largo plazo, puede que la posibilidad de un avance más rápido radique en una comunidad euskaldun vinculada abiertamente a las necesidades y trabajo político de los euskaltzales de la Ribera. Una Ribera más euskaltzale puede traducirse en la ampliación de los derechos lingüísticos de toda la comunidad euskaldun de Navarra. El movimiento euskaltzale de la Ribera necesita de la experiencia política de la comunidad euskaldun de Navarra rica en prácticas y capacidad organizativa, con el objetivo claro de que aquellos que se han posicionado en el rechazo, no tengan más remedio que convivir con el euskera.

Y tú, como euskaldun, ¿qué vas a aportar en el proceso de revitalización del euskera en las zonas no vascófonas?

La autora es socióloga