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¿Políticos malos y militares buenos?

¿Políticos malos y militares buenos?EP

El reciente acontecimiento de la DANAque ha arrasado con sus aguas fuera de control varias localidades del área metropolitana de Valencia, además de causar también importantes daños en pueblos de Castilla-La Mancha, Málaga y algún otro lugar de Andalucía, ha ocasionado continuas y enconadas controversias sobre las responsabilidades políticas o de otra índole derivadas de la gestión inmediata del evento.

Es claro que con arreglo a la Constitución, en su capítulo III (arts. 143 y s. y leyes concordantes), son las comunidades autónomas, en este caso la valenciana, las competentes para la gestión de esta emergencia. Sin embargo, todas las informaciones que nos llegan coinciden en que la máxima autoridad de la Comunidad, la Generalitat, se vio manifiestamente desbordada por la magnitud del fenómeno, y especialmente su presidente y los consejeros implicados han sido objeto de constantes acusaciones de falta de diligencia y dejación de funciones.

El alertar a la población con rapidez por parte de la Generalitat del peligro trasmitiendo los avisos de los organismos nacionales de meteorología, AEMET y las confederaciones hidrográficas de los ríos Júcar y Turia, era absolutamente necesario para que la población concernida hubiese tomado con prontitud las medidas más necesarias en protección de sus personas y bienes. Esto no se hizo así por razones mal explicadas, aumentando de esta manera exponencialmente los daños de la DANA.

Ya producida la tragedia ha llegado la hora de la necesaria reconstrucción para la que se cuenta con cuantiosos medios personales y materiales de ayuda, puestos en marcha por la propia comunidad, el Gobierno nacional, otras comunidades, estados extranjeros y un ingente número de voluntarios que se han ofrecido generosamente a colaborar en la reconstrucción y apoyo a los damnificados.

El clamor de la ciudadanía ha alcanzado niveles de indignación y protesta contra las autoridades de la comunidad, y especialmente su presidente, el señor Mazón. El Gobierno central, aun no siendo inmediatamente competente con arreglo a la Constitución, ha sido también objeto de críticas. El presidente del Gobierno, ante la magnitud de la emergencia, se puso “a disposición de la Generalitat para proporcionar la ayuda que ésta requiriera”.

Vista la inoperancia de la Generalitat, el Gobierno debió, quizás, tomar de oficio medidas de “salvación nacional”, incluyendo incluso el artículo 155, por incumplimiento palmario de las obligaciones de los órganos de la Generalitat.

¿Por qué no invocó el Gobierno ese artículo 155 o el estado de alarma o de sitio contemplados en el art. 116 de la Constitución? La pregunta es oportuna y su respuesta nos ayudaría a meditar sobre un tema de rabiosa y agobiante actualidad: la extrema polarización de la política española y la saña cainita que la desborda y sus consecuencias.

¿Por qué no pensar que el Gobierno quiso evitar el torrente de acusaciones de “dictadura, en sus versiones estalinista y bolivariana”, desprecio a la Constitución y su reparto de competencias” por los voceros o mejor vociferantes de la oposición y sus palmeros mediáticos, y quizás algún refuerzo judicial; todo siguiendo puntualmente esas expresiones cuasi bíblicas de: “el que pueda hacer algo que haga”, con tal que sea contra el Gobierno de Sánchez”, por parte de algún destacado gurú de la derecha?.

Está todavía muy fresca en nuestra memoria la experiencia de las medidas extremas tomadas, a mi juicio en general correctamente, por el Gobierno central en tiempos de pandemia, que merecieron en bastantes casos la descalificación de la derecha, respaldada después por un Tribunal Constitucional de coincidente sesgo.

Sea como fuere, tenemos ya al señor Mazón dispuesto a purgar sus evidentes culpas, queriendo dar un importante empuje a la reconstrucción de su comunidad, y para ello nos ha sorprendido con el nombramiento de todo un teniente general en retiro, el grado más alto del Ejército, para ponerlo a la cabeza y con cabeza en esa labor primordial: el general Gan Pampols.

Por una casualidad he conocido un poco de la figura de este reputado miembro de nuestro Ejército. Me explico: soy un asiduo oyente del programa La Noche del canal 24 de TVE, conducido por el periodista gallego Xavier Fortes (que, entre paréntesis, se lo recomiendo). Este espacio se extiende más de dos horas, desde las 22.00 todas las noches de lunes a jueves. Pues bien, en dicho programa se tratan, entre otros, temas militares, exigidos por los avatares de las guerras en Ucrania y Gaza-El Líbano. Xavier recurre a expertos, en este caso militares. Tal experto o el principal de ellos es siempre el teniente general Gan Pampols. He escuchado muchas veces sus explicaciones técnicas y he de decir que tengo una gran opinión de él y su experiencia.

Pienso, por tanto, que es una persona competente y de fiar, una buena elección por parte del señor Mazón. Sin embargo, no puedo evitar pensar en las causas y consecuencias de este nombramiento. En circunstancias normales debería ser un político cualificado el que se ocupara de la reconstrucción, pero el problema es que hoy la política en España y sus miembros ha alcanzado unos niveles de degradación, de ruido, de mentiras, o peor calumnias, vomitadas en serie no solo por destripaterrones sin ética y gañanes por profesión, a sueldo predominantemente de una derecha despechada por haber perdido el poder, que a nadie extraña que el mismo señor Mazón haya evitado acudir a los de su bando, confiando un tema de tanta trascendencia a un militar de respeto y notable trayectoria.

El asunto es grave y nos debe hacer meditar sobre esta deriva muy preocupante de nuestra política. Hay políticos honestos y competentes, naturalmente, pero el personal está asqueado por la tónica preponderante, sobre todo en el Congreso.

Urge, por tanto, poner coto a tanta desmesura, exageraciones, falacias sin sustancia, odios, conductas mafiosas, basura y polución irreciclables y recuperar una política atenta a los hechos, al análisis ponderado y respetuoso, evitando juicios de intenciones, sectarismo y descalificaciones sistemáticas del adversario.

Señores políticos, están ustedes cavando su propio descrédito. Si no, hechos como el que comentamos de nombramiento de un militar para un puesto técnico tan importante, obviando a los profesionales de la política, se podrían repetir, con el apoyo, además, del pueblo soberano y sus votantes.

*El autor es doctor en Derecho