El tiempo va rápido. Y los tiempos políticos y mediáticos aún son más trepidantes. Estamos casi ya en mitad de la legislatura. De la segunda legislatura con la actual fórmula de gobierno de coalición y en la tercera de gobiernos alternativos a la derecha. La perspectiva que me da haber participado en todos ellos me permite recordar una reflexión de un compañero consejero, y vicepresidente, realizada ahora hace 10 años, que auguraba y apostaba por un ciclo de cambio político y social tras muchos años de un modelo político muy diferente en Navarra.

Aunque en aquel momento aquello sonó un tanto optimista, lo cierto es que una década después estamos a punto de cruzar el ecuador de esta legislatura que viene marcada por el signo de la estabilidad. Estabilidad no solo mirando hacia atrás, también respecto a lo que sucede más allá de nuestras mugas. A nivel estatal y a nivel internacional. Pero esta estabilidad no debe traducirse ni en autocomplacencia ni en inercias. Hay que evitar caer en errores del pasado y seguir trabajando por una Navarra abierta e inclusiva. Diversa en lo político, identitario, cultural y lingüístico, y cohesionada social y territorialmente. La Navarra del Bienestar Social lograda desde el autogobierno solidario. Y creo que en eso estamos.

Lo digo como vicepresidenta segunda y consejera de Memoria y Convivencia, Acción Exterior y Euskera. Porque creo que en estas áreas, muy trasversales, confluyen algunos de estos ingredientes de esta hoja de ruta que, también, se pueden analizar en el breve alto en el camino que permiten las efemérides. Creo que se ha avanzado mucho en estos dos años en temas que parecían antes imposibles como el reconocimiento integral de todas las víctimas y la deslegitimación de la violencia con fines políticos. Con sus tres contextos diferenciados. Sin equiparaciones ni diluciones. Los dos actos públicos y el medio centenar largo de víctimas de violencia de motivación política reconocidas han marcado esta primera parte de la legislatura, en la que no se ha dejado de trabajar en el ámbito de las víctimas del franquismo –donde Navarra es referente estatal e internacional en tiempos de involucionismo– al igual que con las víctimas del terrorismo, especialmente de ETA. Sobre todo con las nuevas generaciones con el programa de Escuelas con Memoria, por la Paz y la Convivencia. Para que nunca más vuelva a repetirse esta ni ninguna otra violencia.

Apostamos por una convivencia real y firme con un II Plan Estratégico que se está ultimando, pero, sobre todo, en nuestras políticas del día a día. La convivencia y el respeto no son un destino, sino una forma de caminar, como también lo es la convivencia lingüística. Las lenguas suman, no restan. Conviven, no enfrentan. Y precisan de una Administración que la aplique en sus diferentes ámbitos. Uno de ellos es el propio servicio público que merece una ciudadanía cada vez más bilingüe y diversa.

En estos dos primeros años de legislatura se han logrado materializar dos herramientas muy importantes para configurar la plantilla de la Administración foral en este sentido: los planes lingüísticos departamentales (plazas bilingües) y el Decreto de Méritos. Se ha superado así, en cierta manera, la anomalía que suponía que en la zona mixta no se valorara el euskera. Queda camino por recorrer; este paso no es un final, sino el desarrollo de una mirada que nos brinde una perspectiva más amplia de esta sociedad cada vez más euskaldun y más plurilingüe. Hoy más de 170.000 navarras y navarros conocen nuestra lengua propia, el euskera. Muchas personas en la edad adulta se han sumado a su aprendizaje gracias al impulso decidido de Euskarabidea y su apoyo a la red de euskaltegis. Gracias también a que, desde hace tiempo, un parte importante de las nuevas generaciones aprende ese idioma en las aulas. Y debemos seguir impulsando su uso, con iniciativas como la que estos días recorre toda la geografía foral, Euskaraldia. Estos son los dos ámbitos que han permitido la recuperación del euskera en un contexto, especialmente complicado hoy día por la diversidad social, la globalización y la uniformización, en el que las grandes lenguas francas dominan muchos espacios.

Porque Navarra no es una isla. Ni quiere serlo. Nuestra Navarra mira al exterior (acabamos de aprobar el II Plan Estratégico) con ojos y alma europea. Porque reforzar la presencia de Navarra en Europa y de Europa en Navarra, especialmente desde el ámbito transfronterizo y también con la Oficina Permanente en Bruselas, también está en el ADN de este Gobierno. Y, cada vez más, en el del tejido empresarial y social. No solo por los fondos europeos, sino por un compromiso ético y político con una Europa que hoy en día, con sus defectos, es la reserva mundial de los valores democráticos y el Estado del Bienestar.

En la segunda parte de esta legislatura seguiremos trabajando en todas estas líneas, construyendo nuevos consensos público-privados, entre lo rural y lo urbano, intergeneracionales, migratorios, interidentitarios, lingüísticos, ideológicos… que nos acerquen a una Navarra más prospera, cohesionada y sostenible en un marco de valores democráticos. Porque la democracia no se regala y la humanidad puede retroceder si no la cuidamos entre todas y todos.

La autora es vicepresidenta segunda del Gobierno y consejera de Memoria y Convivencia, Acción Exterior y Euskera