Estamos celebrando fechas importantes del ADN de un partido que no solo nació en tiempos adversos sino que ha tenido que maniobrar en circunstancias históricas aciagas, pero que pervive exitoso. En el convulso siglo XIX los baskos soportamos dos guerras forales, las perdimos y nos devino la abolición total de nuestros Fueros. Al final de ese siglo nos cupo muertes, exilio, ocupación militar y sus consecuencias de desajuste social y económico, y surge, diría que milagrosamente, el arrebato de la llamada Gamazada, protesta popular que jalona diversas fechas y actos a causa de un desafuero del ministro Gamazo desde Madrid. En 1894, tras manifestaciones populares en todos los territorios baskos, en Nabarra tras la recolección de firmas en un acta a la reina regente de España, manifestación importante en la plaza del Castillo propulsado en parte por el grupo de Euskalerriakos. Es de priorizar la actuación una multitud desplazada a Castejón el 14 de febrero de 1894 para exponer su repulsa contra el desmán del ministro Gamazo de eliminar la relación económica con el Estado central. Fuero. Significativamente en Nabarra, aparecen y actúan en Castejón, dos apellidos y que han de continuar la saga reivindicativa: Estanislao Aranzadi Izkue y Daniel Irujo Urra que participaron activamente junto al bizkaino Sabino Arana Goiti, en aquel jolgorio popular y democrático: recibir a los diputados de Madrid, encabezados por Aturo Campion que, aunque vencida su causa, fueron fieles a la palabra que dieron a sus dirigentes nabarros. La vitalidad de Castejón conmovió el alma, ya conmovida, de Arana Goiri, y al poco tiempo la de aquella resurrección baska, creó en Bilbao el PNV/EAJ, iniciándose en nuestro país no solo un despertar sino un caminar difícil, casi en una cuerda floja, hacia una recuperación de identidad entre cuyas exigencias estaba que el euskera, la lengua perseguida y condenada a muerte, debía seguir viva. Debía seguir siendo nuestra como vehículo de entendimiento.
Hace 115 años y en estos tiempos que corren vale la pena recordarlo, un grupo de personas entre los que volvemos a mencionar a a la familia Irujo, Aranzadi, Jiménez, Olsa, Irigaray, Serapio Esparza... donaron cantidades de dinero importantes para la adquisición de un local en Iruña donde poner en funcionamiento el partido. Buscaron, como se hizo en América y en París, el mejor sitio posible de la ciudad donde operar, y sabiendo todos que los derivados después eran a fondo perdido. Era Gora Euskadi Askatuta y con la creación de la ikurriña, cuyo impacto exitoso fue casi inmediato en el pueblo basko, interior y el exterior, pese a los tiempos que corrían en el Estado Español y en Europa. En 1931 con los aires democráticos de la Segunda República, se rehacen los estatutos internos del partido, de manos de Manuel Irujo, hijo de Daniel, y Jose Antonio Agirre, futuro lehendakari. Hubo fricciones que supieron resolverse, y la petición a Madrid del Estatuto que en su principio añadía a Nabarra y por malas mañas, fue apartado. Se concedió el Estatuto en plena guerra, derivada del golpe militar, y para defender el frente norte. Las fuerzas franquistas lograron su victoria, desmantelaron los locales y mataron y persiguieron a sus afiliados. Asesinaron como advertencia disuasoria al alcalde nacionalista de Lizarra, Fortunato Agirre. Y esto sucedió durante 40 años en que EAJ/PNV hubo de operar en la clandestinidad en el interior del país y en el exterior manteniendo la fuerza de su ideal. Hubo generosas recogidas de dinero de gente exiliada, que no era rica, para mantener a las familias de los presos baskos. Jamas faltó un centavo en aquella recogida que, especialmente desde Caracas, llegaba a París, a Donibane, cruzando nuestra frontera.
Hace 45 años, instaurada la democracia en el Etado español, fue aprobado el Estatuto de Gernika y los que estuvimos en la villa foral bajo el Árbol sacro, ese día de gloria, sin embargo, lloramos por la ausencia de Nabarra que no estaba en ese conjunto fraterno de la zona sur peninsular, y aún mas, porque el diseño del Laurak Bat se convertía en Irurak Bat, por causa del reclamo de la derecha nabarrista gobernante en aquel tiempo, elevando un recurso al Tribunal Constitucional que ordenó la retirada del escudo de las cadenas de Nabarra. Se habían retirado del escudo de Gipuzkoa los cañones que significaron la conquista de Nabarra 500 años atrás, pero también, y ese era el dolor, las cadenas de Nabarra del escudo.
Por ese tiempo escuché a Pello Irujo decir con dolor que nos habían segregado pues carecíamos de representación en el primer escudo oficial restando el espíritu del Laurak Bat que sostuvo a generaciones anteriores, que derrotados en la segunda guerra foral, exiliados en Buenos Aires, fundaron en 1877, un centro vasco llamado Laurak Bat. Aunque el país seguía recordando el Zazpiak Bak propio de su esencia. Estábamos en el Batzoki de la plaza del Castillo, desolados. En aquellos momentos primordiales en que restaurábamos, casi de la nada, un PNV/EAJ en Nabarra, en que un grupo admirable de emakumes cada día de todos aquellos días frenéticos se reunían voluntariamente para ordenar las papeletas de las elecciones que se sucedían, se debatían ideas y se proponían proyectos, formábamos un familia que llevaba mil años soñando en ser una reunión baska. Escuché a Pello decir que íbamos en la empresa de hacer país pues el lehendakari de esa democracia naciente iba a ser el nabarro Karlos Garaikoetxea, que le corrrespodnía por sus valores y por la historia. Que Nabarra éramos todos y para todos. Que como lo ha recogido la joven Maider, hija del consejero Mikel Irujo, y van cinco generaciones en la determinación, recogiendo la frase de Manuel Irujo: “Aquí estoy porque he venido”.
La autora es escritora y bibliotecaria