Si debo hacer caso de las informaciones de la guerra de Ucrania a las que me asomo a diario, hace ya meses que EEUU, la OTAN y Ucrania están aplastando a Putin. ¿Tan desastrosos son los resultados bélicos de la Rusia de Putin? Pues así parece. Los aliados de esta Tercera Guerra Mundial, que lo es, no dejan de enviar de manera masiva al gobierno de Kiev, armas de guerra, municiones, pertrechos, instructores, máquinas, ingenios, aviones… Imparable el envío, imparable. ¿Resultado? La guerra sigue su marcha sin viso alguno de detenerse, al revés, se recrudece día a día, enquistada en un suma y sigue de horrores. Y no solo eso, sino que los aliados no dejan de tomar medidas de castigo contra el gobierno ruso y la población rusa en general, como el reciente caso de los visados, cuyas consecuencias empieza a padecer la población europea. En mi opinión, la guerra la está perdiendo la ciudadanía ucraniana, europea y sin duda rusa.

¿Quién bombardeaba la central nuclear de Zaporiya hace dos o tres días? ¿O no era así? Lo ignoro. Si está ocupada por los rusos es muy raro que ellos mismos se bombardeen, aunque vete a saber lo que en realidad está pasando… allí, aquí y en todas partes. La desinformación y el adoctrinamiento son armas de guerra que están cogiendo unas proporciones y una eficacia hasta ahora desconocidas.

Me temo que hace mucho que los noticieros han dejado de ser una fuente de información fiable, como tal vez nos enteremos con el tiempo, en la medida en que repican sin recato las órdenes del día de los cuarteles generales, la secretaria de estado americana o los servicios de información, más canallas unos que otros, pero no mucho más. Nos enteramos de lo que le conviene a quien dirige esta siniestra orquesta. ¿Sus intereses son los nuestros? Lo dudo. Resultan alarmantes las ganas que tiene EEUU de intervenir en la guerra y de dar sus órdenes de manera directa. Y lo mismo cabe decir de Polonia, aunque no pueda dar las mismas órdenes. Esa es en realidad la gran confrontación, nos la pinten como nos la pinten, la que viene de lejos, por mucho que ahora sea en la cabeza de los ucranianos. Nos acostumbramos a todo. A estas alturas nuestra capacidad de respuesta emocional está preparada para un accidente nuclear y lo que venga, mientras sea lejos. Ha bajado mucho el pistón de la matonería nacional desde las barras de los bares y nos ha hecho a todos politólogos y grandes expertos en perorar de lo que ignoramos de manera grosera. Yo el primero, y de eso hablo, de que nada o muy poco sé, al margen de tener la certeza de la pavorosa tragedia que sufre una ciudadanía inerme sin distinción de nacionalidad. Pongo en duda la buena fe de la OTAN, como brazo armado de los EEUU, de la UE y sus líderes, y de Putin, por supuesto, para que los anteriores no estén solos. Unos y otros se echan las manos a la cabeza con asuntos que hacen bueno el dicho de ver la paja en el ojo del vecino y no ver la viga en el tuyo. ¡Qué horror el tener que saludar a la bandera rusa en las escuelas como incitación al patriotismo! Y lo dicen como un dato más de la perversidad rusa (RTVE el otro día), cuando en Estados Unidos es un ritual habitual, el Pledge of Allegiance de las escuelas públicas y eso no escandaliza a nadie. Con los crímenes de guerra pasa lo mismo. Estados Unidos se sustrae a la persecución judicial de los crímenes cometidos por sus tropas en países intervenidos de forma bélica, pero azuza la caza de criminales en los países que le conviene de manera por completo arbitraria. Dicho lo cual, a mí no me extraña que un opositor a Putin se caiga por la ventana y muera si examinamos la extraña tradición de envenenamientos de opositores al régimen ruso… ¿Qué dijo hace nada Amnesty International de Ucrania? No me acuerdo o no quiero acordarme, pero le obligaron a pedir excusas y a agachar las orejas. Es la guerra, amigo, un clima de crimen y crueldad cuyas consecuencias vamos a pagar tarde o temprano. El mismo acostumbrarse a las versiones oficiales y darlas por buenas sin capacidad ni ganas de examen crítico alguno es ya una consecuencia del clima bélico que vivimos, y no leve.