incondicionales y más críticos se ponen de acuerdo cuando concluyen que Juanfran siembra en los equipos contrarios la inquietud. Tanta, que generalmente prefieren colocarle un par de defensas a su zona de acción, antes de que un vigilante resulte poco y, tras ser superado por el extremo, quede el camino libre. Este mecanismo de supervivencia de las zagas suele ser aplicado con regularidad por los entrenadores o esgrimido mecánicamente por los propios jugadores, que saben de sobra quiénes administran el peligro, incluso en sus tardes malas.

Cuando Juanfran llegó a Osasuna hace casi cuatro años -en 2006-, el perfil del futbolista que se reclamaba respondía al de un tipo plenamente ofensivo, centrador y rápido, de juego casi pegado a la cal. Osasuna no contrató a un goleador, porque su trayectoria en equipos anteriores habla más de un jugador regular, con presencia continuada en las alineaciones, pero con números más o menos discretos en el entendimiento con el gol. Con el Real Madrid B, en la campaña 2004-05, en Segunda B, se lanzó hasta las seis dianas. En Primera, hace dos temporadas, llegó a los tres goles, cifra que acaba de igualar con los dos tantos del domingo para un total de once en la máxima categoría. Pocos pero selectos, podría decir en su argumentación el osasunista, porque uno de los tres tantos de la temporada pasada fue ante el Real Madrid y sentenció el partido y la permanencia. Con 25 años recién cumplidos, además, no se debe descartar cualquier margen de progresión en esta faceta.

Tras un inicio de campeonato entre dudas, como las que han ido condicionando a veces al equipo, Juanfran comenzó a evidenciar desde hace varias jornadas una presencia más sugerente en el juego del conjunto, apoyado en un tono físico mayor y una participación protagonista en el fútbol del equipo. Y de una cosa, a la otra. Juanfran se ha convertido en un jugador fundamental en las tres últimas victorias en Liga de Osasuna. Ante el Espanyol, fue el primero en abrir la lata a los pocos minutos con un disparo raso y cruzado; en Jerez, con una jugada fantástica por la banda le sirvió en bandeja el pase decisivo de la victoria a Camuñas, que marcó sin oposición; y en Villarreal, hubo pillería al principio y al final para endosarle dos tantos a Diego López, sorprendido en el primer gol por la ambición del extremo al seguir un centro que ya se iba por la línea de fondo, y derrumbado en el segundo tanto por el amago y el regate largo. Chupeteo del pulgar y simulación de barriga han sido las señales con las que en su celebración el jugador le ha anunciado a todo el mundo su próxima paternidad, en marzo, de su hijo Oliver. Para él y para Verónica, su mujer, han ido estas dedicatorias acumuladas en tres semanas.

Juanfran tiene un fútbol característico. Sugiere que va a desmontarse en cada arranque, descuadrando la figura, amago a un lado, quiebro hacia al otro, o pausa y salida al sprint, lo mismo da; con el balón apareciendo casi siempre desde la trastienda, oculto y alejado del primer zarpazo del defensa, así es como al futbolista de Osasuna le gusta encarar a sus oponentes. Aparentando que se olvida de la bola, que se queda rezagada, o saltando con la pelota como un gato.

Los futbolistas que juegan en el extremo siempre suscitan debate porque obligados a ofrecerse a sus compañeros y ser abastecedores de centros y pases, proponer paredes y largarse en desmarques certeros, también suelen ser requeridos para cuidar la espaldas de los laterales fogosos y, como guinda de su variado trabajo, ayudar en lo posible en la faceta realizadora. Y así, engullidos por la exigencia del fútbol moderno -algo que se reparte por igual en todas las demarcaciones-, si un hombre de banda no marca, es un defecto que engorda o adelgaza independientemente de como ande el grupo; y si lo hace, su cotización se dispara. Ahí, en el carril, entre la línea de banda y los medios del terreno, viviendo en la frontera anda Juanfran. Sin chuparse el dedo.