llevo un par de semanas sopesando que solo nos queda una bala en la recámara. Que este tránsito a peor en que ha derivado la interinidad de Mateo en el banquillo solo puede desembocar en una solución de emergencia, en una apuesta a todo o nada, en un cara o cruz dramático. Ha entrado Osasuna en unos derroteros que recuerdan paso a paso a lo acaecido en la temporada 1996-97, aquella en la que un entrenador motivador y kamikaze y unos chicos con hambre de ser futbolistas evitaron el descenso a Segunda B en una serie de épicos partidos que el osasunismo venera todavía en el altar de sus mejores recuerdos. Solo una reacción de ese calibre, en la que para comenzar tiemblen los cimientos de una plantilla anodina y sin capacidad de reacción, podrá evitar una debacle anunciada. Porque pese a probar con todas las posibles soluciones a su alcance, Mateo no reanima al equipo. Ayer cambió de sistema, regresó a un 4-2-3-1 más sólido y equilibrado, recuperó a Oier como si quisiera aplicar una transfusión de sangre al grupo, dio el mando a Nekounam y libertad a Merino, y hasta se atrevió a cambiar de portero. Con todo eso le dio para jugar 34 minutos bastante correctos, con dos claras ocasiones de gol para decantar el partido y persiguiendo con codicia la pelota. Pero esta vez el plan se derrumbó por la portería: Riesgo volvió a fallar en una salida por alto (como la que le costó la titularidad en el partido frente al Racing en Pamplona), Ifrán agradeció la deferencia y ahí terminó Osasuna. Ni los cambios (nada acertados, por cierto) ni el repliegue del Tenerife levantaron a los rojillos, sin profundidad, sin ideas en la circulación y huérfanos de remate. Todo tan conocido que ya aburre el repetirlo.

El tiempo se agota.- Tengo para mí que Mateo vive al día, que el tiempo se agota y que va partido a partido; quiero decir que no ha tomado la determinación de escoger a un núcleo duro y decir: con estos hasta el final. De ahí que vuelva a confiar en los internacionales (regreso al doble pivote) sabiendo que es una medida transitoria y que, ocurriera lo que ocurriera, debería plantear otra nueva alineación el próximo domingo. Así es difícil fijar una estrategia y dar confianza a los futbolistas que realmente la merecen. Aunque a día de hoy, con los que la merecen no llega para hacer un once de garantías.

¿Cambio de entrenador?- Así las cosas, hablar de un nuevo cambio de entrenador ni es faltar al respeto a Mateo ni un intento desesperado de matar un elefante a perdigonazos. Es, sencillamente, el único resquicio que queda para intentar darle la vuelta a un final que hoy parece irreversible ante la incapacidad de unos jugadores atenazados y porque los cuatro últimos no van a fallar indefinidamente. Tiempo atrás, esa medida casi desesperada resultó. Pero ni están aquellos chicos con hambre y no sé si aquel entrenador estaría por la tarea después de que la junta gestora le diera un sonoro portazo en las narices el pasado verano. Y quizá hoy Osasuna paga las consecuencias de aquella primera decisión...