Osasuna conmemora en esta atípica temporada un centenario que se puede resumir a través de momentos y personajes como los que reflejan las imágenes que acompañan esta pieza. La mezcla de ambos han marcado los cien años del club, cuyo germen comenzó en el desaparecido Café Kutz allá por octubre de 1920 y que ahora llega a esta fecha tan especial en una situación difícilmente mejorable: en Primera División, con una economía estable y ultimando el estreno de un Sadar renovado que hará que el club se equipare a los tiempos actuales en estos años en los que el fútbol se vende como un negocio-espectáculo más que como un deporte de pasión.

Osasuna, en un partido en 1936 en su debut en Primera.

No obstante, y contrastando con este último aspecto, desde su creación Osasuna siempre ha tenido unas claras señas de identidad que no han cambiando en estos cien años: el rojo de su camiseta, el apoyo de una importante masa social con un gran sentimiento de pertenencia al equipo, y la filosofía de nutrir a la mayor parte del equipo con jugadores procedentes de Tajonar.

Con todos estos ingredientes, el club ha celebrado multitud de ascensos, como el primero de 1936, que supuso el debut en la categoría, o el último de 2018, en el que se logró el único trofeo hasta el momento tras ganar la Segunda División; pero también ha sufrido una gran cantidad descensos, como el más reciente, en 2014, cuando se coqueteó con el récord de menos puntos en Primera. Pero no todo ha sido subir y bajar. Ha habido momentos en los que se ha llamado a las puertas de la gloria tanto estatal, como la Copa del Rey de 2005, que se perdió contra el Betis en la prórroga; como europea, con la disputa de las semifinales de la UEFA en 2007 ante el Sevilla (1-2 en el global tras ganar en el Sadar por 1-0).

Marea rojilla en la final de Copa del Rey, en 2005.

En estos cien años también ha habido hueco para esas goleadas endosadas a rivales de entidad que se disfrutan más que si hubiesen sido frente a otro rival, como el 0-4 de 1990 en el Bernabéu, feudo donde en 2004 también se ganó por 0 a 3.

Los mayores disgustos, tanto dentro como fuera del campo, han tenido protagonistas diversos: jugadores, entrenadores, o directivos; que sin embargo no han podido arrebatar resquicio del sentimiento de una afición que ha provocado masivos desplazamientos, tanto al feudo propio como a otros, y que constituyen una entidad con nombre propio: mareas rojillas. La más numerosa fue en El Sadar, donde se juntaron 25.596 personas en 1985 para presenciar el debut del equipo en la Copa de la UEFA, estableciendo el récord de más asistencia al campo; o en el desaparecido Vicente Calderón, estadio que poblaron 20.000 aficionados deseando ver a su equipo levantar su primer título.

Pero no solo en los buenos momentos es cuando la afición ha mostrado su apoyo al equipo. La cosa fue más allá cuando acompañaron a la plantilla de 2014/2015 a Sabadell, sabiendo que una derrota dejaría al club al borde de una más que posible desaparición en lo que sería el camino de vuelta más empedrado de los, por entonces, 95 años de su historia. Sin embargo, a pesar de sufrir hasta límites insospechados por el desarrollo del encuentro, los seguidores rojillos comprobaron de primera mano que existen los milagros, que el capotico de San Fermín se extiende más allá de los encierros y que osasunista se es en las buenas, y en las malas.

Jugadores y afición celebran la permanencia en Segunda en Sabadell.

Ojalá todos los presidentes y entrenadores consiguieran la racha en Primera de Fermín Ezcurra en el palco presidencial y Pedro Mari Zabalza en el banquillo; ojalá Patxi Puñal y Roberto Santamaría fuesen eternos en el mediocentro y la portería rojilla, así como todos los jugadores salidos de Tajonar fuesen calcos suyos; ojalá tener un goleador como Félix Vergara cada temporada; y que el Sevilla no hubiese remontado aquellas semifinales, Dani no hubiese marcado ese gol en el tiempo extra, cada visita al Bernabéu fuese una goleada a favor y la vitrina rojilla estuviera llena de títulos. Pero, con todo esto, Osasuna no sería Osasuna. Este año serán cien años vestidos de rojo. Cien años de pasión desenfrenada, de alegrías y llantos. Al fin y al cabo, de vida. Que sean muchos más.