ahora, como entrenador, ¿por dónde retomas el trabajo? ¿Por el ajuste de los movimientos desacompasados de los centrales? ¿Por el cierre al juego por banda del rival? ¿Por la repetición de los remates a gol? ¿Por la ejecución y acompañamiento escalonado de los contragolpes? ¿Llamas a un psicólogo para unas sesiones de terapia de grupo? ¿Coges el turrón de la cesta de Navidad del club y te vas a tu casa? Y como integrante de un equipo, ¿qué certezas manejas después de dos meses sin ganar un partido? ¿Te lo piensas dos veces antes de elegir a qué compañero le das el balón para finalizar la jugada? ¿Pasas de sospechar de un portero que te pone el corazón en un puño en las salidas a hacerlo de todos los defensas de tu equipo? ¿Crees que, a pesar de poner empeño, ya no vas a recuperar la regularidad y la fortuna que te dio éxito la pasada temporada? ¿Tienes la certeza de que todos los contrincantes conocen y aprovechan tus debilidades? ¿Hay un momento en el que como jugador del equipo que cierra la clasificación lo das todo por perdido? Hay derrotas que revientan el ánimo mucho menos que el empate de ayer, porque en algunos partidos el rival te pasa por encima y te hace desaparecer del campo, ni estás ni se te espera. Pero este empate a dos, la victoria acariciada y no cuajada que aliviaba problemas y brindaba una rampa de lanzamiento con la visita del Alavés en el horizonte, esa frustración en tiempos de necesidad provoca un daño tremendo y de difícil reparación. Los errores cometidos por Osasuna en Elche, los altibajos emocionales, las lagunas en la concentración, todo ello cuando comienza a jugarse a cara o cruz la continuidad del equipo en Primera, dibujan un escenario de conflicto. Arrasate cambió de sistema, el equipo propició una y otra vez superioridad en las contras, pero llegó a la antesala del gol y no acertó a cruzar la línea; el rival apenas inquietó en el área y, sin embargo, le brindaron en bandeja los dos goles. Con toda esa carga y lo negativo que trae el equipo acumulado de atrás, el futuro hoy pinta más negro.

Esa tensión que atenaza a los jugadores de Osasuna interfiere en las conexiones nerviosas del cerebro con los pies. De otra forma, no es comprensible que un futbolista con la sensibilidad de Torres para tocar la pelota la oriente en dos ocasiones fuera del marco con media Navarra celebrando ya el gol que le reportaba la alegría que le había negado por enésima vez la lotería. Algo similar le sucedió a Íñigo Pérez, un zurdo forzando el despeje con la derecha para acabar desempeñando el papel de asistente de Carrillo en el segundo gol del Elche. Y, en fin, la lentitud de Unai García en deshacerse de la pelota (él, que la pone en la bota de un compañero con cambios de dirección de cuarenta metros), origen de ese mismo gol. Demasiadas concesiones en tiempos de apremio en la toma de decisiones.

No sé si sirve de mínimo aliciente aplaudir la disposición del equipo que hizo Arrasate, la buena interpretación del juego con balón y sin balón, la presión alta para incomodar la salida y robar, el partido de Calleri, Rubén García y Moncayola; todo eso no alcanzó mas que para sumar un punto que no cura.

Los directivos no responderán por las pérdidas de la covid. Era una petición de Osasuna, además de Athletic, Barça y Madrid. Finalmente, una modificación del real decreto aprobada por el Consejo de Ministros concluye que los directivos de esos clubes no deben responder por las pérdidas económicas que la covid haya generado en la entidad.