ecesitamos a todos", enfatizó Jagoba Arrasate en la víspera. ¿Y cuándo no?, valoró el aficionado osasunista. Mantener la tensión y el afán competitivo en un grupo de 29 futbolistas no es un asunto sencillo, sobre todo cuando pueden llegar a colisionar egos, intereses particulares, bonus por rendimiento e incluso la explotación de la imagen. Hay que ser de buena pasta para no jugar y no generar mal rollo en el grupo. Pienso ahora en gente afincada en el banquillo, como Ramalho, o en quien criado en el club, como Unai García, espera turno por el buen rendimiento de otros compañeros. En un colectivo de estas características, es más difícil manejar a los silenciados que a los aclamados. Y en esto, como en otras tantas cosas, el entrenador de Osasuna ha demostrado tener muy buena mano. Ayer, quizá empujado por la acumulación de partidos y por una derrota aún sangrante, agitó la alineación, rompiendo el estándar de las últimas jornadas en las que repetía con diez fijos. También son riesgos ponderados, ya que en caso de no salir bien hay un reparto de culpas que en la mayoría de las ocasiones pone la carga de la sospecha en los suplentes y en esa cruel sentencia de "por eso no juegan". Seis cambios de un partido a otro son muchos cambios, es un equipo nuevo. Pero es también el signo de los tiempos, de estos en los que se comprimen las jornadas, con poco margen de descanso entre un compromiso y otro, y con una inquietante amenaza de lesiones. Más que rotar, lo que pretenden los entrenadores es dosificar, repartir los esfuerzos. Pero para el deportista que interviene poco, es una oportunidad, el momento de reivindicarse y demostrar su talento. Y en eso el partido de Mallorca dio para mucho. Dio para ver la potencia en el disparo de Cote, la técnica depurada en el golpeo de balón de Íñigo Pérez (aunque ya ha dejado abundantes muestras) y el alma de delantero de Javi Martínez, reconvertido desde el Promesas en centrocampista todo terreno ante la exigencia de un fútbol especializado. Los tres eran novedad en la alineación y los tres tuvieron un peso determinante en el resultado. "Estamos aquí", dijeron al unísono. Pero este también ha sido un partido para observar al Oier con más llegada al área, a un Areso que debe mejorar para no hacer invocar constantemente a Nacho Vidal -yo también me acuerdo de Aitor Buñuel, que nunca renegó de Osasuna...- y a un Chimy que por primera vez en mucho tiempo encontró su lugar en el campo, ofreció opciones de ataque al equipo, martirizó a los centrales y fue objeto de la falta que desencadenó el segundo gol rojillo.

Si el entrenador quería estimular la competencia, lo ha conseguido. También animar ese debate tan de tertulia sobre quién debe ser titular o no. Sabíamos que si algo ha hecho bien la dirección deportiva -más allá del discutible fichaje de Ontiveros- es armar una plantilla homogénea y con alternativas. 29 futbolistas para poder competir con garantías, aunque hasta hoy mejor en el papel de visitante que en el de local. Un Osasuna en el que una vez más se demuestra, parafraseando los ingeniosos diálogos de la película de Amanece que no es poco, que los futbolistas son contingentes pero el entrenador es necesario. Hizo los cambios a partir del minuto 69 para ganar el partido y lo consiguió. Ahora es urgente vencer en casa, y en ese "necesitamos a todos" hay que incluir también a quienes han renunciado a animar al equipo en El Sadar con un argumento absurdo.

Piden la Medalla de Oro de Navarra para Osasuna. En Presidencia del Gobierno ha quedado registrada la petición documental con la candidatura de Osasuna a la Medalla de Oro de Navarra de 2021. Los promotores de la iniciativa subrayan que cumple todos los requisitos exigidos en el condicionado. Sería un excelente broche al Centenario.