A Osasuna le faltó mordiente ante la Real Sociedad y un detalle fue suficiente para que el encuentro se desequilibrara y los puntos se quedaran en casa. La ausencia de chispa en los últimos metros, la minúscula generación de oportunidades, resultó fatal para el equipo de Arrasate desde el momento que concedió el gol, cuando esprintó, pero no le dio. El tanto de la Real fue una de estas acciones que condimentan los derbis, en la que un actor secundario en el asunto del gol, en este caso un central, Aritz Elustondo, toma el protagonismo en el partido y enarbola la bandera de la decisión.

Osasuna, que remató solo en una vez entre los tres palos, se quedó de nuevo en el papel de equipo abnegado y entregado hasta el último minuto, pero que no es capaz de obtener premio alguno al final. Todo un ejemplo de resignación. Los rojillos volvieron a firmar otro encuentro en el que el empeño no fue suficiente porque, cuando el resultado en contra del partido les exigió, no les alcanzó. También la Real, con menos reparos a la hora de enfilar el ataque, estuvo a punto de engordar su renta.

No fue un partido ni emocionante ni arrebatador. Al contrario, el fragor que se supone en un encuentro de rivalidad pronto quedó disipado mientras se fueron tomando la medida uno y otro.

Muy equilibrado resultó el primer tiempo, sin ocasiones casi, con poca velocidad a la hora de mover el balón, lo que anticipaba el triunfo de las defensas sobre los ataques. Osasuna comenzó muy arriba, con una presión elevadísima que empezaba en el área de la Real, aunque el paso de los minutos se diluyó la validez de la medida, que no la intensidad de los rojillos conforme los txuri-urdin emergían en el encuentro. El equipo de Imanol Alguacil dispuso de la gran ocasión del primer acto, en un disparo desde fuera del área de Ander Martín que resolvió con seguridad Sergio Herrera. Menos puntería tuvo el ataque de los chicos de Arrasate, que no acertaron a rematar entre los tres palos, y apuntaron como oportunidad más clara una dejada de Rubén García en el área que Budimir no atrapó. Chimy Ávila, el mejor argumento de Osasuna mientras estuvo en el terreno de juego y le duraron las fuerzas, fue el encargado de remitir el esférico de esa intentona sin premio, como en todas las anteriores con algo de peligro, que no acierto.

Mucho tenían que cambiar los dos equipos para que cualquiera optara a la victoria. Nuevamente la fatalidad de una juagada a balón parado se cruzó en el camino de Osasuna. No fue una acción limpia, sino que hubo un par de pugnas mal resueltas de por medio antes de que el balón cayera a los pies de Aritz Elustondo, ariete circunstancial en el ataque, que resolvió sin oposición. Los rojillos defendían esa jugada con un hombre menos porque Chimy estaba siendo atendido fuera del campo.Todo influye.

Osasuna tenía 40 minutos por delante para mostrarse en el área rival y buscar el empate, pero no lo consiguió. Su único disparo entre los palos fue poco después del gol local, cuando Rubén García acertó a lanzar a puerta una falta que se enredó en los puños de Remiro, pese a que envió a córner.

Osasuna entró entonces en una carrera contra el crono a la que la Real opuso las oportunidades, firmadas por Isak, Djouahra y de nuevo Aritz Elustondo, todas anuladas por Sergio Herrera. Incluso Juan Cruz debió esforzarse también ante Oyarzabal, relevo de lujo para la última media hora, cuando su disparo enfilaba la portería. Osasuna mantuvo la emoción porque se lanzó a una ofensiva total con el paso de los minutos y la entrada de todos los perfiles ofensivos que había en el banquillo, aunque ello supuso que Chimy, el mejor osasunista pero asfixiado tras un gran partido por la banda, debiera marcharse a la caseta. El gol de Nacho Vidal, anulado por fuera de juego a un minuto del 90, hizo que los aficionados rojillos de la grada gritaran de alegría tras muchos minutos de resignación. Que al final es lo único que quedó.