La semana ha venido fuerte y eso que en lo clasificatorio no parecía que hubiese mucho tema, pero Osasuna anunció la no renovación de Oier Sanjurjo y este final de temporada ha adquirido un cariz diferente: el de despedir a una leyenda del club.

Y es que, no por esperada, no deja de ser una noticia de muchísimo alcance para el futuro cercano de la entidad. No será fácil encontrar jugadores como él (o Torres) que han tenido que lidiar con la época más complicada del club. Eso les ha convertido en figuras diferentes a los capitanes anteriores solamente por tener que vivir esos años tan complicados en los que todos los presentes tuvieron que arrimar el hombro pero estos dos lo hicieron de manera fundamental en aspectos que poco tienen que ver con meter la pelotita en la red.

Además, la salida del capitán rojillo del último lustro obliga a replantear en el vestuario de Osasuna los roles actuales. Obviamente hay gente más que preparada para tomar las riendas. Para empezar el propio Torres que, aunque su rol en el campo es más secundario ahora, adquiere una dimensión muy importante en el vestuario rojillo. Luego tendrán que dar pasos definitivos otros jugadores que han aprendido de Oier. Los García, Barja y, poco a poco, Moncayola. Especialmente los tres primeros parecen listos para afrontar la manija del vestuario pero, sobre todo, un aspecto que el de Estella hacía a las mil maravillas: explicar al de fuera a qué club venía. Solo hay que ver como jugadores tan dispares en la historia rojilla como Damiá o Armenteros se despedían del capitán de Osasuna. También esa capacidad de aguantar críticas sin fundamento por el hecho de "ser el de casa".

Oier es un perfil de jugador que cada vez escasea más, una prolongación del entrenador en el campo por su liderazgo pero también por su capacidad de lectura táctica dentro del campo. Técnicos tan distintos como Enrique Martín o Diego Martínez así lo vieron. ¿Acabará Oier sentado en el banquillo de Osasuna? Solo el tiempo y él mismo lo dirán.

De momento, Osasuna, como entidad, lo que tiene que hacer es despedir como se merece a una las figuras más importantes de la historia del club y, especialmente, de este siglo, pero de verdad y sin postureo. Algo que Oier sienta que representa los valores que tanto ha defendido y transcendido.