Habrá que ir desempolvando los viejos manuales de supervivencia. A la cuenta atrás de los diez últimos partidos, Osasuna llega en una posición delicada; es cierto que en puntos tiene una ventaja de dos partidos sobre el primer equipo de la zona de descenso, pero las referencias más cercanas recuerdan que en las diez jornadas precedentes (de la 19 a la 28) el equipo de Vicente Moreno solo ha sumado cinco puntos y si extrapolamos esa cifra a lo que queda de calendario no le alcanzaría para ponerse a salvo. Y las estimaciones apuntan a la obligación de sumar al menos nueve puntos para evitar problemas.

Es una decepción que Osasuna haya llegado a esta situación en una temporada en la que Budimir rompe récords con sus goles, el club desembolsa 5 millones por un central y futbolistas como Areso, Oroz y Rubén García han ofrecido su mejor versión. Pero "el fútbol es asín", como decía aquel curtido entrenador andaluz, y cuando todo apuntaba a una temporada tranquila, una mala gestión recupera los viejos dramas tan conocidos en otros tramos finales del Campeonato.

Decadencia futbolística

En realidad, a mí me preocupa más esta decadencia futbolística de los últimos meses, esa falta de reacción, el deteriorado estado anímico de la plantilla (según confesó Rubén García al final del encuentro), los pocos argumentos del entrenador para darle la vuelta más, digo, que el calendario que asoma por delante.

Para empezar, a Osasuna le esperan cuatro citas en El Sadar en las que debería hacer valer su condición de local arropado por su público (el que nunca falla), especialmente en la visita del Espanyol. Es lejos de Pamplona donde esperan enfrentamientos a cara o cruz, en particular con Leganés, Valladolid y Alavés en la última fecha.

No está en duda la cualificación de la plantilla para superar este aprieto, pero carece de jugadores (excepción hecha de Barja y Unai García, que cuentan poco y nada para el entrenador) que hayan tenido que lidiar en el campo una tesitura semejante; recordemos que en los siete últimos cursos, en Segunda y Primera, nunca había visto el osasunismo tan comprometida la permanencia a estas altura de Liga. Tampoco hay futbolistas con la personalidad e influencia de César Cruchaga, especialista en encender ánimos decaídos y reclutar a los más escépticos para la causa con aquellas arengas que remataba con un "aquí no se rinde ni Dios".

Falta de liderazgo

Lo que nos lleva a señalar otra de las carencias de esta plantilla como es la falta de liderazgo, al menos de puertas del vestuario para afuera. El aficionado no encuentra a quién señalar como referente, algo a lo que también contribuye la cada vez menor exposición de los futbolistas en comparecencias públicas, desde hace tiempo sometidas a un mediatizado control. El entrenador es el que más da la cara, pero ni lidera el proyecto, ni domina la escena, ni su mensaje convence ni sus decisiones en partidos como el de ayer hay por donde cogerlas. Tampoco le ayuda la propalación de rumores que apuntan a un ultimátum lanzado desde la dirección del club. Desde la llegada de Luis Sabalza a la presidencia del club las destituciones de Urban, Martín y Caparrós no arreglaron nada (salvo cuando el técnico de Campanas sustituyó a Mateo).

La actitud nada contundente de Braulio Vázquez en las últimas semanas respaldando a Vicente Moreno también mosquea a los aficionados sobre los planes inmediatos del club. Asoma una emergencia y, pese a los avisos, les ha pillado desprevenidos.