pamplona - En las 28 robadas que posee en la Magdalena, Juan Mari Zabalza cosecha en verano más de 6.000 lechugas a la semana. Es el hortelano de Pamplona y la Cuenca por excelencia. Nació hace 84 años en la Rochapea, pero después de toda una vida dedicándose a las hortalizas en su huerta dice que es "de la Magdalena". Sus abuelos también eran hortelanos -su padre y sus tíos vivieron en las huertas de Arantzadi- y varios de sus nueve hijos y 15 nietos continúan con la tradición. Una familia de cinco generaciones que comparte profesión y pasión por el oficio de la tierra. "La huerta es lo que más me gusta, donde más a gusto estoy. Es duro porque hay que madrugar y estar hasta que caiga el sol, pero teniendo afición no hay nada más bonito que ver crecer las plantas", resume Juan Mari.

El veterano hortelano vio por primera vez las lechugas cuando solo tenía 7 meses, comenzó a colaborar son su familia a los 11 años, e intensificó su trabajo y dedicación cuando su padre murió con 48 años, aunque seis años antes ya acudía de forma regular a la finca. Ahora, no trabaja como antes, según dice, pero siempre "ayudas un poco". "Más que trabajar ahora me entretengo", señala. Es su hijo, con el que comparte nombre, quien lleva el peso de las huertas de la Magdalena, ayudado por sus nietos Javi y Mikel y por varios peones en verano, la estación del año en la que se encuentran con más carga de trabajo. El resto de Zabalzas que se dedican al negocio familiar -seis de nueve- se encargan de la producción y venta de frutas, verduras y hortalizas en una nave en Landaben, dos puestos en el mercado del II Ensanche y un puesto en el mercado de Santo Domingo.

La labor que la familia Zabalza desarrolla con las frutas y verduras ha crecido de forma exponencial con los años: nació con la pequeña huerta de 7 robadas de sus padres, hasta llegar a contar con una página web de venta on line de productos: www.frutaszabalza.com. La base, su finca, se ha cuatriplicado desde los primeros años, tras comprar los terrenos a familiares u hortelanos que se iban retirando del oficio.

inundaciones y cambios Por su trabajo y el lugar en el que vive -una casa en la Chantrea a diez minutos a pie de la huerta-, su vida ha estado ligada a la meteorología. Aunque las últimas inundaciones provocaron que perdiera toda la producción plantada en junio -"justo cuando mejor está"-, recuerda temporales más violentos: "Hace más de 60 años nos entraba el río a la cocina y las mesas andaban bailando". En su opinión, este factor es clave para que no se edifique en la zona: "En la Magdalena no se edifica porque entra el río. Yo recuerdo hace diez años las huertas de la Rochapea, que eran estupendas y parecían jardines, pero las quitaron para edificar".

Para Juan Mari, el trabajo de explotación de una huerta ha cambiado gracias a la incorporación de las técnicas y herramientas modernas y ha permitido a los que se dedican a ella vivir de una forma más tranquila. "Antes todo se hacía a mano y con caballos, se hacían cántaros para regar y eran tiempos mucho más duros", rememora.

Otros cambios de los que habla tienen que ver con los hábitos alimenticios de los pamploneses. Según su experiencia, antes no se vendían tantos productos de la huerta, a excepción de las berzas y puerros, que tenían "mucho éxito". Como curiosidad, comenta que ahora "se vende cardo y borraja pero limpio, porque las mujeres son más cómodas, tienen menos tiempo, y lo quieren ya limpio". Con respecto al producto estrella, como no podía ser de otro modo, es la lechuga. De los 12 invernaderos que planta en verano -4 en invierno-, una gran parte los dedica a esta hortaliza.

El hortelano también destaca que no utilizan ningún tipo de fertilizantes, solo abono natural, y que tampoco tienen plantados árboles "porque dan sombra y chupan mucha agua". Sí que cuenta con algún frutal en los límites de sus terrenos porque "siempre hay que tener algo".

Pese a las advertencias que siempre ha hecho a sus hijos -"les he dicho toda la vida que es un trabajo duro, que hagan otra cosa", cuenta-, pocos han seguido sus consejos. Quizá sea por ver la felicidad que a él le otorga el trabajo en la huerta. "El campo es sano, hay que levantarse pronto porque para las seis y media ya vamos al mercado viejo, pero estoy contento y feliz", asegura.