pamplona - Nieta de Isidoro Eguía Olaetxea, asesinado en Zizur en septiembre de 1936, Orreaga Oskotz, aporta en las jornadas de ZER la visión de la memoria de las víctimas. Lo hará en un diálogo con Jaqueline Urla, nieta de Amadeo Urla, asesinado junto con el hermano mayor de Isidoro en la matanza de Valcaldera.

¿Qué significan estas jornadas para usted?

-No es la primera vez que se pregunta qué hacer con el edificio, pero sí planteándolo a la ciudadanía de un modo sosegado y sin imposiciones. El formato es adecuado para abrir ese debate tan escaso en la comunidad, donde todo se decide en despachos y llega muy precocinado y negociado. Se decida lo que se decida hay que dedicarle tiempo. Que no ocurra como con el cambio de nombre de la plaza, que pasó más como una disputa entre las diferentes sensibilidades en un pleno acalorado y con protagonismo por varias partes.

Los organizadores hablan de la importancia de abrir el debate y hacer pedagogía.

-Es importantísimo abrir ese debate. Es cuanto menos curioso, sino alarmante, ver cómo algo intocable, inamovible, ahora con tanta rapidez y sin apenas obstáculos ‘aparentemente’ se ha dado a entender que una vez sacados los restos, en especial de Mola y Sanjurjo, ya se ha hecho todo lo que se podía. Junto con el cambio de algunas placas, Iruñea ahora es menos fascista y cómplice de lo acaecido en la guerra.

¿Se habla lo suficiente?

-Lo suficiente no. Nada. Y menos sobre este tema. Porque, ¿de qué estamos hablando? Yo hablo de detenciones ilegales, de palizas y torturas, de asesinatos, de desapariciones hasta el día de hoy, de robos bajo el manto protector de aquellos que se erigieron como jueces, de exilio forzado. Pero que no nos confundan, Mola y Sanjurjo no hicieron solitos el trabajo. Si los que saben qué hubo y hay detrás nunca lo hicieron (hablar) y quienes escucharon sus explicaciones y las aceptaron tal cual creen que ya todo está dicho y hecho, ¿para qué pararse a pensar sobre cómo y qué gestó y parió el monumento?

La comparación entre víctimas en cunetas frente a enormes mausoleos de homenaje a sus verdugos debe de ser muy dolorosa. ¿Cómo lo vive?

-Mi familia me educó para no mirar aquello que los cómplices y perpetradores del asesinato de los nuestros miraban y alababan hasta la saciedad. En cambio sí nos enseñaron sin emitir palabra dónde no podíamos entrar a comprar porque eran negocios de personas implicadas en los asesinatos y desapariciones de nuestras familias, así como asiduos espectadores de los fusilamientos de la Vuelta del Castillo. Negocios que se ampliaron gracias al enriquecimiento por las joyas mal vendidas de quienes tenían que salir de aquí con lo puesto. De esa memoria somos nosotros sus dueños y de igual modo la gestionamos.

¿Qué hacemos con el Monumento?

-Comprendo que para los arquitectos este espacio y el monumento sea algo goloso. Pero hacernos creer desde el Ayuntamiento que con eliminar ciertos elementos, abrir ventanas o dejar que la naturaleza lo invada y se cree un nuevo espacio van a borrar lo que significó nos toman por imbéciles y desmemoriados. Esto no es Alemania, allí perdieron la guerra y aquí la ganaron. Ese edificio es una de las mejores representaciones de la ideología que lo generó.

¿No se puede ‘desactivar’ su simbolismo con otro uso?

-Los símbolos no se desactivan. Son como los virus, tienen una gran capacidad para transformarse y adaptarse al medio. Son un material muy moldeable, esto es, manipulable sobre todo cuando un pueblo ignora o quiere ignorar qué y quién generó esos símbolos, pero sobre todo para qué. No en vano llevamos 80 años tragando con sus colores, sus canciones, sus gritos de protesta adaptándolos al momento político de turno. Quienes han controlado la intensidad simbólica e ideológica del edificio saben que mientras esté en pie siempre nos recordarán que ellos ganaron, ¡y de qué manera! Lo han vaciado, pero siempre olerá a muerte y en cualquier momento entre sus herederos ideológicos crecerá una nueva leyenda para trasmitir su mística. Mal vamos cuando plantear un poco de chapa y pintura en el edificio no les incomoda. Saben que con estos políticos no lo van a derribar.

Usted apuesta por el derribo.

-Opino que es necesario. Me resulta alarmante que ahora quieran hacer pedagogía sobre estos cimientos. Han tenido muchos años. Si quieren pedagogía ¿para qué necesitan ese mamotreto? Tienen uno de los mejores ejemplos de represión y sadismo en el Fuerte de San Cristóbal. Yo sería partidaria de pagar el derribo por cuestación popular, algo muy común en esta tierra. Haría menos costosa la operación y aportaría una pequeña dosis de satisfacción al portador del boleto.