pamplona - Una marca de complementos que recoja la esencia de distintos países apoyando a comunidades y artesanos locales. Esa es la idea principal que dio forma a Zocco Handmade, el proyecto que iniciaron hace dos años la pamplonesa María Razquin, la donostiarra June Arrieta y Uxue Barrenetxea, de Oiartzun. Estas tres jóvenes, que estudian Liderazgo Emprendedor e Innovación en la facultad que la Universidad de Mondragón tiene en Irun, aseguran que la marca surgió de manera “no intencionada”.
Ninguna de las chicas tenía conocimientos de diseño de moda, así que de manera independiente decidieron importar varias telas de Marruecos. Las convirtieron en bolsos y crearon una página en Facebook donde empezaron a vender los productos. Cuando consiguieron un mínimo de ventas, viajaron hasta Marruecos para comprar personalmente las telas pero se toparon con la realidad y decidieron dar un nuevo rumbo a Zocco. “En la Medina de Marrakech nos dimos cuenta, al ver los precios, que teniendo en cuenta los intermediarios, el beneficio real que se llevaba el artesano era prácticamente nulo”, explica Razquin. Ahí les surgió la inquietud: querían conocer el inicio de los materiales con los que iban a trabajar.
En un nuevo viaje a Marruecos para contactar con diferentes organizaciones que trabajasen por el empoderamiento de la mujer, se concienciaron con ese tema y también con la problemática de los artesanos. Allí encontraron un grupo de estudiantes que trabajaba con los artesanos. Ellos buscaban dar salida a sus productos y ellas tratar directamente con los artesanos que hacían las telas. “Parecía la fusión perfecta, pero la realidad es que necesitas estar allí físicamente para controlarlo todo y trataron de engañarnos”, asegura la pamplonesa, por lo que cortaron la relación.
Finalmente, tras cuatro visitas al país norteafricano, lograron consumar sus contactos para llevar a cabo la producción sostenible. Cada bolso de Zocco contiene un tarjetón con una explicación de su recorrido. En primer lugar, las materias primas se colorean con tintes naturales. Paralelamente, las mujeres de la asociación Tithrite, del poblado Ait Hamza, diseñan los patrones. Una vez elegido el diseño, comienza el proceso de creación sobre un nuevo telar. Cuando está terminado, se envía a Marrakech, donde tiene dos posibles vías: si el bolso tiene cuero lo confeccionan un grupo de artesanos especializados, y si es solo tela, las encargadas de coserlo son un grupo de mujeres con discapacidad, de la asociación Al Kawtar.
A esta aventura se unió un poco más tarde India. “Con la universidad viajamos allí y dimos con Kondhava, un slum a las afueras de Pune. Conectamos muy rápido con Quilt Culture, la asociación que trabajaba allí con el tema textil”, comenta Razquin, que confiesa que por la cuestión idiomática, han notado que “de alguna manera se distorsionan un poco los mensajes”. En este sentido, reconoce que sin son “capaces de crear algo fuera, también deberíamos poder crear un proyecto social a nivel local. Si en un futuro surge la opción, genial”. El problema, considera María Razquin, es que hacer algo económicamente sostenible y que genere impacto social todavía no entra en nuestra mentalidad. Su intención era abordar la cuestión de la moda ética mediante un pago justo, pero “que además las mujeres desarrollen un aprendizaje y se den cuenta de sus derechos, libertades y capacidades”, explica la joven diseñadora.
El objetivo, ahora que han resuelto la cadena de valor, es conectar a la persona que lo hace con la que lo compra. La idea es que en la etiqueta figure quién ha hecho el bolso y poder saber un poco más sobre ella a través de la web (https://www.zoccohandmade.es). “La sociedad de hoy en día se ha acostumbrado a un consumo rápido e inconsciente y no sabemos quién está detrás de las prendas”, concluye Razquin.