Se retiran los hermanos Redín, dueños de cuatro míticas tiendas de Pamplona
El 31 de enero, Iñako, Marisa y Julia traspasan sus tres perfumerías y la droguería de Martín Azpilcueta tras 70 años y tres generaciones de comerciantes
Después de siete décadas y tres generaciones, los hermanos Redín se despiden de sus perfumerías –calle Irunlarrea, Zapatería y avenida Bayona– y de la droguería ubicada en Martín Azpilcueta. El 31 de enero, Marisa, Julia e Iñako traspasarán el negocio familiar a una empresa que continuará al frente de estas cuatro tiendas míticas de Pamplona. “Nos vamos los tres de la mano y con la tranquilidad de que los seis empleados van a mantener sus puestos de trabajo”, comenta Iñako Redín.
“Nos vamos los tres de la mano y con la tranquilidad de que los seis trabajadores mantendrán su empleo”
La saga familiar se remonta a principios de la década de los 50. En esa época, Secundino Redín –abuelo de Marisa, Julia e Iñako– inauguró el primer negocio, ubicado en la Colonia Argaray. “Era pintor y rotulista de carteles y neones que adornaban las tiendas. Trabajaba en casas particulares y en su taller de la Media Luna, que transformó en tienda de pinturas”, explica Iñako.
Clemente Redín –hijo de Secundino y padre de Marisa, Julia e Iñako– ayudaba a su padre como mozo de pintura y también le empezó a echar una mano en la tienda. En 1957, tras cinco años de aprendizaje, Clemente abrió una droguería en la Txantrea con un objetivo muy claro: conseguir el dinero suficiente para contraer matrimonio con su novia Julia Arrasate. “Le decía a mi madre que se podrían casar cuando sacara 30 pesetas al día de beneficio”, recuerda Iñako. La droguería, que también ofrecía una sección con productos de pintura, empezó con muy buen pie porque al año siguiente, en 1958, Clemente y Julia ya eran marido y mujer.
Los tres hermanos se criaron en la droguería, ubicada en la Plaza Txantrea. “Los aitas se pasaban todo el día trabajando en la tienda y, por no dejarnos solos en casa, nos llevaban con ellos. Enseguida te ponían a barrer o a hacer cualquier cosa para que estuvieses entretenido”, rememoran los hermanos, que poco a poco se forjó en el oficio de comerciante. “Siempre estábamos ahí, al quite, echando una mano cuando hiciese falta. Nunca hemos tenido verano”, subrayan.
Poco a poco, el negocio familiar se fue expandiendo por la ciudad. A finales de los 60, Clemente abrió otras dos droguerías en la Rochapea y San Jorge –ambas ya están cerradas– y hace 50 años un amigo le traspasó dos locales en Martín Azpilcueta: la cuarta droguería y la primera perfumería. “Mis padres se encargaban de todo y siempre estaban rodeados de buena gente. Además, eran otros tiempos donde los negocios se llevaban de una manera más sencilla”, señala Iñako.
A principios de los 80, Marisa y Julia cogieron las riendas de las droguerías y la perfumería y en el 92 Iñako también empezó a trabajar con sus hermanas. “Siempre ha sido una dirección mancomunada. Los tres nos encargábamos un poco de todo. Entre hermanos, te dices las cosas más fácil que entre socios que no son familia”, bromea Iñako. En esta época, ampliaron la línea de perfumerías y abrieron locales en Irunlarrea, Zapatería y Benjamín de Tudela.
¿Y dónde reside el secreto para mantener varios negocios familiares durante décadas y décadas? Los hermanos aportan sus tres claves: trabajo, formalidad y un trato exquisito con el público. “Viendo la competencia que teníamos, nos apuntamos a un programa de la Cámara Navarra de Comercio que evaluaba la calidad del servicio que ofrecíamos. Conseguimos la mejor nota de la historia”, indica Iñako.
En estas semanas, los clientes están devolviendo “con creces” ese buen trato recibido. “Nos hemos dado muchos abrazos y besos. Les da mucha pena que nos vayamos, que no saben qué van a hacer sin nosotros. E incluso una vecina de Martín Azpilcueta se metió hasta la oficina donde estaba mi hermana y le dijo que estaba muy enfadada por su jubilación y que no sabía dónde iba a comprar jabón y lejía cuando no llevara dinero encima porque con la clientela del barrio manteníamos la tradición de dejar dinero a fiar. Cada una de las despedidas nos genera una emoción tremenda. Estos momentos son los que más llenan”, confiesan.
Los tres hermanos agradecen la fidelidad de los clientes durante tantas décadas. “Ha sido un placer enorme ayudaros, que hayáis pasado tanto tiempo con nosotros, que en los tiempos difíciles hayáis seguido viniendo y que os fiaseis de nuestro consejo fiel y honesto. Solo se les puede dar las gracias. La ama y el aita estarían contentos si pudieran ver esta despedida”, confiesan.