Sanfermines para el pueblo, pero sin el pueblo. Así han entendido esta legislatura la forma de proceder de Navarra Suma con la fiesta los colectivos populares de la ciudad, y sobre todo las peñas. Porque nunca, hasta el año pasado, se había caldeado tanto el ambiente presanferminero en la ciudad. Las decisiones de Navarra Suma de llevar fuera de la fiesta a los colectivos populares de Herri Sanferminak, pero también a los inmigrantes, y hasta incluso molestar a los vendedores ambulantes, contrariaron a los agentes de la fiesta. Aún más, logró enfadar y mucho a los vecinos de la Plaza del Castillo y a los hosteleros del Casco Viejo por la polémica de las barras de la Plaza del Castillo. Abrir tantos frentes era algo inaudito en Pamplona. Pero pasó, y Navarra Suma se encargó de conseguirlo.

La legislatura que ahora termina pasará a la historia por la suspensión de los Sanfermines a causa de la pandemia del Covid. Dos Sanfermines menos, lo que no ocurría desde la Guerra Civil. No hubo fiestas ni en 2020 (cabe recordar aquel no Chupinazo con pañuelo gigante que no acabó de gustar), ni en 2021. Por eso las de 2022 estaban predestinadas a marcar un hito internacional. El alcalde Enrique Maya llevaba dos años contando los días y en esa espera ya había lanzado varias ocurrencias. Que si iba a organizar toros en San Fermín Txikito, que si iba a aumentar en tres días las fiestas... No hubo mes en el que no saliera con una idea, “tinta de calamar”, como las calificó la oposición, para “tapar su mala gestión”. Ideas todas que no cuajaron y que además la situación sanitaria no permitió. 

“En 2022 imagino los mejores Sanfermines de la historia”, anunciaba el alcalde en el otoño de 2021. Pero no acertó. Se lo propuso, y para arengar a las masas lanzó una perla más, la promesa de un macroconcierto en San Fermín de la mano de un artista de talla internacional, algo que nunca había ocurrido en antes en los Sanfermines, pero que ni falta que hacía. 

Se aventuró a lanzar el cebo, sin tener nada cerrado, y le salió mal. Así, a las puertas de Sanfermines, la concejala de Cultura de entonces, María García Barberena, anunciaba que había sido imposible alcanzar un acuerdo para contratar un artista de primer nivel internacional “por sus elevados cachés” y, más aún, por el rechazo de muchos artistas a actuar en los Sanfermines por su marcado carácter taurino. Se ponía así el dedo en la llaga a un tema que está ahí, el futuro de los Sanfermines y la fiesta del toro, un binomio cuestionado por una parte de la ciudadanía, pero al que nadie quiere meter mano.

Por la calle de en medio

Navarra Suma ha tirado por la calle de en medio con los Sanfermines. Ya tenía a Pamplona acostumbrada a ello, pero esta vez se empeñó a fondo. Así se guardó el alcalde hasta el último momento el nombre del lanzador del Chupinazo (saltándose la dinámica de la votación popular puesta en marcha en los años anteriores), y, en vez de consensuar la decisión con el resto de grupos, quiso arrogarse el privilegio de elegir a José Carlos Unzué, un nombre que, de hecho, llevaba meses en la mente de la ciudadanía y que, si se hubiese preguntado a ésta, habría salido por goleada. 

Se empeñaba Navarra Suma en preparar unos Sanfermines participativos, pero nunca le salió peor la jugada. Habilitó un buzón de sugerencias para la ciudadanía (al que se mandaron 119 propuestas), pero la Mesa de Sanfermines no tuvo poder decisorio sobre ninguna de ellas. El postureo, en palabras de la Federación de Peñas, de Navarra Suma con la participación y la fiesta, acabó por saltar por los aires. Un rotundo comunicado de todas las peñas dejaba claro que nunca se les había dejado más lejos de la fiesta que ahora. Y tomaron una drástica decisión: durante los Sanfermines de 2022 dejaron de tocar a su paso por delante del Ayuntamiento.

Los colectivos de la diversidad se negaron a montar en Trinitarios, espacio al que se les mandó sacándoles de Antoniutti. Patxi Cascante

No era poco para el alcalde, cuando se le ocurrió, a golpe de vara de mando, sacar a los colectivos de Herri Sanferminak fuera de las plazas de la fiesta, de nuevo a la Runa, “desterrados” más allá de la muralla, como denunció la oposición municipal. Se negaron a montar allí. No fueron los únicos: también allende los mares, a Trinitarios, fueron relegados los colectivos de la diversidad. Se le sacó de Antoniutti y se les ofreció otra ubicación. También se plantaron. Y por si fuera poco, también consiguió Navarra Suma incomodar al colectivo de ambulantes en San Fermín. Una, más que cuestionable, reserva de parcelas, en medio del proceso de subasta, fue la gota que colmó el vaso. Muchos de ellos se negaron a pasar por el aro y no vinieron a San Fermín. Nunca hasta ese año se había generado más desencuentro entre el Ayuntamiento y los colectivos protagonistas de la fiesta

Las barras de la discordia

Aún le quedaba un as más a Navarra Suma en la manga para soliviantar a la ciudad. De un día para otro los bares de la cuesta del Labrit se enteraron por la prensa a finales de abril (con todo ya planificado) de que no se les iba a permitir instalar las carpas, como venían haciendo durante años, por las denuncias vecinales y el ruido que generaban, se les argumentó desde Seguridad Ciudadana. Y así estaba la cosa, cuando Navarra Suma decide crear un nuevo espacio en la fiesta, la vieja Plaza del Castillo, al servicio de diez barras de bar y un macroescenario con djs de tarde y noche. 

La idea no pudo caer peor, ni tan siquiera gustó a sus votantes. No solo por lo que significaba de ocupación del cuarto de estar de la ciudad, sino por lo que suponía ceder para un uso hostelero privado y limitado (solo pudieron concurrir establecimientos de la plaza y el Labrit) este espacio privilegiado, mientras que los bares del entorno luchaban para superar la agónica situación económica en la que les dejó la pandemia. Más aún, se denunció el uso que Navarra Suma hizo de la Ordenanza de Sanidad, echando mano de una más que cuestionable excepcionalidad, para permitir funcionar a estas barras sin conexión a la red de agua corriente (lo que sí exigían en otros espacios de la fiesta).

Aquello terminó con más de un expediente sanitario del área municipal y, lo que no se esperaba el equipo de Maya, la movilización de los vecinos y vecinas de la Plaza del Castillo, que salieron a los medios de comunicación a denunciar el hastío. Y aunque para Navarra Suma las barras fueron “un éxito”, lo curioso es que han tenido que recular y ya no se van a volver a repetir, un cambio de rumbo que se ha conocido en plena precampaña electoral.