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B.B: adiós a una peluquería pionera en Iturrama

El matrimonio entre Jesús Barcos y Asunción Beloki se despide este 5 de julio tras 43 años de actividad

B.B: adiós a una peluquería pionera en IturramaOskar Montero

 55 años con unas tijeras en la mano se dicen pronto. Son los que lleva Jesús Barcos Beorlegui. Tiene 68. El 5 de julio, junto a su esposa Asunción Beloki, jefa y compañera aunque no corte el pelo, se despiden del negocio que ha sido su segunda casa (casi la primera por el tiempo dedicado) desde 1982: la peluquería Barcos Beorlegui.

En todos estos años han visto pasar de la moda del pelo largo en hombres a la actual del degradado. De las maquinillas manuales, que hoy lucen en un marco de la pared de su peluquería como reliquias, a las automáticas. También a varios empleados, aunque desde 2011 el matrimonio está mano a mano en la peluquería. Pero sobre todo, la vida del barrio Iturrama, que es la suya también, por delante: “Hemos visto a los vecinos cambiar el carrito de los bebés por el tacatá. Nosotros mismos hemos envejecido y no nos hemos dado cuenta”, reconoce Barcos.

Fue pionero en el barrio en juntar a mujeres y hombres en la peluquería: “No tenía colgado el cartel de caballeros y entró una clienta que vino aquí hasta que falleció”. A día de hoy es la más antigua que sigue funcionando en Pamplona después de que los cuatro compañeros que se formaron con él se jubilaran hace pocos años.

Pero ni a Barcos le entusiasmó la idea de cortar el pelo desde el principio ni Beloki ha estado siempre en la peluquería. Hasta 2011 se dedicó al cuidado de sus dos hijos y solo iba de forma esporádica a ayudar. Era “el salvavidas de B.B.” Por su parte, Barcos empezó obligado. A los 13 años se sumó a las filas del negocio familiar, una peluquería en la Txantrea que tenía su padre y en la que ya había empezado su hermano. “Hacía de todo, desde preparar el agua para afeitar a que un cliente me enviara el recado de comprarle tabaco”, recuerda Barcos.

Barcos, junto a Beloki, muestra las tijeras, su herramienta de trabajo

Cuando tuvo ganas de “volar de casa”, se apuntó a la academia de señoras Elizabeth para aprender a cortar. De ahí fue a parar a Virgen del Puy, en San Juan, una academia avanzada donde estudió oficialía de segundo grado. Le cogió “el gustillo” a la peluquería. Justo cuando se pusieron de moda las melenas en hombres. “La peluquería de caballeros estaba en desuso total. Me preguntaban ‘¿eso para qué? Si no nos cortamos el pelo’”. Era el único que lo llevaba corto de sus amigos. Siempre a contracorriente.

Barcos, que veía que su oficio por aquel entonces no estaba solicitado, hizo una mili peculiar en 1978. Destinado en Córdoba, desde los más altos cargos hasta el total de los reclutas pasaron por sus manos. O más bien, por sus tijeras. “Hice la instrucción, juré bandera y ya no me soltaron. Un peluquero ahí era una joya”.

Una vida de entrega

Berloki y Barcos solo eran amigos la primera vez que él le cortó el pelo: “No me gustaba como me lo habían dejado y fui pensando ‘sálvame’”, rememora Beloki. Barcos dice a día de hoy que no se jugaba nada en ese corte, pero está claro que fue de sus más exitosos a la larga. Además del matrimonio, no se arrepienten de haber compartido también espacio laboral. “Llevamos casados 42 años y aquí estamos, felices de la vida”, celebran ambos. Es la muestra del éxito que han tenido. Lo único que lamentan es que a veces les ha faltado tiempo para descansar y hablar cuando llegaban a casa debido al horario (9.30-13.30 y 16.30-20.00).

“Al final trabajas para casa, sabes que el otro no te va a fallar”

Pero se siguen quedando con las ventajas: “Al final trabajas para casa, sabes que el otro no te va a fallar”. Tras la jubilación, tendrán más tiempo para disfrutar de las escapadas al monte que durante este tiempo han quedado recluidas a los sábados por la tarde y domingos por la mañana. Eso sí, siempre que sus cinco nietos se lo permitan.

Además del uno al otro, han dedicado su vida a sus clientes, que son los que han hecho que su trabajo no sea monótono. “Nosotros hemos querido tratarlos como amigos”, reconoce Beloki. Las conversaciones con ellos hacen especial su trabajo. “Lo bueno que tiene la peluquería es que es muy humana, todo el mundo tiene nombre y apellidos. Es un oficio bonito”, reflexiona Barco. Además, reconocen entre bromas que han sido pluriempleados, ya que han hecho de psicólogos de sus clientes. Y más barato. Los que lo deseen, podrán seguir acudiendo. Una mujer con 25 años de experiencia en el sector va a tomar el relevo y pretende abrir el 1 de agosto.

“Lo bueno que tiene la peluquería es que es muy humana, todo el mundo tiene nombre y apellidos. Es un oficio bonito”

Despedida

“Todos los días estoy despidiendo a gente que no ha conocido otra peluquería”. Barcos admite ahora que toca decir adiós que es duro emocionalmente. Pese al tiempo que ha pasado, recuerda sin esfuerzo su primer corte en B.B. A Carlos Oroz el 17 de junio de 1982. Sabe hasta el día de la semana: jueves. Este 5 de julio ha invitado a familiares y amigos para hacer sus últimos cortes. El último tiene decidido que será el de su hermano, con el que empezó en la peluquería familiar.

Pero Barcos aún va a seguir tirando de tijera. Aunque reconoce que no sabe todavía como quiere el flequillo Beloki, le seguirá cortando el pelo. El contador no se va a detener en 55 años.