Décadas preñadas de dolor y sangre
La disolución de ETA supone el fin de la última de las grandes organizaciones armadas europeas que, mucho antes del yihadismo, sembraron el terror en los años 70 y 80 con un balance de 864 víctimas mortales.
ETA se ha disuelto tras casi 60 años de actividad durante la que ha provocado 864 víctimas mortales -según el Ministerio del Interior-, de las cuales el 90% fallecieron en atentados cometidos durante la democracia. Además, secuestró a alrededor de 80 personas, extorsionó a 10.000 empresarios; y se disuelve con 358 crímenes sin resolver y sin haber colaborado en ello, aunque otors estudios situan esa cifra en la mitad. ETA nació el 31 de julio de 1959, pero su primer atentado mortal fue el 7 de junio de 1968, cuando asesinó al guardia civil José Antonio Pardines en un tiroteo en un control de tráfico en la N-I, en Aduna. El último crimen lo cometió el 16 de marzo de 2010, cuando mató al gendarme Jean-Serge Nérin tras un intercambio de disparos.
La disolución se produce casi siete años después de haber anunciado el fin de su estrategia militar el 20 de octubre de 2011, pasados tres días de la Conferencia de Aiete, en Donostia. Sin embargo, su desarme no se oficializó hasta el 8 de abril de 2017, con la escenificación de Baiona, en la que los Artesanos de la paz hicieron entrega a la Comisión Internacional de Verificación (CIV) de las coordenadas de ocho zulos que debían contener 120 armas y tres toneladas de explosivo. La organización armada había perdido parte del material durante los últimos años de su actividad en la que fueron continuas las detenciones de sus comandos.
Tras realizar un inventario, se comprometió a localizar ese armamento. El 25 de abril, a escasos días del acto de Kanbo, ETA facilitó la localización de 24 armas cortas, 500 detonadores y 200 matrículas.
A lo largo de su trayectoria, ha asesinado a 506 miembros de las Fuerzas de Seguridad, 58 empresarios y 39 políticos. La organización ETA, una de las más antiguas del mundo, ha sido la que más víctimas mortales ha causado en la Europa occidental después del IRA provisional. A los asesinados, se suma casi un centenar de personas secuestradas -el más largo fue el del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara (532 días) y el último de los numerosos empresarios retenidos fue Cosme Delclaux, liberado en 1997- y más de 20.000 víctimas entre heridos y damnificados. ETA recurrió a la amenaza y la extorsión, sobre todo a empresarios, a quienes exigió el impuesto revolucionario.
El asesinato del almirante Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973, en la época franquista, fue su primer atentado de grandes dimensiones y dio a la banda proyección internacional. Sin embargo, alrededor de 700 de sus más de 800 crímenes los cometió en plena democracia. Tras centrarse al principio en objetivos militares y de las Fuerzas de Seguridad del Estado, luego adoptó la estrategia denominada socialización del sufrimiento por la que asesinó a concejales, cargos políticos, periodistas, etc. El terror se extendió y miles de personas vivieron con escolta. Además, la kale borroka acompañó a la actividad de ETA.
Tras el atentado contra Carrero Blanco, la organización provocó trece muertos y 80 heridos en la cafetería Rolando de Madrid. En 1977 puso en marcha una campaña contra la central nuclear de Lemoiz en Bizkaia con 246 actos de terrorismo y cinco asesinatos. Poco después inició otra campaña contra el mundo de la droga con un saldo de 63 atentados y 15 muertos. La banda cometió sus acciones terroristas más cruentas en la década de los 80, en los llamados años de plomo. En esa década acabó con la vida de la militante de la banda María Dolores González Katarain, Yoyes, que abandonó ETA en desacuerdo con su estrategia (septiembre 1986).
El más importante de los atentados de esa década lo perpetró el 19 de junio de 1987 cuando colocó explosivos en un centro comercial de Hipercor, en Barcelona, que causó la muerte de 21 personas, entre ellos cuatro niños. También el atentado contra la casa cuartel cometido el 29 de mayo de 1991 en Vic con un coche bomba que ocasionó 10 muertos. El 23 de enero de 1995, un pistolero de ETA asesinó en Donostia al presidente del PP en Gipuzkoa Gregorio Ordóñez; y el 19 de abril atentó contra el entonces presidente del PP, José María Aznar, que resultó ileso. Un año después, el 6 de febrero de 1996, asesinó en Donostia al abogado Fernando Múgica. El 14 de febrero, acabó con la vida del expresidente del Tribunal Constitucional, Francisco Tomás y Valiente.
Uno de los peores momentos de su historia, en los que recibió una respuesta masiva de rechazo de la ciudadanía en las calles, fue con el asesinato del edil del PP Miguel Ángel Blanco, al que secuestró el 10 de julio de 1997. ETA exigió al gobierno de Aznar el acercamiento de los presos a cambio de su liberación. Dos días más tarde, disparó al concejal en la cabeza y le dejó mortalmente herido. En 2000 se suceden los asesinatos: el dirigente socialista Fernando Buesa y su escolta Jorge Díez, en Gasteiz; el presidente de la patronal guipuzcoana José María Korta en Zumaia; el exministro socialista Ernest Lluch; o del exgobernador de Gipuzkoa Juan María Jáuregui, entre otros.
En 2006, ETA hizo explotar un coche bomba en la T4 de Barajas asesinando a dos trabajadores. Con esta acción la organización anunció la ruptura de la tregua. ETA ha decretado a lo largo de su historia trece treguas, ocho de ellas totales y otras cinco parciales, hasta que el 20 de octubre de 2011 anunció el cese definitivo de su actividad armada. El 1 de diciembre de 2007 la organización asesinó a los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero en Capbreton (Francia). El 7 de marzo de 2008, acabó con la vida del concejal socialista Isaías Carrasco en Arrasate. La explosión de una bomba-lapa colocada en los bajos de su automóvil asesinó a los guardias civiles Carlos Sáenz y Diego Salvá, el 30 de julio de 2009 en Calviá, las dos últimas víctimas mortales de ETA en España.
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