- En este último mes, cuántas veces se ha mirado en el espejo y ha se ha dicho a sí mismo: ¿qué está pasando?

-Me afilié a UPN en 1987. Antes ya colaboraba con ellos, metiendo papeletas en sobres, buzoneando en tiempos en los que no existía el mailing, pegando carteles con el cubo y el engrudo... Es mi vida. Te pasan cosas muy bonitas y también tienes recuerdos muy jodidos. Me afilié en un momento en el que parecía que el PSOE iba a gobernar toda la vida. Recuerdo la celebración en el hotel La Perla en 1987 cuando le ganamos al PSOE por votos en Pamplona. Eso fue una alegría inmensa.

¿Le han dolido las palabras de Miguel Sanz?

-Yo aquí no he venido a reñir con nadie.

¿Le dio vértigo verse expulsado?

-Sí, sí, sí. Sientes que te echan de tu casa y no sabes muy bien por qué. Hay gente en la política que ha venido al puesto. No tiene nada de malo ni de bueno. Y yo sé que se ha desafiliado gente con trayectorias larguísimas que han dado todo por el partido, y que en estos momentos se dan de baja. Eso me da mucha pena.

Todo esto le pasa cuando le han tenido que operar de urgencia por una dolencia grave.

-Al final lo más importante en esta vida es la salud. Todo este proceso, el que va desde la tarde de la votación hasta ahora, ha ido acompañado de pruebas y visitas médicas. Me lo preguntas y lo tengo que decir: me pareció barriobajero que me expulsaran el día que salí del hospital. Me pareció de una bajeza... porque lo pienso y digo: qué te costaba, no sé, esperar diez días. Me pareció una bajeza tremenda hasta el punto de que pienso que para hacer eso hay que ser muy miserable en esta vida, pero bueno.

A estas alturas, ¿se veía encabezando una plataforma?

-¡Qué va! Yo quise ir a Madrid porque me gustaba el parlamentarismo. Qué mejor que ir al Congreso. Ni por el forro pensaba en esto.

¿Reconforta el apoyo de la gente?

-Muchísimo, pero no te puedes hacer una idea. Cuando me paran y se me acercan y me dicen: Carlos, no te quiero molestar pero... yo les digo: joder, todo lo contrario, estoy encantado con lo que me dices. Gracias a Dios, cada vez que salgo a la calle hay gente que me apoya, y me dice: no decaigas. Y eso es una maravilla.