Binomio editorial. El del navarro Joseba Beramendi (Exprai) y el catalán Javier Traité. Beramendi, diseñador y dibujante, nacido en Pamplona, en 1973. Traité, historiador y divulgador, nacido en Gavá, en 1982. Ambos han publicado con Bruguera Historia disparatada de la monarquía, que el pasado martes presentaron en la biblioteca de Ansoáin. Historia con humor. Un libro en formato cómic de excelente factura, que profundiza en las constantes históricas de este sistema de poder.

¿Cómo nació este proyecto?

–Javier Traité: Nosotros ya habíamos hecho para Bruguera Historia disparatada de España. Fue un libro que funcionó muy bien. Era la primera vez que trabajábamos juntos y nos entendimos muy bien. Entonces nos propusieron hacer una Historia disparatada de la monarquía. Pensamos en ella como institución global, no centrándonos solo en los reyes de aquí, sino como una cosa mucho más amplia que ha abarcado Asia, África o América. Y abordamos cuáles son sus mecanismos, su sistema de funcionamiento en la historia. Conceptos asociados al poder, la dinastía, la religión... Como introducción creo que nos ha quedado bastante chula. 

Tenían el reto de ser divulgativos. 

 –Joseba Beramendi: Yo me lo he pasado bomba haciéndolo. Todo ese trabajo de condensación y de síntesis lo ha hecho Javier, y me ha venido de perlas no tener que meter mano en eso (se ríe). A mí solo me ha tocado ponerles cara.

–Javier Traité: Como historiador, yo soy de medieval, y me interesa la vida privada de las clases populares. Cómo vivían los campesinos y los currelas. Ante este encargo, me planteé meterme con historiografía buena y moderna. Lo interesante era entender cómo funciona la monarquía, porque más que la iglesia, lleva manteniendo esa aura de poder desde siempre. Desde el principio de la historia hemos tenido monarcas. ¿Cuál es su secreto, su truco para hoy día seguir todavía estando en el candelero y aguantando? Es una figura que la distingues muy bien de cualquier otro autócrata. No es lo mismo un dictador que un monarca. Los monarcas son una figura con un ecosistema muy particular. 

¿Para que haya monarcas tiene que haber súbditos?

–J.T: Sí, pero sobre todo es la forma en que se construye la monarquía. Desde el principio se asocia mucho con la religión y con la ley. Apoyándose en esos dos poderes, establecen uno prácticamente indestructible, en relación con los dioses y el poder del más allá. Eso les da una base sólida, que actualmente las monarquías, por lo menos en Europa, están perdiendo o la han perdido casi por completo.  

Otra clave es su conexión con los ciclos de la vida: bautizos, bodas y funerales, que atraen la atención.

–J.B: Es carne de cuché. Con Isabel II lo hemos visto. Suscita un interés, a la gente le gusta este tipo de cosas, un poco por el tema de la otredad: son otra cosa. Como espectadores nos gusta ver ese ecosistema. 

Se supone que esa idea de la distinción y el poder dinástico ahora colisiona con una visión democrática. 

–J.T: Son ágiles para asociarse a las nuevas ideas. Por ejemplo: ahora la monarquía está muy asociada a la nación. En el momento que se desarrolla la idea de nación, las monarquías se asocian a esa idea. Anteriormente era la propiedad del rey, y se pasaban los dominios. A partir del surgimiento del nacionalismo en Europa, los reyes son los representantes de la nación, en el papel de representación de todos. Eso que nos dicen tanto por aquí: Es el rey de todos los españoles. Ese juego hace que la monarquía no esté peligrando en España ahora mismo, a pesar de que intelectualmente podíamos preguntarnos qué sentido tiene. Y no tiene ninguno. No hay una justificación teórica real, pero ahí está todavía ese papel de representación, ese aura aún de la magnificencia del poder, del palacio, del lujo. Esa transmisión de es imagen del poder ellos la manejan a las maravillas, y aquí los tenemos.

¿En qué medida, aquí mismo sobre el Reino de Navarra, seduce lo antiguo o lo medieval, que nos viene de películas o libros? 

–J.T: En Catalunya pasa tres cuartos de lo mismo. La de los almogàvers y de Jaime I el Conquistador.

–J.B: Para construir un relato al que agarrarte o en el que fundamentarte tienes que tirar hacia siglos atrás.

 –J.T: Los reyes se asocian a periodos. Es muy complicado de acabar con esto simplemente con intelectualidad diciendo que no tiene sentido y que tenemos que elegir a nuestros representantes. Eso no tiene el punch que tiene esa imagen e idea de arraigo. 

La propaganda se conjuga con el silencio en la construcción de una ‘ejemplaridad’. Callando muchos años, por ejemplo, ante prácticas de Juan Carlos I que en el cogote del poder se conocían. 

–J.T: Antes era muy importante que los monarcas fueran seres distantes. Lo podías ver en una coronación, en las monedas, pero era un ser casi alienígena. Y ahora en la sociedad de la información, como eso no es posible, ¿qué se hace? Humanizarlos, comiendo lentejas con las princesas. Te venden esa imagen, de que en realidad son gente como nosotros, normal, en una posición de poder, y con el estrés del poder. 

Si verdaderamente se humanizasen se mostrarían más errores. 

–J.B: Se muestran. Ahora con Froilán, sin ir más lejos, pero siempre en la órbita de. Quienes ostentan las responsabilidad y están al mando de la institución son intachables y no cometen errores (ironiza).

–J.T: Y si no, se soslayan. Como cuando Felipe VI dijo yo renuncio a la herencia de mi padre. ¿A qué renuncias? ¿A un 10%? ¿A lo que no te va bien? Eso se soslayó. Nadie habló más del asunto, y no sale porque es sistema. Quien está funcionando en el sistema no tiene interés en romperlo.

“La gente que hace sistema contribuye a a blindar la monarquía por intereses y provecho”

Joseba Beramendi, Exprai - Dibujante del libro

Aspecto inherente a cualquier monarquía, es la existencia de una corte. Modernamente también un periodismo cortesano. ¿Los reyes se debilitarían sin corte aduladora?

–J.B: Por supuesto. Ahora mismo igual no hay una corte formal como había antes con título y ciertos poderes, pero ahora entra otro tipo de gente. Se rodean de empresarios y de periodistas. Al final, como dice Javier, toda esa gente hace sistema y contribuye a blindar la monarquía por intereses. Lo que vimos con los chats del ‘compiyogui’ de Letizia es parte de una corte; de unas relaciones que si bien no tienen el sentido político y de poder que podían tener hace unos siglos, ahora funcionan para blindar la monarquía y sacar provecho de ella.

–J.T: A lo mejor podríamos hablar de una ‘corte blanda’, lo mismo que se habla de ‘poder blando’. ¿Podríamos decir que el Gobierno forma parte del entramado? Sí, porque al final el rey de España funciona con la premisa que le marca el Gobierno. Y los discursos que da el rey. Y los diarios, que reciben la acreditación de los gobiernos, entran a formar parte del juego. 

¿Qué le falla al republicanismo español para que no rompa el halo monárquico?

–J.B: Yo creo que le falta una propuesta alternativa seria, y sobre todo confianza y creérselo. El republicanismo en España está todo el rato amagando, pero sin llegar a poner un plan encima de la mesa. No hay una voluntad de cambio urgente. A día de hoy se mantiene como una reclamación pero no hay un proyecto ni serio ni sobre todo creíble.

–J.T: Urgente no es, y es un error plantearlo así. Yo creo que el principal error que tiene el republicanismo español es que se cree de izquierdas. Y el republicanismo no es ni de izquierdas ni de derechas. Necesitamos derechistas que sean republicanos. Si la derecha es monárquica, medio país es de derechas. Lo vamos a tener muy complicado. Sobre todo, con el control de la publicidad que tiene la derecha. Las personas de derechas tienen que creer que también puede ser interesante una república, porque al final es una cuestión filosófica. ¿Tú quieres que nuestros representantes sean elegidos por nosotros o que vengan impuestos por una familia? Yo creo que una sociedad madura tiene que elegir sus propios representantes. Por tanto, tenemos que tener una república. ¿Que nos salga de izquierdas o de derechas? Pues que cada uno haga su trabajo. Y veremos a ver quién gana. Pero se ha de incorporar a todos. Si nos dejamos a medio país fuera, es la lucha que vamos a perder, porque ellos tienen el poder, los medios y la capacidad de comunicación. Y la izquierda siempre está a remolque. Así, no hay nada que hacer.

El cómic es una vía de entrada en temas políticas. Ya desde Forges...

–J.B: Es un formato amable y cómodo. Forges, efectivamente, ya hizo su Historia de aquí. Te permite jugar con el humor, explicar cosas de forma visual. Es un canal apropiado y muy válido para explicar este tipo de cosas. Echo de menos que haya más ensayos como este sobre otros temas, porque el cómic es un lenguaje que funciona muy bien. De hecho el anterior libro nuestro, Historia disparatada de España, tiene una vida paralela en los centros educativos a base de fotocopias de páginas escogidas, que se están dando en clases. Y espero que con este ocurra parecido.

–J.T: Es muy importante que no nos quedemos publicando las mismas cosas de siempre, y que la podamos plasmar y llegar a mucha más gente que con un libro de ensayo, que mucha gente no lo va a comprar. 

“El republicanismo no es ni de izquierdas ni de derechas, necesitamos derechistas republicanos”

Javier Traieté - Guionista del libro

Y lo han hecho con Bruguera, un sello histórico. Me imagino que les hará ilusión. 

–J.B: Hombre, pues sí. Muy grande. Nos hemos criado con ese gatico del logotipo. La primera vez que vi el libro con el gato en la portada pensé: esto ya es jugar en la liga de los mayores. Es una apuesta potente por su parte, a ver si tiene recorrido. 

–J.T: Es un orgullo y una suerte que en el relanzamiento de Bruguera les molase contar con nosotros. Fue un honor, encantados de la vida, claro.

Puede quedar la duda de si un cómic con ironía pierda rigor. ¿Es compatible la buena historia con este formato? 

–J.T: Es totalmente compatible, y necesario. Es a lo que me llevo dedicando desde que hago divulgación. Sobre todo es una vía. Los historiadores nos tenemos que meter en la mollera que una cosa es lo que se hace en la academia, la investigación, que es muy necesaria, pero es ilegible para el resto del mundo. Y el problema que tenemos es que esas nuevas investigaciones tardan 30 años en llegar al público. Eso no puede ser. Tiene que haber otro otros historiadores que no hayamos podido estar en la academia, por ejemplo, que tengamos mano para divulgar, o periodistas, que traduzcan todo esto a lenguajes que lleguen a distintos tipos de gente. Todo vale y todo suma. Y el humor, el sarcasmo, la mala leche, la ilustración, el Tik Tok, todo sirve para difundir.

Desde coordenadas entonces de cultura actual.

–J.T: Sí, claro. Tenemos que llegar a la chavalada, porque si no, nos vamos a la mierda, la gente de 30 años ya sabe cuáles son sus gustos. Debemos llegar a la gente que tiene 15 años, a quienes no les interesa la historia, pero se fijan en los dibujos, les resulta divertido, y hasta ven que se suelta algún taco. Que no es una cosa de historiadores aburridos. Esto lo hemos visto mucho en el programa de La 2 El condensador de fluzo, donde colaboro. La idea de esconder a los historiadores porque son aburridos. No es así. Hay margen para la diversión, porque además la historia es disparatada en cuanto te pones a mirarla un poco. Hay que buscar el gancho. A mí no me gusta el término rigor, porque me suena a rigor mortis. Sí me gusta la palabra precisión. Hay que ser precisos. Cuando decimos las cosas, cuando hacemos un cómic, siempre simplificas, y por lo tanto, pierdes un puntito de precisión. Pero tienes que intentar transmitir la máxima información posible, de la forma más precisa posible, pero que le guste a la gente, que le pueda entretener a una persona que a priori no está interesada. Si logramos ese objetivo, hemos triunfado.

Reproducción de una de las páginas del cómic. Cedida