Los pueblos de montaña tienen un algo especial que hace que visitarlos se vuelva inolvidable. Según una encuesta de la empresa de viajes con guías Civitatis, estos son 10 que no hay que perderse.
Candelario, Salamanca
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Enclavado a más de 1.100 metros de altura en plena comarca de la Sierra de Béjar, en Salamanca, se encuentra la localidad de Candelario. Recorrer sus calles empedradas es hacerse consciente de que la arquitectura debe adaptarse al clima y al entorno. En el caso de Candelario, y como en muchas poblaciones de montaña, son las copiosas nevadas las que perfilas los tejados. En el casco histórico, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1975, se puede visitar la ermita del Cristo del Refugio, del siglo XVIII.
Ronda, Málaga
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Habitual de las listas de pueblos pintorescos, los abruptos farallones en los que se enrisca Ronda justifica el calificativo de montañés. Además, por su casco histórico han pasado visigodos, musulmanes y romanos, dejando una huella que no deja indiferente a nadie. Su imponente plaza de toros, las murallas y puertas árabes y el muy fotografiado Puente Nuevo solo son parte de su encanto.
Illueca, Zaragoza
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Illueca es pequeño pueblo del sistema Ibérico ubicado entre la sierra de la Virgen y la de Camamila y al Sur del Moncayo. Con interés por sí mismo, ofrece además un secreto que a la vez es su principal atractivo. El castillo del siglo XIV que desde lo alto vigila Illueca es la cuna donde nació Pedro Martínez de Luna, el Papa Luna (sobrenombre popular del antipapa Benedicto XIII) de Peñíscola.
Cudillero, Asturias
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Cudillero es puerto de mar y pueblo de montaña. Es lo que tiene estar en Asturias. Ser capaz de solucionar el dilema de vacaciones en playa o en montaña hace que su encanto desborde sus calles y entusiasme por, entre otros atractivos, los colores de las casas colgantes del Anfiteatro.
Lanjarón, Granada
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La Alpujarra es una comarca montañosa de la provincia de Granada y en ella se encuentra el famoso pueblo de Lanjarón, en pleno Parque Nacional de Sierra Nevada. Caminando por el entramado de calles encaladas y macetas de colores se llega hasta la fortaleza árabe del siglo XII. Pero su popularidad también se debe a la calidad de sus aguas, no solo las que se embotellas y comercializan. El Balneario de Lanjarón es anterior.
Alquézar, Huesca
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Dentro del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara se localiza la villa de Alquézar. Con orígenes en el siglo IX, está coronada por un alcázar y una colegiata en lo alto de un risco. En el interior de bastión se pueden ver unos capiteles románicos de característica poco comunes. El cañón del río Vero rodea a la población ofreciendo una panorámica espectacular.
Tahull, Lleida
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No es extraño encontrar joyas del románico en el Pirineo catalán, pero el pueblo de Tahull es el destino más deseado de los amantes de este periodo artístico. Ubicado en el valle de Bohí, se pueden visitar las iglesias de San Clemente y de Santa María, sus principales atractivos además de patrimonio de la Humanidad. Aunque se puede contemplar en su entorno las pinturas del ábside de San Clemente, las originales están en el Museo Nacional de Arte de Catalunya. Los más aventureros podrán practicar un turismo más activo en el río Noguera Pallaresa.
Buitrago de Lozoya, Madrid
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A los pies de la Sierra de Guadarrama se encuentra el pueblo de Buitrago de Lozoya, un recinto medieval que ofrece ejemplos de las diferentes culturas que por allí han pasado. Su castillo gótico-mudéjar, su muralla de origen musulmán o su iglesia de Santa María del Castillo hacen de este un rincón imprescindible y casi de visita obligada en la Comunidad de Madrid. Ocupa un meandro del río Lozoya junto al embalse de Riosequillo.
La Huetre, Cáceres
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En la muga entre Extremadura y Castila-León, en plenas Hurdes Altas se encuentra La Huetre. Esta alquería extremeña está rodeada de altas montañas a las que la nieve no es ajena en invierno. Desde esta localidad sale la senda de Majá Robledo, un camino que os llevará hasta un mirador perdido entre montes y bosques de pinos y enebros, al final del cual se llega a un lago embalsado de agua muy azul que parece el escenario de un cuento de aventuras.
Ochagavía, Navarra
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En Ochagavía, capital del navarro valle de Salazar, en el Pirineo, caminar por sus calles centrales es hacer un recorrido por edificios blasonados y palacios medievales. La historia no ha pasado de largo, se ha quedado en sus piedras. El puente que cruza el río Arduña, que en la misma salida del pueblo desemboca en el Irati, es uno de los puntos más fotografiados de esta localidad montañesa. Seguir la carretera para visitar la selva de Irati es un buen colofón.
Enclavado a más de 1.100 metros de altura en plena comarca de la Sierra de Béjar, en Salamanca, se encuentra la localidad de Candelario. Recorrer sus calles empedradas es hacerse consciente de que la arquitectura debe adaptarse al clima y al entorno. En el caso de Candelario, y como en muchas poblaciones de montaña, son las copiosas nevadas las que perfilas los tejados. En el casco histórico, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1975, se puede visitar la ermita del Cristo del Refugio, del siglo XVIII.