La banda de rap catalana es una vieja conocida en las salas y festivales de Navarra, donde siempre ha cosechado grandes éxitos.
Lágrimas de Sangre es una banda catalana, pero imagino que en Pamplona también se sentirá un poco en casa, porque toca con muchísima frecuencia por aquí. La última vez, hace poco, en el Iruña Rock.
– Sí, totalmente. Pamplona es una de nuestras ciudades fijas cuando montamos las giras. Mínimo una o dos veces al año, procuramos pasar por allí. Aparte de que nos gusta la ciudad y las salas, la gente nos trata súper bien, desde siempre nos hemos sentido muy a gusto ahí. Ya estuvimos en Sanfermines una vez y estuvo muy bien. En el Iruña Rock, en la Tótem… Siempre que se puede ir a Pamplona, ahí estamos.
El concierto de San Fermín que menciona fue en el año 2017, en el escenario principal, que entonces estaba en la plaza de los Fueros y ahora está en la Plaza del Castillo. ¿Cómo recuerda aquel concierto?
– Fue una sensación muy chula. Venimos de tocar mucho en salas, donde los conciertos suelen ser más temprano y somos nosotros los que tenemos que hacer que la gente se anime. Cuando es algo como lo de Sanfermines, que es más tarde, con muchísima gente y ya tan a tope, tienes la sensación de que son ellos los que te animan a ti. El de 2017 en la plaza de los Fueros fue uno de los conciertos más masivos que hemos hecho.
Actualmente Lágrimas de Sangre tiene muchísimo público, ha conseguido discos de oro y platino, pero realmente es un grupo que nació en el underground. ¿Cómo ha vivido ese salto?
– Lo hemos vivido de manera bastante progresiva. Sí que es cierto que en 2017 hubo un salto más grande, ya hace bastante de eso, han pasado seis años. A día de hoy hemos normalizado el tocar en escenarios tan grandes, pero en su momento impactaba mucho, porque veníamos de tocar en nuestro pueblo y por los alrededores. Tampoco fue un bombazo, fue bastante progresivo. Nos sentimos orgullosos, porque al final nosotros lo hemos montado todo, nunca hemos dependido ni de agencias ni de sellos ni de nada externo. Es la gente la que nos ha traído al lugar en el que estamos. Todos los discos de oro y los conciertos más masivos han sido gracias al público, que ha decidido que le gustan nuestras canciones.
Es cierto que no han contado con apoyo de sellos discográficos ni de grandes campañas de marketing. El éxito ha llegado por el boca a boca.
– Sí, así ha sido. Fue la época en la que la gente compartía mucha música por Facebook, nos beneficiamos de que, en ese momento, los algoritmos no eran tan salvajes como ahora y la gente veía lo que compartían los demás. Los medios nos han ignorado siempre, desde los medios catalanes hasta los más generalistas. Hacemos rap, y este género siempre ha estado ninguneado a nivel de prensa y de industria. Pero siempre para adelante.
Recientemente han publicado un documental sobre la gira que hicieron por México. ¿Cómo la vivieron? Da la impresión de que fue un volver a empezar, trabajando desde abajo, pateando garitos, haciendo mucha promo…
– Lo vivimos como dices, como un volver a empezar. Volvimos a tocar en bares, en centros sociales muy pequeños con material bastante precario en muchas ocasiones. Pero con la gente a tope. Hay gente allí que nos escucha desde los inicios del grupo. Esto nos sorprendió mucho, encontrar gente que nos había seguido desde el principio en un país tan lejano. No eran muchos, pero nos hizo tanta ilusión que los sentimos como si fueran cinco mil. Tuvimos mucha suerte de ir con Sharif, que él sí tiene mucho recorrido hecho ya allí, y nos ayudó mucho contar con su experiencia. Y con su público también, porque actuamos para su público.
Vienen con su disco ‘Armónico desorden’. ¿Hay un cierto caos dentro del orden?
– Sí. Siempre hay un cierto caos dentro del orden. Y el orden, en sí mismo, siempre forma un caos. En este mundo en el que vivimos, todo el rato están pasando cosas, parece que todo está patas arriba. Es nuestra visión del mundo, nuestro resumen. Ves que, en este caos en el que vivimos, hay patrones que se repiten, hay cosas que sabes cómo van a terminar. Es una manera, desde nuestra posición un poco de boomers (risas), de decir que esto ya lo hemos vivido.
Musicalmente siguen con su sello de mezclar el rap con reggae, con el ska…
– Sí, es nuestro sello. Desde chavales ya empezamos con el rap, pero queríamos aportar algo nuevo, diferente. Influye la zona en la que vivimos, El Maresme, que hay una vibra especial que no era la del rap oscuro que habíamos mamado: el zaragozano, el sevillano o el de Málaga. Nosotros teníamos ese toque diferente, metimos guitarras, estribillos más rock, música caribeña… En este disco hemos experimentado con bossa nova, en el anterior con la salsa… La gente nos reconoce por esta mezcla.
En las letras siempre han tenido un carácter reivindicativo. ¿Se ha ido apagando con los años?
– Somos menos guerreros y menos agresivos, eso es cierto y quizás venga con la edad, pero la capacidad crítica no se ha perdido, sino que se ha ampliado. Pero cuando vas teniendo más conocimiento, te cuesta más sentenciar sobre las cosas. Conoces más puntos de vista y lo que te decía antes, que ya sabes cómo van a acabar las cosas. Igual ahora la crítica es más cotidiana, sobre las cosas del día a día, y no tanto sobre cómo tiene que ser la política o las ideologías, que al principio lo hacíamos más. Pero seguimos haciendo crítica social.
En cualquier caso, la mezcla entre las letras guerreras, el rap y la fusión con todos los elementos que utilizan, parece perfecta para una noche de San Fermín.
– Ojalá sea así. Yo espero que sí, la verdad. La de 2017 fue una noche que todavía recordamos y la verdad es que vamos con el mismo espíritu. Esperamos que todo vaya genial y que vuelva a ser lo mismo… ¡o mejor!