La historia del euskera en Navarra durante los siglos XVIII y XIX está marcada por desafíos y transformaciones significativas. Contrario a algunas creencias arraigadas, el deterioro del euskera no se originó con la conquista o un cambio de estatus político en esta época. Diversos factores sociopolíticos influyeron en la percepción y en su uso en la Comunidad Foral durante esta época, siendo “la educación el gran rodillo”, según afirmó el doctor en Historia, Peio Monteano, durante el Encuentro DNN celebrado en el Museo Oteiza. 

La generalización de la educación y los movimientos intelectuales comenzaron a influir en su desgaste. Las guerras y la transformación de Navarra en provincia, junto con la imposición de escuelas que enseñaban solo en castellano, marcaron el inicio del declive del euskera. “Mientras Navarra mantuvo su estatus de reino independiente, la mayoría de su población utilizaba su lengua propia. Sin embargo, al perder su soberanía y convertirse en provincia española, la pérdida de su autonomía política impactó directamente en el retroceso del euskera”, detalló el historiador y sociólogo. Asimismo, Monteano añadió que “las autoridades públicas dirigieron políticas contrarias a esta lengua, acelerando su declive”.

"Campión o Iturralde y Suit consideraron el euskera como un símbolo de identidad"

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En apenas un siglo, el euskera se perdió prácticamente en tres generaciones, lo cual representó un desprestigio para la lengua. Ya no era responsabilidad de las instituciones ni los gobiernos mantener viva la lengua en la región, lo cual llevó a que muchos vecinos optaran por enseñar a sus hijos exclusivamente en castellano.

En el siglo XIX, las guerras carlistas y la defensa de los Fueros de Navarra marcaron un período de agitación política y social en la región. Aunque estas luchas no estuvieron directamente relacionadas con la promoción del euskera, sentaron las bases para futuros movimientos de revitalización lingüística como el Eusko Pizkundea o la creación de la Asociación Euskara de Navarra.

“Figuras como Arturo Campión y Juan Iturralde y Suit fueron algunos de los intelectuales que empezaron a considerar el euskera como un elemento clave de identidad, destacando su importancia en actividades culturales, especialmente en el ámbito de la enseñanza. Sin embargo, no conectaron estas iniciativas con la base social y sus esfuerzos se vieron truncados finalmente por la Guerra Civil y la dictadura franquista que le siguió”, señaló Paula Kasares.

Represión y prohibiciones

La Guerra Civil y la posterior dictadura franquista marcaron una época oscura para el euskera en Navarra. La violencia y las prohibiciones impuestas durante este período dejaron una profunda huella en la lengua vasca, dificultando su promoción y enseñanza. “Los métodos represivos empleados por el régimen franquista, incluidas sanciones, cárcel, exilios y expropiaciones, tuvieron un impacto devastador de 40 años de retroceso”, anotó Juantxo Agirre.

Además, “dejó una herencia, un sedimento que se fue acumulando a lo largo del tiempo que se extendió tanto en Álava como en Navarra”.

En este contexto, Ekaitz Santazilia señaló que la política lingüística no fue igual en Euskadi y Navarra. “El año 1936 marcó diferencias significativas, con las denominadas provincias traidoras y provincias ganadoras”, explicó. El filólogo y lingüista aclaró que “el franquismo no prohibió tanto el euskera, sino que su intención fue frenar cualquier proyecto nacionalista”. Sin embargo, a pesar de la represión, hubo intentos de resistencia y preservación del euskera durante estos años oscuros. 

En 1957, dentro de la Diputación Foral, la Institución Príncipe de Viana creó la Sección de Fomento del Vascuence, liderada por personas muy específicas. “Gracias a esas iniciativas, durante esas décadas se llevaron a cabo actividades que intentaron poner en valor la lengua vasca, que había sido relegada en los ámbitos públicos y prestigiosos”, apuntó Kasares. En 1965 se fundó la primera ikastola y, 20 años más tarde, ya había más de 40 en toda Navarra. “Este movimiento comenzó a gestarse y fue fundamental para el resurgimiento de la lengua”, subrayó la filóloga y antropóloga.

"Debemos evitar una sociedad a tres velocidades en materia lingüística"

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Gran parte de estas iniciativas de recuperación del idioma provienen de personas muy bien insertadas en el régimen como Amadeo Marco o Miguel Javier Urmeneta”, señaló Peio Monteano. A su vez, enfatizó que “esto demuestra que no había una actitud abiertamente antivasca en el sentido lingüístico, al menos no de manera muy centralizada”. 

La evolución hacia una postura política en contra en Navarra es un fenómeno reciente, que comenzó a desarrollarse en la década de 1970, “cuando la lengua empieza a forjarse como parte identitaria de la sociedad navarra y a desprenderse del proyecto nacionalista español”. En este sentido, Amaia Nausia señaló que “hasta la fecha el euskera estaba más vinculado a la raza y al territorio” para explicar que “la propia represión franquista fue la que transformó esta perspectiva, llevando a una defensa del idioma con un carácter más político”.

Durante este periodo, la documentación en euskera se convirtió en un “agujero negro”, tal y como lo describió el filólogo Fernando Pérez de Laborda, señalando que este hecho “ha dificultado la preservación y promoción de la lengua”. Sin embargo, la creación del euskera batua en 1968 marcó un hito significativo “al dotar a la lengua de una herramienta estandarizada que facilitó su uso en la administración, la educación y los medios de comunicación. Este proceso de estandarización fue comparado con el de otras lenguas europeas”, puntualizó Monteano, subrayando la importancia de tener una variedad estándar para la expansión y normalización social del euskera.

El camino hacia la revitalización

Con el advenimiento de la democracia, se iniciaron esfuerzos para revitalizar el euskera en Navarra. “Con el primer gobierno de Uxue Barkos, se observó un cambio significativo en la política lingüística de la región, abriendo nuevas oportunidades para la promoción del euskera. Sin embargo, estos esfuerzos no estuvieron exentos de desafíos y tensiones políticas”, anotó la historiadora Amaia Nausia.

El debate también abordó la controvertida Ley Foral del Vascuence, que establece diferentes zonas lingüísticas en Navarra, otorgando o denegando el derecho al aprendizaje del euskera según la ubicación geográfica. Esta ley fue calificada de “desastre” por los participantes, quienes argumentaron que “ha creado una gran desigualdad en el acceso al euskera, afectando negativamente al sistema educativo y perpetuando actitudes desfavorables hacia la lengua”.

"Lo métodos represivos franquistas causaron 40 años de retroceso"

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Asimismo, se comparó el desarrollo del euskera en Navarra con el de la Comunidad Autónoma Vasca, destacando las diferencias en las políticas lingüísticas. “Mientras que en la CAV el conocimiento del euskera entre los jóvenes ha alcanzado el 75%, en Navarra apenas llega al 28%”, espetó Kasares. Esta brecha, según los expertos, refleja las diferentes políticas lingüísticas aplicadas en ambas regiones y subraya la necesidad de corregir el régimen lingüístico actual en Navarra para evitar la desaparición del euskera.

Otro tema crucial fue la integración de la población inmigrante en el modelo educativo proeuskera. Dado que un 20% de la población navarra es inmigrante y esta cifra sigue aumentando, los participantes subrayaron la importancia de atraer a este grupo hacia el aprendizaje del euskera “para evitar una sociedad a tres velocidades: castellano, euskera y el modelo público en castellano predominantemente para inmigrantes”, en opinión de Pérez Laborda.

Mirando hacia el futuro, es necesario abordar varios desafíos para garantizar la supervivencia y el crecimiento del euskera en la Comunidad Foral. “Para una sociedad igualitaria, sostenible y diversa, la defensa del euskera debe ser central”, recaló Nausia. Esto implica adoptar un enfoque integral y equitativo, abordando las desigualdades lingüísticas y promoviendo la convivencia entre hablantes y no hablantes de euskera. Con un compromiso continuo y políticas lingüísticas inclusivas, “es posible asegurar un futuro próspero para la lengua en Navarra”, concluyeron los participantes.