CUANDO allá por el año 1993 se filtró que sonaba Fernando Sebastián, "un hombre culto y preparado" que había colaborado con Tarancón durante los años de la Transición, como sustituto del arzobispo José Mª Cirarda un sacerdote con peso en la curia pamplonesa comentó del nuevo prelado: "Bueno, no le conozco mucho pero cuentan que es un aragonés de recio carácter que, gracias a Dios, viene de una diócesis del sur y los andaluces le han suavizado". Llegó con la vitola de haber sido progresista en los setenta pero sus movimientos pronto desmontaron la ilusión.
Nacido en Calatayud (Zaragoza), el 14 de diciembre de 1929, Fernando Sebastián Aguilar hoy tiene, por tanto, 84 años recién cumplidos. Su biografía relata que es el cuarto y último hijo de una familia de clase media. Estudió el Bachillerato en el instituto de enseñanza media de su pueblo. A los 14 años descubrió su vocación. Posteriormente, ingresó en la congregación de los Misioneros Claretianos en Vic en 1945, orden en la que profesó el 8 de setiembre de 1946. Sebastián, que fue nombrado obispo en 1979 por Juan Pablo II, fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal en 1993-1999 y en 2002-2005, y secretario general en 1982-1988. Dirigió las diócesis de Málaga y León. Ahora, ya jubilado, vive en Málaga.
El próximo 22 de febrero, el Papa Francisco nombrará 19 nuevos cardenales, entre ellos, a Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona y Tudela (1993-2007). Un mes antes de este evento, Sebastián ha saltado a la palestra de nuevo al considerar que la homosexualidad "es una deficiencia sexual que se puede normalizar con tratamiento". No deja de ser otro triste colofón para una carrera que, al menos en Navarra, dejó una impronta de involucionismo social y teológico. La presencia de Sebastián en Navarra, así, a bote pronto, supuso un cambio radical respecto de su predecesor y sentó cátedra, una cátedra alineada con las tesis más conservadoras de la Iglesia católica en la dio aire a movimientos extradiocesanos hasta entonces con poco peso en la Comunidad Foral.
serio en las distancias cortas En lo personal, Sebastián daba la sensación de no ser amigo de excesivos boatos; en las procesiones se le veía menos prestancia que Cirarda; su aspecto era de un hombre correcto, educado algo distante, muy serio... como un estricto rector de colegio más propio de otros tiempos. Hay división de opiniones entre quienes anduvieron cerca: desde un hombre cercano y humano en las distancias cortas hasta una persona con altas dosis de soberbia. Lo que está claro es que su paso por Navarra no pasó desapercibido. Tomó decisiones que los sectores más progresista de la feligresía no recibieron con agrado.
Su lejanía hacia el sentimiento euskaldun la suplió aprendiendo euskera para poder celebrar los oficios religiosos en esta lengua, pero ahí quedó. Su cercanía a las tesis más ortodoxas del Papa Juan Pablo II, sus nombramientos desmontando los equipos pastorales que llevaban años impartiendo la doctrina de a pie de calle o la "limpia" en la Escuela Superior de Estudios Teológicos, que pasó bajo su mandato a depender de la Universidad de Navarra son, junto al inicio de la campaña para inmatricular edificaciones religiosas o el cierre del colegio del Seminario (de corte abierto y que firmó su apoyo a la LODE que cuestionaba el obispo), algunos de los hitos en el ámbito interno de la Iglesia católica.
En poco tiempo, Fernando Sebastián se prodigó como un obispo político que venía con consignas para ordenar una Iglesia navarra que para los más conservadores andaba un tanto desbrujulada. Y eso que aún se respiraban entonces las fumatas del sínodo navarro que había aunado sensibilidades y, sobre todo, había suscitado profundos debates y conclusiones acordes con el sello contemporizador de Cirarda en algunos temas espinosos. Este sínodo (1987-89) reunió a 17.000 personas en 1.500 grupos y concluyó con una asamblea de 600 participantes -400 de ellos laicos- que alcanzaron conclusiones sobre temas candentes como la archidiócesis vasca, el sacerdocio femenino o el celibato como opción individual, entre otras materias más teológicas. Sebastián dejó todo este proceso a un lado, le dio carpetazo.
Durante su gestión, puso clérigos en puestos hasta entonces ostentados por seglares, intervino para restar peso al Consejo de Pastoral y también armó cierto revuelo en el ámbito de las catequesis que, en su opinión, disfrutaba de demasiada autonomía. Todo ello demostraba que, tal y como aseguró a Cirarda, "yo he venido a poner orden". Y es que cuentan que Cirarda vino un día de visita. Le dijo con sorna a Sebastián: pero si Osasuna ha bajado a segunda y el presidente del Gobierno foral (Gabriel Urralburu) está en la cárcel, ¿qué haces aquí? "Yo he venido a poner orden", dicen que respondió.
En noviembre de 1997, el prelado, en una entrevista a DIARIO DE NOTICIAS afirmaba: "La Iglesia navarra tiene una gran historia, un arraigo fuerte y vitalidad profunda. Sin embargo, en estos años de cambios en lo económico, lo político, y lo religioso también, la han conmocionado y así como a los fieles, en un proceso en el que ha habido excesos, yo creo que ahora estamos en una fase de recuperación, de clarificación, bajo esquemas nuevos de lo que tiene que ser una Iglesia en una sociedad democrática y pluralista".
la llegada a navarra El 26 de marzo de 1993, Fernando Sebastián fue nombrado arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela. Tomó posesión en sus sedes el 15 de mayo como sucesor del vizcaino (Bakio) José María Cirarda. Sebastián también protagonizó momentos de tensión en el ámbito social que para algunos creyentes fueron dolorosos e incomprensibles y para los no creyentes, cuando menos "increíbles".
No había hecho más que llegar a Pamplona, donde la insumisión era un movimiento de gran envergadura -cien encarcelados, objetores de conciencia, etc-, cuando el nuevo obispo dijo que "la insumisión al servicio militar es contraria al cristianismo". Un grupo de feligreses se reunió con él y el arzobispo les indicó que había recibido más 200 cartas y en ninguna había encontrado un argumento válido. Les anunció que si publicaban un matiz distinto al suyo, lo entendería como una escisión. Sebastián fue tajante: la doctrina cristiana no admite la insumisión porque es faltar al respeto a la autoridad, vino a decir.
Sus críticas a la homosexualidad tampoco quedaron exentas de polémica ya entonces. Llegó a afirmar que "alguien con tendencias homosexuales es una persona psicológicamente mal resuelta", y que pronto estaremos ante una "epidemia de homosexualidad" contra la que la sociedad española "tiene que defenderse". Asimismo, en una de sus Cartas desde la Fe, el arzobispo hizo un llamamiento a los cristianos para que no aceptaran "pasivamente un ataque tan grave" a las tradiciones y modos de vida, y defiendan la familia.
No admitió críticas a la Iglesia católica por su intervención en la guerra civil; acusaba al PSOE de haber descristianizado a España y hacía gala, en sus años de ten con ten con Alfonso Guerra, de haber contribuido a unir la derecha.
voto ultraconservador Su posicionamiento político en algunos temas fue marcadamente conservador. No dio su apoyo al proyecto de reformar las provincias eclesiásticas del Estado que unía las diócesis vascas. En su último año, 2007, se metió en otro jardín que tuvo notables consecuencias en el ámbito local tales como el plante de los portadores del paso del Cristo Alzado a una procesión de desagravio. Todo arrancó cuando el prelado en un análisis sobre la situación en el Estado, invitó a votar a "partidos políticos fieles a la doctrina social de la Iglesia como Comunión Tradicionalista Carlista, Alternativa Española, Tercio Católico de Acción Política o Falange Española de las JONS".
Este apoyo a partidos de la ultraderecha, provocó protestas que se plasmaron hasta en pancartas de las peñas sanfermineras como la del Muthiko Alaiak, en la que aparecía con un crucifijo y su brazo derecho alzado en posición de saludo fascista. Finalizados los sanfermines, el 15 de julio, el arzobispado, que había pedido sin éxito la retirada de la pancarta, organizó una misa y procesión de desagravio con el paso del Cristo Alzado. Sebastián caminó descalzo y la mayor parte (50 de los 56) de los portadores del paso no acudió al acto, por lo que la Hermandad de la Pasión del Señor, los expulsó y disolvió el paso tres meses después, al no haber recibido una explicación oficial de la ausencia. La junta decidió readmitir a los portadores pero si éstos daban de forma individualizada su intención de querer seguir.
Quince días después, el 31 de julio de 2007 el Papa Benedicto XVI aceptó su renuncia al frente de la archidiócesis navarra por razones de edad. Dos meses después, el 24 de septiembre la catedral de Pamplona fue el lugar donde monseñor quiso dar su último adiós y pedir perdón a sus fieles por todas aquellas cosas que hubieran podido quedar pendientes en todos sus años de trabajo en Navarra.
Con lágrimas en los ojos tras las palabras de despedida del entonces vicario, Luis Mª Oroz, Sebastián agradeció las muestras de cariño y los aplausos. A esta despedida, concelebrada por 235 sacerdotes y que duró hora y media, asistieron autoridades forales, como los vicepresidentes del Gobierno, Javier Caballero y Álvaro Miranda; la entonces alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina; consejeros del Ejecutivo y el entonces presidente de CDN, Juan Cruz Alli. El día anterior, en la parroquia de Ermitagaña de Pamplona, se había celebrado un acto de despedida para la juventud. Sebastián les invitó a leer solo prensa católica "ni El País ni tan siquiera el ABC", dijo antes de reconocer que "es normal que en mi trabajo haya críticas y controversias, o que muchas veces no haya sido entendido lo que hacía, porque el Evangelio no deja indiferente a nadie, nos cuestiona a todos".