Planta ritual y milenaria de los indígenas huicholes, convertida en atracción para algunos turistas que llegan a México, el peyote va tras la senda legal abierta por la marihuana a partir de un recurso presentado por un colectivo que lo maneja en sus prácticas espirituales pero rechaza su uso recreativo.
“Somos un grupo de personas que queremos que se nos reconozcan ciertos derechos englobados dentro de la libertad de culto y de conciencia”, afirmó ayer la representante jurídica de la Iglesia Nativa Americana de México, Cynthia Espínola.
Esta asociación religiosa, a la que la Secretaría de Gobernación (Segob, Ministerio del Interior) le ha negado el registro como tal, es precisamente noticia por la reciente decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) de analizar el amparo que presentó contra esa decisión.
Justo el día en que el tribunal fallaba a favor del uso de la marihuana para fines recreativos en beneficio de cuatro ciudadanos, el 4 de noviembre, también anunciaba que asumía competencias sobre el recurso presentado por la INAM, aunque es probable que no analice el tema hasta 2016, admite Espínola.
Como en el caso de la marihuana, en torno a la cual se ha abierto un debate inédito en México, los miembros de ese grupo esperan que la SCJN considere que la Ley General de Salud afecta al derecho al libre desarrollo de la personalidad y autodeterminación frente al consumo del peyote.
Cuestiona concretamente la constitucionalidad de un artículo de esa ley que clasifica al psicotrópico mescalina, el principal alcaloide del peyote, como sustancia sin valor terapéutico, susceptible de abuso y grave problema para la salud pública.
La lucha de este colectivo comenzó en realidad en 1994 con una primera solicitud fallida ante la Segob para obtener su registro y poder hacer un uso ritual de la planta. La dependencia, que tiene registradas 8.311 asociaciones religiosas en el país, rechazó una segunda solicitud de la agrupación en 2010.
Tras agotarse todas las instancias judiciales, en 2014 el reclamo llegó a la SCJN. Según Espínola, de 41 años y abogada de profesión, en el país “hay más de 5.000 personas que profesan este rito”, incluidos individuos “de todos los estratos sociales”, aunque “mucha gente no lo quiere hacer público”.
La INAM organiza rituales en parajes naturales como La Huasteca (zona serrana del norte del país), que son públicos y sólo cuestan 18 euros para gastos logísticos.
Las ceremonias, que duran todo un fin de semana producto de la ingesta de la planta masticad o en infusión, se efectúan en un teepe (tienda de los nativos americanos) y en un inipi o temazcal (baño de vapor con cedro y salvia). El peyote, una cactácea que tiene “sabor ácido” aunque “difícil de describir”, detalla Espínola, no se comercializa como otras drogas.
detenciones En mayo pasado fueron detenidos un sacerdote indígena y su aprendiz en el aeropuerto de Guadalajara (Jalisco) con la planta por narcotráfico, lo que derivó en denuncias de organismos de derechos humanos.
Espínola, maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (España), remarca que la base espiritual de la INAM proviene de grupos ancestrales como los coahuiltecos, los otomíes, los mexicas y sobre todo del pueblo wixárika (huichol), que vive en los estados de Jalisco, Nayarit, Durango y Zacatecas.