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Una radiografía para el planeta Tierra

la desnutrición, la pobreza o la contaminación minan el estado de salud de millones de personas en el mundo

Una radiografía para el planeta Tierra

La salud (o su ausencia) no depende sólo de padecer una u otra enfermedad. Difícilmente podrá alguien considerar que está sano si todos los días bebe agua contaminada, no tiene acceso a medicamentos (aunque no los necesite en el momento de ser preguntados) o si no tiene dinero suficiente para obtener alimentos con los que proporcionar a su cuerpo de los nutrientes necesarios. La salud, es, por tanto, algo que se debe valorar desde una perspectiva amplia. Y pese a la apertura del foco, desde la altura los problemas siguen siendo igual de nítidos. Así lo certifica el informe sobre salud, cooperación al desarrollo y acción humanitaria que Medicus Mundi, Médicos del Mundo y Prosalud elaboraron con los datos de 2015.

Menos pobres, pero más localizados

Desde que la ciudad de Nueva York acogiese en septiembre del año 2000 la primera Cumbre del Milenio, Naciones Unidas lo ha tenido claro: la pobreza es, posiblemente, el parámetro que más afecta a la salud. Porque de ella se decantan buena parte de los problemas que azotan, sobre todo, a los países pobres y a las regiones en vías de desarrollo. En 1990, diez años antes de que se formulasen los Objetivos del Milenio, casi la mitad de la población de los países en desarrollo (Turquía, Malasia, Brasil, China, Irán, México?) vivía con menos de 1,25 dólares al día (1,10€). Veinticinco años más tarde, ese porcentaje se ha disminuido hasta el 14%; una estadística principalmente maquillada por el boom económico chino. Pero el cambio no se ha quedado en la estadística: tal y como queda reflejado en el informe de 2015 sobre salud, cooperación al desarrollo y acción humanitaria, la cantidad de personas que vivían en una situación de pobreza extrema ha pasado de los 1.900 millones en 1990 a los 836 en 2015. Ahora, los problemas se concentran en países como Bangladesh, Nigeria o República Democrática del Congo: dos países africanos situados en una zona que recibe, cada año, unos 48.000 millones de ayuda para el desarrollo, de los cuales 11.919 millones se destinan a reforzar los maltrechos servicios de salud de esos países.

Lo que malgasta EEUU en un año podría alimentar a toda África

Si bien es cierto que en la década de los noventa un 23,6% de la población mundial acusaba las miserias de una nutrición insuficiente, los objetivos marcados para 2015 y 2016 distan mucho de alcanzarse, y son todavía 795 millones de personas las que no tienen suficiente para comer. El tema es todavía más grave teniendo en cuenta que según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), en el mundo se produce suficiente comida para alimentar a una población significativamente superior a la actual. En Europa, por ejemplo, se tiran a la basura al año 89 millones de toneladas de comida; una cifra con la que se podría alimentar a la población de toda África durante dos años. Parecida proporción de derroche se da en los Estados Unidos: con una población de 318 millones de personas, se malgastan al año 40 toneladas de alimentos.

Dentro del ingente grupo de malnutridos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que 115 millones son niños. Esto es, 115.000.000 niños con un 30% más posibilidades de morir; más pequeños y de menor peso; y que debido a la ausencia de vitaminas y minerales no ya en su vida, sino en la alimentación de sus madres cuando se quedaron embarazadas, vivirán una media de 30 años menos que en los países desarrollados. Eso, teniendo en cuenta los datos que se manejan hoy en día, y que son notablemente superiores a los de 1990. Por aquel entonces, fallecían 90 de cada 1.000 niños menores de 5 años. Hoy, a pesar de todo, esa cifra se ha disminuido hasta las 43 muertes, lejos de los parámetros fijados para 2015, que contemplaban no superar de los 31. Doce desgracias de desfase, que tardarán al menos otros diez años en corregirse. La estadística ya se iría hasta el 2025, teniendo en cuenta que los descensos se mantuviesen al mismo ritmo, y sería para cumplir un objetivo fijado en un primer momento para 2015. África subsahariana sufre la mitad de la carga de mortalidad infantil, con 3 millones de muertes al año. Como dato orientativo, en los países desarrollados el número de niños muertos antes de cumplir los cinco años no llega a los 6 por cada 1.000.

16.000 niños mueren al día por diarrea

Afirmando una vez más la teoría que relaciona empobrecimiento con problemas de salud, la gran parte de las dolencias que causan la muerte a cerca de 16.000 niños cada día son evitables. Así, Medicus Mundi, Médicos del Mundo y Prosalus señalan a la neumonía, la prematuridad (muy relacionada con la mala alimentación que sufre gran parte de la población pobre, incluídas las mujeres embarazadas), la asfixia durante el parto, la diarrea o la malaria. A nivel mundial, se calcula que el 45% de las muertes de menores de cinco años están directamente relacionadas con la desnutrición. Desgraciadamente, la mortalidad infantil suma otro nefasto parámetro a sus estadísticas: en 2015, un millón de bebés murieron antes de cumplir un día de vida, dos millones antes de cumplir la semana y casi tres antes de los 28 días, el periodo más crítico para la supervivencia de los más pequeños.

Nunca un problema sucedió tan cerca de otro y, sin embargo, tuvo tan poca visibilidad. Si traumáticos son los datos sobre mortalidad en recién nacidos y menores de cinco años, no lo son menos en el caso de las madres. Más de 800 mujeres pierden la vida a diario a causa de las complicaciones en los partos. Como resulta trístemente habitual, los peores resultados en este aspecto también se los lleva África subsahariana, que aúna el 86% de estos casos. El problema, sobre todo, es uno: la falta de atención y de medios profesionales durante el parto. La mayoría de mujeres fallecen debido a infecciones adquiridas tras dar a luz, por hipertensiones o abortos, pero sobre todo por hemorragias. Algo que, según consideran los redactores del informe, es evitable en muchos casos y disminuiría sensiblemente el número de mujeres gestantes que mueren después de llevar un nuevo ser humano al mundo. Actualmente, una cuarta parte de los partos siguen sin contar con la presencia de profesionales.

VIH/sida; una enfermedad que fabrica huérfanos

El primer aspecto que hace pensar en un resentimiento de la salud suele estar relacionado con la presencia de enfermedades: algo que también contempla el informe de 2015 confeccionado por Medicus Mundo, Médicos del Mundo y Prosalus. En sus páginas queda de manifiesto que el VIH, una de las mayores epidemias mundiales desde los años noventa, se ha “recluido” en unos cuántos países. Las muertes a causa del desarrollo de la enfermedad en 2013 fueron de 1,5 millones de personas, lo que supone un descenso de más del 35% desde 2005. Sin embargo, con 35 millones de personas infectadas, solo 13,6 recibían tratamientos antirretrovirales, mientras el resto ni siquiera tiene acceso, en muchos casos, a las medicinas. Dadas estas circunstancias y teniendo en cuenta que el VIH/sida es una enfermedad que afecta sobre todo a adultos jóvenes, los últimos datos correspondientes a 2013 indican que aproximadamente 17,7 millones menores de 18 años perdieron a su padre o a su madre por causas relacionadas con el sida.

Menos agua; menos árboles; más contaminación

De la calidad de las aguas, la salubridad de los barrios o de la deforestación de los bosques dependen dolencias por las que año a año siguen perdiendo la vida miles de personas. No obstante, durante el pasado año 2015 fueron 663 los millones de personas que todavía no utilizaban fuentes no mejoradas de agua potable, al mismo tiempo que se calculaba que un 40% de la población mundial sufría de escasez de agua. No obstante, el agua no es el único bien natural en peligro: el 30% de superficie terrestre del planeta son bosques, de los que 1.600 millones de personas obtienen sus medios de subsistencia. Pero esto tiene su contraprestación: cada año, el planeta Tierra pierde una masa forestal equiparable en kilómetros cuadrados a Costa Rica. Quizá, por eso, desde 1990 han crecido un 50% las emisiones de CO2 a la atmósfera.