Navarra sufrió hace poco más de un mes la peor ola de incendios de su historia. El fuego arrasó cerca de 15.000 hectáreas en Valdizarbe, la Valdorba o la zona de Ujué y obligó a evacuar decenas de poblaciones. Según explica el responsable de Prevención de Incendios Forestales del Gobierno de Navarra, Mikel Repáraz, los incendios de junio se explican por una serie de causas que se dieron de forma simultánea y sin las que los hechos no hubieran sucedido de la misma forma.

En primer lugar, está el abandono del campo. Repáraz explica que antes de los años 50, cuando el campo estaba muy poblado y se hacía un uso muy intenso de este, cualquier fuego que surgiera por el motivo que fuera se apagaba muy rápidamente. “En el monte había poco combustible, porque había mucho ganado, las familias se llevaban leña para cocinar y calentarse... Los incendios se han ido complicando conforme se ha ido desocupando el campo y se ha ido acumulando combustible en el monte, que ha ganado terreno. Eso de que el monte está sucio... Nosotros decimos que el monte está sucio cuando hay basura. Ahora está en su estado natural. Hay mucha vegetación, mucha biomasa y, por lo tanto, mucho combustible”, apunta.

Además de ello, este año se dieron una serie de circunstancias que llevaron a los peores incendios de la historia de Navarra. Veníamos de una primavera excepcionalmente seca, con unas temperaturas muy altas para esas fechas y mucho viento. Además, a mediados de junio todavía no se había cosechado casi nada –debido fundamentalmente a esas altas temperaturas–. Por último, los incendios, especialmente fuertes, se dieron de forma simultánea, lo que no hizo sino empeorar la situación. “Si solo hubiera habido uno, con un poco de suerte se habría apagado rápido. Pero con cuatro fuegos de estas características a la vez, los medios de extinción que tenemos no son suficientes, como hemos visto que también ha pasado en la sierra de la Culebra, en Mijas o en Portugal”, explica Repáraz.

Y las condiciones derivadas de la climatología se han mantenido o incluso han empeorado durante el mes de julio y todo hace prever que agosto seguirá por el mismo camino. “La biomasa que tenemos en el monte está en una situación de estrés hídrico, y si no llueve va a peor. Eso arde como la yesca”, explica el responsable de Prevención.

La Prevención, tarea de todos

La prevención en los incendios forestales es un concepto genérico. Abarca, entre otras cosas, lo que tiene que ver con urbanismo y ordenación del territorio –que no haya edificios pegados al monte o terreno cultivado– o lo que tiene que ver con lo forestal. Pero, ¿se hace lo suficiente en el monte para evitar incendios? “Eso de evitar incendios es muy complicado. Un incendio puede surgir por mil causas, así que la prevención es complicada de planificar, por eso la prudencia y la educación son tan importantes”, subraya Repáraz.

“El trabajo de nuestro departamento trata de buscar los lugares en los que actuar, porque no se puede abarcar el 100% del territorio. Para ello tenemos una serie de simuladores que nos dicen la manera en la que evolucionaría un fuego por un territorio determinado, identificando puntos estratégicos en los que, en principio, actuar”, explica el responsable de Prevención, que afirma que, entre los lugares de más riesgo figuran “el monte del Conde, en Olleta, el paisaje protegido de Valdorva, o zonas más extensas como el término de Cáseda o Gallipienzo”.

Repáraz advierte, eso sí, que estas simulaciones prevén incendios digamos normales. El incendio de Obanos-Legarda pasó hacia el Señorío de Sarría y cruzó el Arga –y una autovía–, algo que no es nada habitual. En este caso, un cortafuegos no hubiera servido de demasiado.

“Parece lógico que si esta situación crítica se va a mantener o a dar con más asiduidad, haya que aumentar el presupuesto en prevención de incendios, para poder llegar a más territorio y adaptarnos mejor a esa situación”.