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Aingeru Zudaire Borge: “Desde aquel pelotazo de la Policía vivo con fantasmas, me da miedo hasta el balón de un niño”

Perdió la visión de un ojo en un pelotazo lanzado por la policía nacional en 2012 en Pamplona

Aingeru Zudaire Borge: “Desde aquel pelotazo de la Policía vivo con fantasmas, me da miedo hasta el balón de un niño”OSKAR MONTERO

Una década después del golpe más duro de su vida, Aingeru Zudaire ha recibido la sentencia de la Audiencia Nacional en la que reconocen la responsabilidad patrimonial del Estado por la acción policial y le indemnizan con 100.000 euros.

¿Cómo recuerda lo que ocurrió aquel día de 2012?

–Lo primero que tengo que decir es que es un día que intento olvidar porque lo he recordado muchas veces y no es grato para mí. Era una manifestación muy grande. Recuerdo que al acabar la manifestación oí unos disparos, miré hacia delante, y vi las pelotas sobrevolar por encima de las cabezas de los que estaban delante de mí. Eso me alarmó y empecé a girar la cabeza y ahí me llevé el impacto. Digo muchas veces que yo desvié la trayectoria del impacto, porque si el golpe hubiera sido directo las consecuencias hubieran sido mucho más graves. Recuerdo que me sacaron de ahí, me atendió un doctor que pasaba por la plaza del Castillo y fui al hospital en ambulancia.

Habla de un médico...

–Sí, es un doctor que me reconoció en el lugar y me puso las cartas sobre la mesa, que era evidente que tenía que ir al hospital por la gravedad. Él se acercó a mí después de que me retire del paseo Sarasate a la Plaza del Castillo. Se identifica como doctor, me hace una valoración rápida y me recomendó que fuera al hospital. Fue un cristo que la ambulancia se acercara hasta el punto en el que estaba porque la manifestación fue masiva. Y a partir de ahí empecé el periplo de médicos e intervenciones.

¿Cuál fue el diagnóstico?

–Cuando llegué al hospital tenía el ojo cerrado y lleno de sangre por dentro. Por tanto, la valoración interna estaba dificultada por esa cantidad de sangre y decidieron esperar unos días para comprobar si mi ojo reabsorbía esa sangre, pero no fue el caso. Entonces, la primera intervención fue la de extraer sangre del propio ojo. Una vez que lo hicieron, pudieron analizar el estado interno del ojo. De las múltiples capas de distintos tejidos que tiene el ojo tenía una cicatriz en mitad de todas esas capas y la reconstrucción era inviable. En la segunda operación me pusieron en la realidad y me llenaron el ojo de silicona para mantener la presión. Luego, en una tercera intervención me quitan ese producto de silicona, me poner un cerclaje, una lente y me dijeron lo que tenía que hacer para mantener la situación. Pero era irreversible. A día de hoy estoy a la espera de una posible cuarta operación en caso de que mi ojo se tuerza y acabe con estrabismo, que suele ser bastante habitual en los casos de pérdida de visión. Sería una cuarta operación estética que a día de hoy no me planteo. Se trataría de reconstruir el músculo del ojo.

A día de hoy ¿puede ver algo?

–Lo que veo es una mancha muy grande e intuyo luces. No es una visión práctica para nada.

¿Cómo ha condicionado su vida?

–Fue un cambio radical. Hay dos cambios importantes a mencionar. Uno es el laboral. Me dedicaba a ganarme la vida como artista y malabarista. Es obvio que los malabares, si pasas de tres dimensiones a dos, pierdes muchas facultades y como payaso que trabajaba, la herramienta principal de un payaso es la mirada y ya notas que tu herramienta principal está dañada, la sensación que proyectas no es la misma y se nota en quien recibe esa mirada. Intenté seguir en eso unos años porque era mi profesión, pero tuve que dejarlo. También me afectó a nivel deportivo porque tuve que dejar de hacer actividades que practicaba como la escalada y el barranquismo. Antes, en los barrancos iba de piedra en piedra y ahora no puedo jugar así. He hecho algún barranco en la actualidad, pero son infantiles, sin dificultad. No me meto donde me metía antes.

¿Y a nivel mental?

–Indudable. Esto afecta a nivel psicológico. Alguna vez lo he comparado con fantasmas, que me han perseguido a lo largo de estos años. En un primer momento, cuando recibí el pelotazo, tuve una época en la que no salí de casa. Hay que tener en cuenta que en una de las operaciones tuve que estar una semana entera, las 24 horas del día boca abajo, mirando al suelo. Es una de las recuperaciones más duras que he tenido. Hubo un momento en el que un balón de un niño me daba miedo, un petardo me aterraba, las sirenas ni te digo... Sí que he tenido fantasmas, y he tenido una época en la que sentía odio, que lo sufre el que lo proyecta. Gracias a mi madre he conseguido quitarme ese fantasma de en medio. He temido que me siguieran, de una posible represión, me ha acompañado ese miedo. A nivel social también desconecté porque no me sentía cómodo. Ahora ya han pasado diez años, y con el tiempo he podido ir mejorándolo. Me ha llegado a pasar tener que volver a escuchar algún disparo de un agente y en ese momento he sentido pánico y solo quería correr y correr. Algunos traumas los tengo superados y otros me acompañarán para el resto de mi vida.

Hablamos de traumas físicos, psíquicos y sociales, por no hablar de un calvario judicial desde 2012.

–El proceso judicial lo planteé en el hospital. Ha sido tortuoso y lleno de trabas. Al principio sí que tenía mis dudas. En el momento de hacerlo el sindicato LAB me ofreció todo su apoyo incluso a nivel económico. No esperábamos para nada llegar hasta aquí. Durante la instrucción se veían las ganas del juez de cerrar el caso y que este se quedara en nada. Tuvimos la suerte de alguna manera que el agente que se sentó en el banquillo se reconoció en las fotos. También hay que decir que tuvimos que realizar hasta tres peticiones a la Policía Nacional para que mandaran a testificar a agentes que estaban de servicio en el lugar de los hechos, porque enviaban a policías a declarar que ni siquiera habían intervenido y no podían aportar nada. Sin embargo, en una ocasión, fue a declarar un agente que se reconocía en las fotos y en el vídeo que llevaba unas cartucheras que eran muy reconocibles. Reconoció haber disparado a un manifestante de manera directa cuando delante suya había gente y, por tanto, alegaba que no podía disparar al suelo por la presencia cercana de esas personas a los que podía dañar. Y por eso decidió tirar por encima de las cabezas de los que tenía delante. Esa puede ser la pelota que yo ví en un primer momento y que veo que pasa por encima. Ese disparo ocasiona la réplica de sus compañeros y alguno de esos disparos fue el que me impactó. No hubo pruebas que demostraran la autoría del agente, pero sí la responsabilidad del cuerpo nacional de Policía. Con los indicios que había superamos finalmente la instrucción y llegamos a juicio. En la vista quedó claro que el impacto que yo había recibido era de una pelota. Fue fundamental la declaración de la forense, que afirmó que el golpe no me lo podía haber producido una bola de billar, un codo o una pelota de tenis, una botella o una piedra, que eran opciones que planteaba la defensa. Se absolvió al agente, pero sirivó para iniciar la vía de reclamación administrativa.

Y ¿cómo recibió la sentencia?

–Recibí la noticia incrédulo. Salí de currar y tenía 4 llamadas de la abogada. Sabía que la sentencia estaba al caer y me esperaba un tortazo, otra realidad. Cuando me dijo que nos habían dado la razón, no me lo creía. Me costó varias horas darme cuenta de que habíamos conseguido alguno de los objetivos principales del proceso. De los objetivos reales, me refiero. Porque es evidente que había otros objetivos utópicos como demostrar qué agente era el que había disparado. Una vez que me di cuenta te puedes imaginar la llorera monumental que me pegué en casa, entre risas y lloros... A día de hoy me cuesta reconocerlo también, no me hago a la idea. Tienen un mes para plantear un recurso, creemos que no lo harán pero puede darse todavía el caso.

Dentro de una compleja instrucción judicial, se encontró con un juez que incluso dictó una resolución por la que archivaba el caso para que si quisiera reclamara a los sindicatos convocantes de la manifestación.

–Eso me puso en la cruda realidad. La idea del juez instructor era evitar el juicio, su intención era cerrar la instrucción desde un primer mo-mento. Por eso creo que la declaración del policía que se reconoce en las imágenes deja incrédulo al juez instructor y, por tanto, no le queda más remedio que tener que seguir hacia delante. Vamos a juicio porque no le queda otra.

Pocas sentencias como estas hay sobre responsabilidad del Estado.

–Mejor caso que el de Cabacas, donde estamos hablando de un chaval muerto encima de la mesa y las repercusiones legales fueron mínimas. Mencionar también el caso del Tarajal en el que murieron 15 inmigrantes. Se utilizaron pelotas, botes de humo, y por el uso de este material murieron personas que no pudieron llegar a tierra. Por eso digo que mi sentencia es favorable en esos términos, en el hecho de demostrar qué tipo de material usa la Policía, qué daños causa, y qué utilización se hace de este tipo de material.

¿Qué objetivos se planteaban?

–El dinero es dinero. Este dinero no me va a arreglar el ojo, no me va a quitar las horas de sueño que he padecido, o los fantasmas que he padecido y que me van a acompañar el resto de mi vida... Hay muchos días que me miro al espejo y recuerdo ese día. El objetivo era sacar a la luz qué tipo de material usa la Policía en actuaciones así. Me he mantenido en este proceso porque he tenido el apoyo de muchísima gente, en Atarrabia lo han hecho, los abogados también, me puse en contacto con muchas víctimas de Catalunya que me han enseñado que hay vida más adelante... Son gente vinculada a Stop Balas de Goma que han hecho por ejemplo un informe importantísimo que menciona a nivel médico, técnico, recopila recomendaciones internacionales para que España no use este material y no se le hace caso. Lo hemos presentado en el Congreso y en el Parlamento de Navarra. Creo que es un buen mo-mento para hacer un debate social sobre este asunto, se está cuestionando la Ley Mordaza y una de las vías para modificar la ley sería la que hace referencia al uso de este material. Está ahora el caso de la valla de Melilla, que se está investigando en una comisión en el Congreso, y también está mi caso, por lo que creo que es un momento para sacar a la calle esta problemática.

¿Y tiene esperanzas en ello?

–Espero sinceramente que sea el momento. Si no somos optimistas, no estamos en esta lucha. El objetivo es retirar las pelotas y otro tipo de proyectiles. En Catalunya pusieron unas balas foehn donde se ha demostrado que no ha cambiado las lesiones que generan a las víctimas. A las balas les puedes colocar un punto láser y donde impacte, es donde pega el proyectil. Se pueden usar de tres maneras inadecuadas: una por fallo humano, entiendo que los agentes son humanos y pueden errar; otra por la tensión del momento, que pueda haber errores por el estrés de la situación; y la última, es que se haga a posta, un lanzamiento intencionado.