Superado el ecuador del verano, mucha gente ya ha disfrutado de viajes y escapadas. A pesar del calor es la manera más buscada para desconectar de la rutina y pasar tiempo de mayor calidad con familiares y amigos. La asociación Anfas se encarga de que personas con discapacidad intelectual o con trastornos del desarrollo puedan disfrutar de una semana de vacaciones al año y así ayudarles tanto a ellos como a sus familias.

En los viajes realizan varias excursiones a la playa

Anfas da servicio durante todo el año con mucha variedad de actividades y en verano se orientan al disfrute, “que es un derecho universal”, defiende Maite Iriarte, responsable de voluntarios. “Todos tenemos derecho al ocio y a disfrutar, eso es lo que intentamos asegurarles aquí durante el verano”, explica. 

Para conseguirlo, disponen del Programa de Vacaciones que consiste en viajes de siete días a distintos destinos como Orio, Hondarribia, Benicarló y Comarruga, en Catalunya. Este verano se han completado ya cuatro viajes, otros cuatro están en curso y quedan otros ocho por salir, hasta final de agosto. Para posibilitar que pueda participar el máximo número de personas, también hay viajes con preferencia para personas de Tudela, Tafalla y Estella-Lizarra.  

"Todos tenemos derecho al ocio y a disfrutar, eso es lo que intentamos asegurarles aquí "

Maite Iriarte - Responsable de voluntarios de Anfas

Para realizar estos viajes, Anfas dispone de decenas de personas voluntarias, cada una de las cuales es la encargada de dos o tres personas, y su función es ser su ayudante y apoyo durante el viaje. Entre todos los viajes de este verano, se han apuntado 260 personas y 140 voluntarios

A pesar del gran número de personas voluntarias, la asociación busca más para poder cubrir todas las plazas en los viajes de final de mes, con varios destinos y para todas las edades: txikis, jóvenes, adultos y tercera edad. Desde Anfas hacen especial llamamiento para el viaje de la tercera edad y el de personas con gran necesidad de apoyo, ambos del 24 al 30 de agosto en Comarruga. “El objetivo es ayudar a unas personas en sus vacaciones para que puedan disfrutar. Necesitan apoyo”, explica Maite. 

María Martínez (responsable de vacaciones), Maite Iriarte (responsable de voluntarios) y los voluntarios Irene Izco y Javier Franco. Iñaki Porto

Irene Izco, de 24 años, acaba de volver de uno de los viajes y asegura que es “mucho mejor” de lo que se esperaba. Una amiga se lo recomendó y este año, que ha acabado de estudiar el máster, le ha parecido “el momento perfecto” para unirse. “Ahora que ya se me han pasado, me parece que los veranos de estudiante están un poco desaprovechados. Me he dado cuenta de que me centraba en estudiar y disfrutar y no había caído en poder hacer algo así, porque lo habría hecho más veces”, asegura. 

También Javier Franco, de 34 años, se ha animado este año a colaborar por primera vez. En su caso, nadie le animó ha hacerlo sino que, desde hace tiempo, tenía un impulso de colaborar y este año ya “la vocecilla de dentro me decía que tenía que hacerlo”. 

Unidos por las ganas de colaborar Irene y Javier se apuntaron como voluntarios y fueron a Comarruga con un grupo de unas 25 personas. Han estado allá del 31 de julio al 6 de agosto y ambos han regresado de su primer voluntariado con ganas de repetir. “Estoy pensando volver a apuntarme para otra tanda”, confiesa Javier. 

Cena al aire libre para desconectar.

Según destaca Maite, muchos voluntarios suelen colaborar en más de un viaje. Por ejemplo, uno de los compañeros de Irene y Javier se quedó allí para esperar a la siguiente tanda. A pesar de la inmensa implicación de las personas voluntarias, Maite insiste en que no se puede abusar y “hay que cuidar al personal”. “Al final el viaje conlleva una responsabilidad y, depende de cada persona, hay momentos que pueden generar algo de estrés”, justifica, para incidir en la necesidad de renovar los voluntarios. 

En esta línea, Irene sí reconoce que “lo más complicado fue la hora de la comida ya que hay que estar pendiente de que todos coman bien y se tomen la medicación”. Por otro lado, las chicas con las que compartía habitación “no daban ningún problema” y, al contrario, los problemas para Javier llegaban a la noche. “Estábamos cinco en la habitación y algunas veces se ponían a discutir. Uno de los compañeros tenía problemas para dormir y se desvelaba mucho”, cuenta Javier a la vez que deja claro que lo ha disfrutado “como un enano”. 

Un ambiente sanador

Aunque siete días parece que tiempo suficiente para cambiar de manera drástica o que algo te cause un gran efecto, Javier asegura tener “una resaca emocional muy fuerte”. Han sido pocos días pero para él, su primer voluntariado con Anfas, ha sido “una semana llena de muchas emociones”. 

"La mayoría han sufrido bullying y discriminación. Aquí, en cambio, son el centro de atención"

Maite Iriarte - Responsable de voluntarios de Anfas

Maite, que lleva ya muchas vacaciones organizadas, confirma que son días de muchas emociones y que esto se debe a que los participantes “solo tienen la oportunidad de hacer algo así siete días al año”. Han superado las expectativas de los dos voluntarios porque se trata de unos días “únicos de mucha alegría”. Entre todas las anécdotas y aprendizajes de ese viaje, tanto Irene como Javier se quedan con “el ambiente tan sano que había”. 

La responsable de voluntarios, María Martínez explica que la mayoría de los participantes han sufrido bullying y discriminación, todos tienen experiencia donde alguien ha provocado que se sientan mal por ser quienes son. Con este contexto, las actividades de Anfas contrastan de forma radical con sus vivencias. “Aquí aceptamos a todas las personas sin importan cómo sean. Esta es una situación nueva para mucha de nuestra gente, porque nunca han sido el centro de atención y la gente se ha preocupado por ella”, cuenta Maite orgullosa de lo que son capaces. 

El grupo visita el paseo marítimo de Barcelona.

Los dos voluntarios, recién llegados, confirman sin dudar las palabras de la responsable de voluntarios y señalan la despedida como el mejor ejemplo de ello. “Fue un drama total, nos daba mucha pena a todos”, cuenta con una sonrisa Javier mientras recuerda que uno de sus compañeros le preguntó “si está bien llorar. Le contesté que por supuesto que sí, estaba muy emocionado”. Otro de los participantes, dejándose llevar por los sentimientos que tenía a flor de piel le declaró a Irene que le quiere “como a una madre”. Incluso les dieron regalos el último día cuando fueron a unos puestos ambulante en la playa.

Para los participantes les supone todo un reto volver a la rutina, lo que implica regresar a su casas y al trabajo. En la semana de vacaciones se comportan de una manera distinta a cómo pueden hacerlo en su casa ya que tienen más libertad, según explica la responsable de vacaciones. “Son días que no tiene que preocuparse por nada más que de disfrutar”. Y precisamente de esa posibilidad de poder centrarte solo en pasarlo bien es de donde nace al ambiente “maravilloso” que no beneficia solo a los participantes sino también a los voluntarios. 

El papel del voluntario

Entre ellos también se crean relaciones fuertes. “Al final si estamos aquí es que tenemos algo en común, nos une un valor”, explica la responsable de voluntarios, que subraya que sigue manteniendo amistad con personas que conocía en voluntariados cuando tenía 18 años. Entre los compañeros del campamento al que fueron Irene y Javier en Comarruga también se encontraba un matrimonio de unos 50 años y una chica que cumple la mayoría de edad en unos pocos días. También puede presentarse gente menor de edad y la responsable de voluntarios confiesa que le llena de satisfacción cuando personas de 15 o 16 años acuden a preguntar cómo pueden colaborar.  

En los viajes también se realizan excursiones, en este caso, visitaron el parque acuático Aquealeón.

“Yo nunca había tenido una experiencia así y estaba un poco nerviosa. He ido a campamentos con los scouts y he cuidado de mis abuelos, pero no tiene nada que ver”, cuenta Irene sobre sus pensamientos previos, “no me veía de monitora”. Ahora, tras la vuelta, esa es un palabra que les gusta mucho utilizar ya que no se sienten monitores sino amigos. Javier reconoce que “no me he sentido en un nivel distinto a ellos en ningún momento, tú les ayudas en unas cosas pero ellos lo hacen en otras”. Se trata de un aprendizaje mutuo ya que “todos somos iguales y llegas a aprender cosas que ni si quiera te habías planteado”. 

"No me he sentido monitora, sino su amiga"

Irene Izco - Voluntaria

Javier relata la historia de dos conocidos suyos que se encontraban en un mal momento personal y desde que empezaron a colaborar en Anfas mejoraron. “No les arregló los problemas claro, pero les dio impulso. Ayudar y conocer gente nueva ayuda mucho”, recomienda. Por otro lado, Maite reconoce ese “subidón” que viven las personas voluntarias cuando acuden a las actividades pero recuerda que “no puede ser el objetivo principal”. Hay que acudir a la asociación para ayudar y sí, como “efecto secundario puedes mejorar personalmente”, pero no es lo que se busca con estas colaboraciones. 

Ahora mismo la asociación necesita unas 30 personas para cubrir los campamento de verano y se presenta “con los brazos abiertos para recibir a quien quiera venir”. Igual que Irene y Javier han encontrado el momento justo para empezar a colaborar, puede ser el de mucha gente más. Al final, según Maite, “el voluntariado es algo que todos tenemos dentro”

La asociación tiene a disposición su el correo voluntariado@anfasnavarra.org para contacto y los teléfonos 948 27 50 00 y 680 45 97 95, para contactar por llamada o por whatsapp. Proporcionan formación en cuidados y apoyo y cada voluntario elige en qué actividad participar según sus preferencias o dónde más vaya a aportar. 

Parte del grupo disfrutando de la playa

Todo el año

Además del programa de vacaciones en verano también organizan campamentos urbanos para txikis y jóvenes. Tienen lugar en San Juan de la Cadena de 8.00 14.30 horas, donde participan unos cien voluntarios. “Siempre combinamos planes en exterior y en interior. Así cambian de aires y se lo pasan mejor”, explica María. 

En verano realizan un especial despliegue, pero el día a día durante el año no se queda atrás. Regentan un albergue en Estella-Lizarra de peregrinos en el que participan voluntarios con y sin discapacidad. En esta opción, por motivos de organización, solo se admiten turnos de lunes a viernes o de viernes a domingo. 

"Cada uno puede venir a ayudar cuando quiera, como si quieres venir a probar"

Javier Franco - Voluntario

También llevan el programa de envejecimiento activo dedicado a las personas de la tercera edad, de lunes a viernes de 10.00 a 13.00 horas, y las llamadas salidas de amigos y amigas. Estas se realizan lunes, miércoles y viernes y permiten más libertad. Cada día se realiza una actividad, también combinando exterior e interior, y no siempre acude el mismo grupo. Los participantes deciden conforme mejor les venga. 

De la misma manera, hay una bolsa de voluntarios y se organizan entre ellos qué días acudir. Javier también participa en estas salidas e incita a todo el que quiera a colaborar. “Puedes venir todos los días o uno, como si alguien quiere venir un día a probar”, anima. 

Anfas está completando otro verano haciendo posible unas vacaciones de calidad a personas con discapacidad intelectual o del desarrollo y hace un llamamiento a todo el que quiera colaborar a seguir haciéndolo posible. El objetivo, que cada uno haga su aportación personal, con los medios de los que disponga. Al final, como dice Javier, “todo suma”.