“Cuando te comunican que tu cáncer de mama ha hecho metástasis –en su caso, en los ganglios y en la piel– es demoledor. Dices: ¿ahora qué? ¿Esto va a ir muy deprisa? Le preguntas al oncólogo y te responde: Es que no se sabe, porque cada persona tiene su ritmo de evolución. Te van cambiando el tratamiento porque las terapias tienen su fecha de caducidad. Te hacen efecto durante un tiempo, pero llega un momento en que ya dejan de hacerlo y te tienen que cambiar a otra. Ahora estoy con la última posibilidad de tratamiento oral hormonal, pero en el momento en que deje de hacerme efecto, porque me hagan un PET o un escáner y se vea que me ha pasado a otro sitio, a una costilla, al hígado o donde sea, entonces tendrán que pasar a la quimioterapia”, explica Amelia Pérez Pérez

Esta vecina de Pamplona de 69 años, natural de Zaragoza, lleva casi tres décadas lidiando con el cáncer y decide contarlo para visibilizar que “las metastásicas tenemos mucho sufrimiento, mucha incertidumbre y muchos miedos. Es un proceso muy largo, en el que estás continuamente yendo a consultas, a pruebas..., con constantes cambios terapéuticos y todo eso es un machaque mental impresionante”. “Vives con la espada de Damocles encima de la cabeza”, confiesa y, por eso, a veces se siente “muy desesperada. Como bien dice el logo de la Asociación de Cáncer de Mama Metastásico, hay que ser como el ave fénix, hay que ser –remarca sus palabras–, pero emocionalmente es muy difícil llevarlo”

27 años desde el inicio 

“Me dolían las mamas”

“Mi experiencia con el cáncer empezó hace 27 años. Yo notaba que me dolían las mamas, las tenía siempre como doloridas, y me dijeron que me hiciera una mamografía de control para ver”, recuerda. En aquella prueba, prosigue, “se vio un cáncer in situ, un tumorcito chiquitito, de milímetros, intraductal, dentro de un conducto galactóforo, que parecía una calcificación pero no se sabía y, por eso, me hicieron una punción con arpón”, relata. “Era canceroso, pero como era tan pequeño con radioterapia –tras la cirugía– me dijeron que se curaría”, si bien aclara que “entonces no se sabía lo que se sabe ahora, ni nada es igual. Ha evolucionado”.

“Me indicaron que eso estaba curado, que probablemente no me volvería, porque entonces tampoco se analizaba si era hormonal o de otro tipo”, explica Amelia, facultativa especialista en Medicina Estética. Así, siguió con sus revisiones, cada vez más espaciadas, primero cada seis meses, después cada año. “Una vez, explorándome la mama –izquierda– me noté que tenía un bulto en el mismo sitio y se lo comenté al radiólogo. Me dijo que me hacía una mamografía y una ecografía, pero que no pensaba que fuese. Pero era”. El cáncer había regresado. Tras la operación, le pusieron medicación oral, pero no la toleró y se la suspendieron. “A los seis años más o menos me volvió a suceder exactamente lo mismo”, señala. En aquella ocasión le hicieron una mastectomía con reconstrucción. 

Hace unos 8 años comenzó la afectación ganglionar y hace unos 6 años le salió “un bultito en la piel” del mismo pecho, que también era malo. “Como estaba con tratamiento hormonal, no se me hizo nada. La lesión estuvo estable un tiempo pero luego empezó a crecer, poco a poco, y al final me lo quitaron hace 20 días”, indica mientras muestra los puntos. 

Buscar apoyo de las asociaciones

“Lo más duro es llevarlo sola”

Todo esto ha cambiado “totalmente” su vida. Amelia tuvo que dejar su trabajo, que “le gustaba mucho”, ya que “estoy muy limitada, sobre todo para caminar, me limita la vida muchísimo y es muy duro”, confiesa. De hecho, una de las cosas que más le preocupan son los efectos secundarios de los distintos fármacos: “Tomaré lo que me diga el oncólogo, pero que me explique cómo voy a estar, porque no quiero quedarme como una momia sentada en un sillón”.

Sostiene que “lo más duro para mí es llevarlo –hace una pausa– sola”. Reconoce que tiene el apoyo de su hijo, de sus compañeras, de sus amigas, de la psicóloga de Saray, pero “yo me divorcié y al final estás sola, porque tampoco quieres transmitir tus miedos a tu hijo. Quieres hacerte un poco la fuerte, la que puede con todo y las amigas te dicen pues estás estupenda, pues nadie lo diría, porque no soy una persona de salir a la calle sin pintarme el ojo. No lo he sido y no lo seré nunca”. Por eso, para luchar contra esa sensación de soledad considera que “las asociaciones son muy buenas, porque estás con personas que hablan tu mismo idioma y te dan mucha fuerza. Hay compañeras que les da miedo acercarse porque piensan que estamos lloriqueando todo el día, con la pena, y sin embargo estamos tomando el café o dando una caminata y nos pegamos unas risas, incluso bromeando sobre nuestras tetas”. 

“Me fastidia mucho que me digan ‘es que eres muy valiente’; si a ti te tocase, qué ibas a hacer”

Amelia Pérez - Mujer con cáncer de mama metastásico

A pesar de todo, Amelia sostiene que “hay que tener esperanza. Me ven cada tres meses y cada tres meses surge algo. Van apareciendo piedras en el camino, pero hay que seguir con los tratamientos, hay que seguir hacia adelante”. Le encantaría “poder hacer más cosas”, pero disfruta con sus chicas saliendo “a tomar un vino, un café, un chocolate o un bocadillo en el Jesús Mari”. Su lema es “carpe diem” y responde a quienes destacan su valor: “¡Valiente narices! Si a ti te tocase mañana, que espero que no te toque nunca, ¿qué ibas a hacer? ¿Meterte en un agujero?”.