Juan, nombre ficticio, empezó a probar el alcohol cuando tenía 13-14 años y luego, con 15 ó 16, comenzó a probar otras sustancias, como porros, speed y algún ácido. “Al principio eran consumos de fines de semana, de fiestas, Sanfermines... Lo típico”, relata, pero todo empeoró cuando fue a la mili, porque “ahí probé la heroína y me gustó”. 

Cuando regresó del servicio militar, fue dejando el resto de sustancias y se centró en la heroína. “Poco a poco me fui enganchando hasta que llegó un momento que necesitaba, ya no para ponerme a gusto, sino para funcionar”. Así, se suceden años de consumo hasta que a mediados de los 90 la familia, “alarmada de cómo me veía, porque estaba súper enganchado, no me llegaba con las nóminas, empezaba a desaparecer dinero de casa, hizo una cumbre y entré por primera vez en Proyecto Hombre”. No tuvo éxito. Tampoco en su segundo intento, pero sí lo consiguió a la tercera. 

Estaba “muy mal. Me gastaba el salario –siempre ha mantenido el trabajo– y todo lo que arramplaba. Empecé a hacer pequeños hurtos y a mezclar heroína con pastillas. Me vi tal descontrol que bajé a Proyecto porque tenía que hacer algo, ya que, si no, iba a acabar en el otro barrio”, reconoce. A diferencia de los dos programas anteriores, esta vez tomó la mano que le tendió la fundación. “Puse toda la carne en el asador y la verdad que bien, porque llevo desde entonces limpio”, afirma.

La clave: el amor y cambiar de localidad

Para lograrlo, hubo “una clave: me enamoro de una persona, va para adelante y cambio de localidad. Eso me ayudó, porque estaba en un círculo vicioso que me costaba salir”. A su juicio, para lograr la reinserción “tienes que cambiar totalmente tu vida, de gente, porque si no... la cabra tira al monte, que es lo que me pasaba antes, que volvía a caer una y otra vez”. Ahora, con familia y más de 20 años después, siente “orgullo y satisfacción. Sé que ha quedado mucha gente en el camino, porque es muy difícil salir”, pero también que “nunca se puede cantar victoria”. Recomienda a quienes están dentro de las drogas, que “pidan ayuda, pero rápido. Es una enfermedad y, de controlarlo, nada. Necesitas ayuda”.