Ramón Masats quería vivir los Sanfermines desde dentro. Quería retratar en sus fotografías la realidad de sus calles, de su gente, de sus costumbres... Para ser uno más, decidió experimentarlos como socio de una de las míticas peñas de Pamplona. Durante ocho días, consiguió burlar la tentación de sucumbir al ambiente festivo que le rodeaba. “Si bebo, no puedo hacer fotos”, pensaba. Sin embargo, el noveno y último día, la tentación se hizo demasiado fuerte: Masats se encontró a sí mismo apoyado en una columna, con la cámara colgando de su cuello, viendo fotos pasar constantemente por delante de sus ojos, incapaz de capturarlas. La fiesta lo había atrapado y le había hecho olvidar con qué objetivo había acudido a los Sanfermines de 1956.
Sesenta años más tarde, todo lo que Ramón Masats (1931-2024) sí pudo ver y capturar a través del objetivo de su cámara yace, desde ayer, en las paredes del Palacio del Condestable de Pamplona y estará disponible hasta el 28 de agosto, en la gran muestra Ramón Masats, el fotógrafo silencioso. Se trata de una recopilación de 133 imágenes (22 de ellas inéditas) de algunas de sus series más icónicas como Las Ramblas, Neutral Corner o Los Sanfermines.
Las imágenes las ha recuperado Sonia Masats Santamaría, hija del fotógrafo, tras revisar el archivo de su padre. Un archivo que Sonia describe como artista y desordenado. “En la misma tira de negativos se pueden encontrar tanto fotos de Guinea, como del franquismo”, explicó en la presentación de la exposición. Además, añadió que “fue un trabajo de acercamiento personal muy difícil porque él casi no hablaba y tenía muy mala memoria debido a su edad”. Para llevar a cabo la labor de revisión, Sonia ha contado con la colaboración de Foto Colectania, una asociación sin ánimo de lucro que pretende dar visibilidad a la fotografía. La exposición cuenta con el refuerzo documental de textos elaborados por Jaime Fúster, quien realizó una tesis doctoral sobre la obra de Masats.
Los inicios
El padre de Ramón Masats se dedicaba a la pesca salada, una práctica típica en Cataluña, comunidad de origen del artista. Sin embargo, de su interior brotaban unas inquietudes artísticas que le alejaron del negocio familiar. Mientras realizaba el servicio militar, el profundo aburrimiento por el que atravesaba le llevó a leer la revista Arte Fotográfico. Después, se compró su primera cámara: una Retina II. Durante muchos años, dijo que la cámara le había tocado en una tómbola.
Sonia cuenta que su abuelo, el padre de Ramón, “estaba horrorizado” con la elección de su hijo de dedicarse a la fotografía. Sin embargo, Ramón siguió adelante con su decisión y desde 1953 hasta 1965 captó la cotidianidad de la vida con su ironía característica. En 1965, hizo un parón en su carrera como fotógrafo para adentrarse en el mundo del cine y la televisión.
El estilo
Ramón Masats era un fotógrafo intuitivo. Pepe Font de Mora, director de la Fundación Foto Colectania, lo describió como alguien “capaz de predecir lo que iba a ocurrir en el encuadre antes de que sucediera”. Sus instantáneas se caracterizan por su enfoque radical e irónico sobre la cultura de la posguerra. Font de Mora contó que la dictadura no permitía la fotografía, o no fuera de los límites establecidos, pero “los fotógrafos continuaron haciendo un archivo sobre cómo era la vida en la calle, en las casas, en las iglesias...”, detalló.
Masats, sin simpatizar con el régimen, trabajó para algunos de los principales medios de la época, condicionado por la censura, pese a su temperamental convicción de fotografiar con absoluta libertad. Aun así, sus instantáneas constituyen una crónica excepcional de un país que vivía en la dictadura, con imágenes que huyen del estereotipo y buscan una mirada empática hacia la gente común.