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Universitarios de colegios mayores de Navarra atienden en verano a personas con discapacidad intelectual

Son estudiantes de Mendaur y Belagua que se han desplazado como otros años a Padua (Italia) y Fátima

Universitarios de colegios mayores de Navarra atienden en verano a personas con discapacidad intelectual

Más de cien estudiantes de colegios mayores de la Universidad de Navarra se desplazan durante el periodo estival a Fátima y Padua (Italia) para visitar y acompañar a personas en centros especializados que padecen trastornos mentales de distinta gravedad.

Esta iniciativa se presenta cada año a los residentes de los colegios mayores Mendaur y Belagua y, desde que comenzó el proyecto, siempre han salido varios grupos en distintas fechas del verano. Los equipos se separan en semanas diferentes para pasar el mayor tiempo posible con estas personas. En Padua han estado en las instalaciones de la OPSA (Obra de la Providencia de San Antonio), una fundación de la diócesis de la ciudad. En Fátima han colaborado con el Centro de Apoyo a Discapacitados Juan Pablo II.

Mateo Bartollini ayuda a completar un puzzle con uno de los pacientes.

La actividad diaria de los voluntarios consiste en acompañar a los pacientes. Aunque al empezar algunos estaban escépticos sobre la utilidad de esta tarea, se encontraron con que era más eficaz de lo que habían imaginado. “Cuando entré en la zona del hospital donde viven los pacientes, me impresionó la alegría con la que me miraban, era como si hubieran estado esperándome mucho tiempo, y era la primera vez que había ido” ,recuerda Jaime García Ortega, uno de los voluntarios del colegio mayor Belagua.

El idioma no es obstáculo

La atención a las personas que residen en esos centros abarca desde hacer dibujos y completar puzles hasta pasear con ellos o ver una película. La comunicación entre voluntarios y pacientes lograba superar la barrera del idioma ya que, como señala Javier Fernández-Álava Sánchez, otro de los voluntarios de Belagua después de dos años consecutivos “muchos de ellos no hablan, o dicen cosas que ni siquiera los enfermeros entienden, pero es muy sorprendente cómo se expresaban con nosotros a través del tacto, me daban la mano o me cogían del brazo, a veces me abrazaban sin un motivo. Eso era lo que querían y el tacto lo aprecian mucho, sobre todo el afecto”.

Por su parte, Diego Torrent, del Colegio Mayor Mendaur, ha declarado que el voluntariado en Fátima le ha ayudado mucho “porque en la fragilidad de las personas a las que procuramos cuidar, pudimos encontrar de forma palpable a tantos que sufren en este mundo. En su mirada (en la que muchas veces no adivinabas qué estaban pensando) descubrías un cariño que te daba la fuerza para seguir sirviéndoles”.