La situación actual de la construcción en España, resulta muy difícil, especialmente en lo referente a la vivienda con unos costes de suelo todavía muy altos, con enormes dificultades de gestión, (en España la media para la obtención de una licencia de obra es un año, y yo me pregunto: ¿quién paga las deseconomías generadas por esta “ineficiencia burocrática”, una ineficacia que ahora, con la inflación que tenemos a día de hoy, supone un 10 % de incremento de costes?), con un entramado profesional no muy bien preparado, (en las crisis financiera del 2008-2012 desaparecieron la mayoría de las industrias y de las subcontratas de calidad que suponían el soporte de la construcción), con una ausencia de mano de obra cualificada, etc. Todo ello, junto, al avance de la investigación técnica, fundamentalmente en el campo de la robótica, implica sin duda una situación en la que la implementación de una arquitectura más industrializada, donde el tiempo y la logística, adquieren un importante significado, es posible y deseable.

El diseño pertenece al cambio creativo, a la dimensión más intuitiva y sintética de la arquitectura, y es un objetivo constitutivo de nuestra esencia. La industrialización es un medio de los muchos que han ido cambiando y que cambiarán en el futuro. Un medio extraordinario sin duda que los arquitectos debemos seguir utilizando. El diseño al que yo llamo buena arquitectura radica más en la voluntad que en el medio. Desde luego que no son en absoluto incompatibles, es más, yo diría que son muy compatibles. Naturalmente no todos los proyectos de arquitectura son iguales. En este sentido es en la vivienda donde parecen apuntarse las posibilidades y compatibilidades más interesantes.

En este mismo sentido insisto en que la utilización de un medio que pretende realizarse con la máxima eficacia en orden a la obtención de un fin implica el conocimiento del mismo. Ello supone, creo yo, cambios de estructura importantes en la configuración de los programas de las escuelas de arquitectura que, contrariamente a lo que ocurre en este momento, han de intensificar la naturaleza politécnica de su formación. Una formación que cada vez más se ha de nutrir de conocimientos que se fundan con otras disciplinas, eso sí, sin olvidar nunca que los arquitectos no podemos diluir nuestras responsabilidades. En España, aproximadamente el 10 % del PIB depende de manera directa de la construcción. Sin embargo, si exceptuamos iniciativas muy loables ligadas a algún instituto o incluso a empresas industriales, la formación profesional en el ámbito de la construcción es casi inexistente. Se sigue aprendiendo en la obra. Pero desde luego, y eso se lo puede asegurar, un oficial albañil, o un encargado de obra hoy, muy poco tiene que ver con alguno de hace 20 años. Por otra parte ha de asumirse que la incursión de los nuevos trabajadores supone y ello es fácil de entender una importantísima disminución de la ocupación. Menos trabajo y mucho más cualificado. Algo que por otra parte es el proceso generalizado y que afecta a la economía en general.

El autor es arquitecto