Pamplona se transforma cada Nochevieja en un escenario vibrante donde las tradiciones se entrelazan con la alegría y la energía de dar la bienvenida al nuevo año. En la capital, y al igual que en el resto de Navarra, la llegada de la medianoche se celebra con una mezcla única de eventos que reflejan la rica cultura local.

La jornada festiva comienza con la tradicional Carrera de San Silvestre, una cita ineludible para los amantes del deporte y la diversión. Aunque la distancia puede variar, el espíritu de camaradería y la explosión de coloridos atuendos danzan por las calles, convirtiendo la carrera en un preludio dinámico de la celebración que se avecina.

Desde los más pequeños hasta los corredores más experimentados, todos participan con entusiasmo, convirtiendo las calles pamplonesas en una pista de risas y energía positiva. La carrera no solo es un evento deportivo; es una expresión colectiva de vitalidad y unidad que impulsa el espíritu navideño.

Una vez que las zapatillas deportivas descansan y la competición llega a su fin, los pamploneses se preparan para la fiesta que se avecina. Los cotillones, eventos festivos llenos de música y diversión se esparcen por la ciudad, una vez disfrutado de la tradicional ingesta de uvas que marcan las campanadas y dan paso al comienzo de la última noche del año.

Simpática foto de la San Silvestre de Pamplona. Iban Aguinaga

Calles disfrazadas

Sin duda, uno de los aspectos más singulares de la Nochevieja pamplonesa es la arraigada tradición de disfrazarse para recibir el año nuevo. Las calles de Pamplona se transforman en un desfile de imaginación desbordante cuando llega la última noche del año. Desde semanas antes, los pamploneses se sumergen en la planificación y creación de disfraces únicos y originales.

La creatividad no tiene límites, y las temáticas varían desde personajes de películas icónicas, cuentos de hadas, superhéroes, animales extravagantes y una inmensa variedad de atuendos creativos hasta representaciones humorísticas de sucesos del año.

A escasos siete días de dar inicio a las festividades, las tiendas de disfraces notan un cambio en su clientela, ya que dejan de tener curiosos merodeando por sus estantes para comenzar a realizar compras. Desde el 15 de diciembre hasta el último momento, los grupos de amigos se embarcan en la búsqueda de la propuesta más creativa para destacar, siempre cuidando de no sufrir las bajas temperaturas. Por lo general, se persigue la elección de un atuendo poco común que, al menos, arranque una sonrisa.

Disfrazarse no es solo una elección estética; es una expresión de alegría y optimismo frente al nuevo año que se avecina. Los jóvenes y mayores, se sumergen con entusiasmo en la creación de trajes únicos que reflejan su personalidad y deseo de comenzar el año con buena fortuna.

Un Año Nuevo de gala

En diferentes rincones se organizan cotillones que atraen a todo tipo de personas, desde aquellos que desean bailar hasta aquellos que prefieren disfrutar de la música en un ambiente más relajado en busca de una opción distinta a las pelucas o máscaras.. La diversidad de opciones garantiza que todos encuentren su espacio para recibir el nuevo año con la mejor de las vibras.

Tanto si se elige un atuendo elegante como simplemente vestir con estilo, cada vez más personas eligen dar la bienvenida al nuevo año en uno de estos lugares.

El rito ‘Ur goiena, ur barrena’

La Nochevieja suele estar vinculada al ritual de las uvas, pero en Urdiáin, la llegada del año 2024 será conmemorada de manera única: a través de la ingesta de agua de la fuente. Este acto implica que un joven y una joven de los quintos recojan agua de fuentes diferentes y, al comenzar las campanadas de medianoche, la lleven a la casa del pueblo, donde se reunen los vecinos. Allí, comparten un brindis con el agua fresca de la fuente, proveniente de la montaña, y disfrutan de un pastel.

Esta tradición tiene raíces antiguas en los valles de Baztán, Basaburúa, Imoz, Larráun, Burunda y Araquil. Originalmente, implicaba recolectar las primeras aguas del año –las de arriba y las de abajo– en jarras y llevarlas primero al cura, luego al alcalde y finalmente a los vecinos.

En cada puerta, se recitaban coplas en euskara (Ur goiena, ur barrena) y se recibía un aguinaldo a cambio.