Laguardia suena a buen vino. Pero es mucho más. Una población amurallada en lo alto de un cerro rodeado de viñedos. No llamaría la atención en regiones famosas por su belleza como la Umbría o la Toscana italianas. Sus calles adoquinadas se encuentran salpicadas de palacetes, vinotecas y buenos restaurantes. Una vez dentro, conviene mantener la orientación, porque se corre el riesgo de salir por el portalón contrario al de entrada. Al doblar el cantón menos esperado surge la iglesia gótica de Santa María de Los Reyes con un espectacular conjunto escultórico decorando las arquivoltas del ingreso.

Contrasta con la de iglesia de San Juan Bautista, sólida y recia, rematada por un torreón que manifiesta su auténtica vocación, la defensiva. Bajo la traza medieval de las rúas paseadas, cientos de metros de cuevas-bodega visitables, algunas de las cuales datan del siglo XVI, perforan la colina. Muchas ocultan el verdadero tesoro del lugar: un vino tinto fresco, afrutado y vigoroso, elaborado con uva de los campos anejos, que invita a otra copa. Y, aunque desde los miradores el paisaje parezca seco hasta el pie de la Sierra de Cantabria, que araña el horizonte hacia el norte, las lagunas de Carralogroño y Carravalseca reverdecen la tierra rojiza y sirven de refugio a distintas especies de flora y fauna. Por eso están declaradas Biotopos Protegidos.

Por las proximidades de las lagunas pasa la ruta que une un rosario formado por una docena de dólmenes. Muy accesibles a pie, sin grandes esfuerzos y bien señalizados, permiten un viaje imaginario al neolítico. El conocido como 'La Txabola de la Hechicera' se sitúa en una en una loma cuajada de viñedos y destaca por su conservación.

De Laguardia fue natural el ilustrado Félix María de Samaniego, escritor de poesía erótica, y, sobre todo, famoso por sus 157 fábulas, entre las que se cuentan las conocidas 'La zorra y las uvas' o 'La cigarra y la hormiga' que ya triunfaron en el siglo XVIII. Su localidad natal le recuerda con un monumento y unos jardines.

El pórtico de la luz, gótico para peques

Fascinante la visita guiada a la catedral de San María, en lo alto de la almendra medieval de Vitoria-Gasteiz. Una de las opciones permite explorar todos sus rincones, desde la cripta subterránea hasta el triforio y el paso de ronda. Para peques resulta impactante el espectáculo de policromías del pórtico de la luz.

El sistema de reserva no requiere el pago online, simplemente garantiza la plaza en una visita que dura una hora. La chavalería podrá, además, ver las entrañas de un tipo de construcción que en otras ciudades impone distancia. Y lo hará, además, mientras aún se siguen desarrollando trabajos de consolidación estructural. Se trata de un edificio muy antiguo, pero vivo, con una gran obra en marcha. De regalo, permite conocer los orígenes de la propia ciudad de Vitoria-Gasteiz.

Valle Salado de Añana

Un paisaje único formado por kilómetros de canalizaciones de madera que llevan el agua salada desde los manantiales hasta los pozos. Terrazas escalonadas soportan las eras donde se recoge el oro blanco que la salmuera suda al sol. Es el fondo del cañón de Añana, a solo 30 kilómetros de Vitoria-Gasteiz. Un fenómeno natural que los romanos convirtieron en industria. Y se ha mantenido en funcionamiento desde entonces de manera ininterrumpida.

Existen muchas maneras de disfrutar de las salinas, desde visitas ordinarias, a talleres de elaboración de sal o inmersión en un spa. Y no hay barreras gracias a las opciones adaptada e inclusiva, que suponen un punto a favor de quienes gestionan el recurso. El Valle Salado no solo proporciona una experiencia singular a sus visitantes, sino que permite conservar un paisaje sorprendente y, además, mantiene un oficio legendario: el de salinero.

Fournier, un museo a la carta

El palacio renacentista de Bendaña, en pleno casco antiguo de Vitoria-Gasteiz acoge el Museo Fournier de Naipes de Araba. Su colección, única en el mundo, cuenta con unos fondos que superan los 24.000 ejemplares. Hay barajas procedentes de los cinco continentes, fabricadas en todas las épocas y mediante diversos procedimientos técnicos.

Gracias a la adquisición de la colección de Thomas De La Rue, depositada hasta entonces en el British Museum de Londres, muestra algunos de los ejemplares de naipes más antiguos que se conservan en Europa. La importancia de la fábrica de naipes Heraclio Fournier en la ciudad explica la existencia de este singular museo, que cuenta con una biblioteca especializada, así como con una juegoteca para peques, audioguías gratuitas y cambiadores de bebés. Reservas en el 945 203700