La ruptura del contrato de venta de submarinos franceses a Australia, sustituido por Estados Unidos, ha generado profundas heridas en Francia, donde se habla de "traición" y se apela a revisar las alianzas, un malestar expresado con el llamamiento a consultas de sus embajadores en Washington y Camberra.

El presidente galo, Emmanuel Macron, ha tomado una medida inédita, ya que París nunca había llevado tan alta la tensión diplomática con Estados Unidos, ni durante la guerra del golfo de 2003, cuando Jacques Chirac se vistió el traje de pacifista, ni durante los duros años de la administración de Donald Trump.

El golpe a los intereses galos, "una puñalada por la espalda", en palabras del jefe de la diplomacia francesa, Jean-Yves Le Drian, marca también el final de la luna de miel que las autoridades francesas mantenían con el actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden.

Francia, entusiasmada con su elección, que se traducía en un retorno de Estados Unidos al multilateralismo, descubre que en los hechos su actuación no deja de primar los intereses propios.

La ya conocida en París como "traición de los submarinos" se produce pocas semanas después de que Estados Unidos orquestara sin concertación su retirada de Afganistán o que prolongara de forma que Francia consideró arbitraria la prohibición de entrada en su territorio de ciudadanos europeos, incluso vacunados.

Poco a poco, Francia ha ido descubriendo que el encanto inicial se ha ido convirtiendo en un realismo que llevó a Le Drian a considerar que Biden se comporta como Trump.

Más allá del daño económico, el Elíseo considera que hay una pérdida de confianza con dos países amigos que puede conducir a reevaluar su concepción de alianzas.