Su interés por las lenguas despertó siendo un niño, y su curiosidad y ganas de aprender y viajar le llevaron a vivir en Francia, Inglaterra e Irlanda. En este último país, José Antonio Sierra (Villanueva de Gómez, Ávila, 1936) residió durante 33 años y creó en 1971 el Centro Español de Documentación, posterior Instituto Cultural Español, que pasaría a formar parte de la red del Instituto Cervantes a partir de 1991. En su oferta académica incluyó no solo cursos de castellano, sino también de catalán, gallego y euskera, convirtiéndose en el primer centro oficial de España en el exterior en impartir todas las lenguas del Estado.

Es usted licenciado en Filosofía y Letras, Magisterio, y tiene estudios de Periodismo, pero sobre todo es un apasionado de las lenguas y las culturas, ¿por qué?

Cuando era niño escuchaba de vez en cuando en la radio, que era lo único que había entonces, hablar en otros idiomas y eso me producía una gran intriga. Ahí surgió un primer interés. Años después, ya en la universidad, estudiando Filosofía y Letras en 1963, solicité una plaza de auxiliar de conversación en Francia y me concedieron una en un instituto de Lyon, donde trabajé bajo la dirección del profesor Bernard Lesfargues. Él era un traductor del occitano al francés y a otros idiomas que llamaban lenguas minorizadas, y fue quien despertó en mí un interés por todas las lenguas y culturas de España. Creo que las lenguas son la riqueza de un país. Es algo que nunca se debe perder, hay que apoyarlas y fomentarlas, forman parte del patrimonio.

En aquella época, cuando usted se empezó a interesar por otros idiomas, sería una rara avis.

Ya en bachillerato empecé a estudiar francés y con 14 años enseñaba Ávila a los turistas. Siempre he deseado marcharme y seguir aprendiendo, y gracias a eso he vivido experiencias laborales que han marcado mi vida. Mi primer viaje al extranjero surgió como voluntario para trabajar en un cementerio de la I Guerra Mundial. Fui de Ávila a Francfort haciendo autoestop, imagínate qué aventura. Después también estuve un par de veranos en Inglaterra, el primero trabajando como friegaplatos porque no sabía nada de inglés, y el segundo ya ascendí a camarero.

Además de inglés y francés ha estudiado catalán, gallego y euskera.

Sí, me interesé por todos esos idiomas. Catalán aprendí, pero no he tenido la oportunidad de hablarlo, y de euskera tengo unos conocimientos muy básicos. Recuerdo que cuando hice la mili, en Zamora, durante el segundo verano me tocó ser responsable de la compañía vasca, que eran todos de Euskadi y siempre cantaban Anteron txamarrotia. Yo me lo sabía también, pero no me preguntes qué es lo que cantaba exactamente.

Usted es de Villanueva de Gómez (Ávila) y ya de niño tuvo cierto contacto con la cultura vasca.

Hay muchas personas que no lo saben, pero en el norte de la provincia de Ávila los niños no jugábamos al fútbol, sino a pelota en el frontón. De hecho, en las fiestas del pueblo algunas veces venían pelotaris vascos y era una gran atracción verles jugar, porque nadie lo hacía tan bien como ellos. En los pueblos del norte de la provincia de Ávila se miraba mucho hacia el País Vasco, y cuando las personas emigraban para trabajar se marchaban a Cataluña o a Euskadi. Recuerdo a muchas familias que se fueron a Bilbao. Y a veces también era al revés, porque aquí cerca hay otro pueblo llamado Mingorría, con varias canteras, a donde venían muchos vascos especialistas en el corte de la piedra.

Ha vivido en Francia, Reino Unido y finalmente se estableció en Dublín. ¿Eligió usted el destino?

Siempre he sentido cierta atracción por ese país, y estando trabajando en Brighton como profesor de español solicité una plaza en tres universidades, y finalmente pude elegir quedarme con la del Trinity College de Dublín. Actualmente viven en Irlanda en torno a 11.000 españoles, pero cuando yo llegué, en 1968, residían unos 300. Apenas llegaban periódicos españoles, tan solo a un supermercado en el centro de la ciudad, y en cuanto a los libros, los pocos que había en castellano se importaban desde Inglaterra. Todo ello me movió a fundar primero el Centro Español de Documentación e Intercambios Culturales, que después pasó a ser el Instituto Cultural Español.

Precisamente este 2021 se cumplen 50 años del Instituto Cultural Español en Dublín.

Sí, en 1971 inició sus actividades, pero la inauguración oficial no, porque hubo que esperar a que viniese el político de turno, y la fecha oficial es el 11 de febrero de 1974.

¿Fue complicado arrancar ese proyecto desde cero?

No fue fácil y tuve que hacer muchas visitas. Además yo era una persona desconocida y no tenía ningún respaldo. Aparte de mi trabajo en la universidad daba clases en una academia de inglés para españoles, y hablando con su directora se ofrecieron a apoyar mi proyecto y me cedieron una de las salas de la academia de forma gratuita para arrancar. Allí empecé a recibir revistas y periódicos de toda España, hasta tal punto que no cabían. Después, el Gobierno español aprobó el proyecto y puesto que lo había ideado yo me dejaron liderarlo. Así surgió el Instituto Cultural Español, que ahora se llama Cervantes.

¿Fue bien recibida su iniciativa en Madrid?

El proyecto fue muy bien recibido, y no me importa decir que por motivos políticos tenía bastante miedo. Cuando todavía estaba estudiando en la universidad estuve colaborando con Luis Gómez Llorente y cuando fui a Lyon lo primero que hice fue ponerme en contacto con juventudes socialistas, y por eso creía que quizá no apoyarían mi proyecto. Sin embargo, y para mi sorpresa, respetaron mi punto de vista, mis ideas, y en el instituto jamás se ha hecho ningún tipo de propaganda, ni a favor ni en contra de nadie. El objetivo era otro, puramente cultural.

¿Había demanda para aprender castellano en aquella época?

Lo normal era estudiar francés en primer lugar y después estaban el alemán y el español. Curiosamente, el castellano era considerado como un idioma muy fácil, y en la Enseñanza media se aconsejaba a aquellos alumnos que no tenían facilidad para el estudio de idiomas. Esa fue una de las ideas que primero hubo que cambiar. En aquellos años también me llamaba la atención que dejaban estudiar Filología española sin conocimientos previos de castellano, algo hoy impensable.

Posando en el Instituto Cultural Español, creado en 1971 en Dublín.

El Instituto Cultural Español arrancó con la enseñanza de castellano, pero usted quiso ampliarlo al resto de lenguas: catalán, euskera y gallego.

Así es. El instituto inició sus actividades en 1971 y en 1975 lo que hice fue incluir cursos de catalán, euskera y gallego, convirtiéndose en la primera institución de España en el exterior en incluir todos los idiomas, y que me perdonen los asturianos y los valencianos. Quise demostrar que allí no se discriminaba ninguna lengua, pero tuve bastantes problemas. Era 1975 y a esto hay que sumar unos artículos que publiqué en 1971 en el diario Informaciones en defensa de las lenguas llamadas minoritarias en España. Se titulaba Los problemas del bilingüismo en el siglo XX y aquello levantó ampollas.

¿Y había interés en Irlanda por el catalán, el euskera o el gallego?

El catalán tuvo demanda durante bastante tiempo y surgieron algunos grupos. El euskera y el gallego menos. Aún así, en el Instituto teníamos un listado los nombres de todos los españoles residentes en el país que pudiesen dar clases en gallego o euskera, de modo que si alguien solicitaba aprender estas lenguas les poníamos en contacto y les cedíamos las aulas de forma gratuita. También contábamos con una biblioteca con obras de los principales autores de castellano, catalán, gallego y euskera.

¿Qué ocurrió en 1994?

Que fui cesado en el Instituto, aunque es un tema aparte. Dejé de trabajar y a partir de entonces he continuado por iniciativa propia fomentando las relaciones entre España e Irlanda. Por ejemplo, poco después presenté el proyecto de Creación del Instituto Cultural Latinoamericano de Irlanda, que tuve que abandonar por motivos de salud y venirme a España, pero todavía continúo trabajando en este proyecto, que por cierto, cuando lo inicié tenía el apoyo de 22 diputados y senadores irlandeses. El día que exista este Instituto culminará mi proyecto.

Volviendo al Instituto Cultural Español, en él logró dar cabida a las cuatro lenguas del Estado y fue un proyecto pionero, ¿orgulloso?

En aquel momento creo que era único, que yo sepa no existía esa política en ningún otro instituto fuera de España. Yo nunca he dejado de escribir y de defender que si bien la función del Instituto Cervantes es la difusión y enseñanza del castellano, también lo es de las otras lenguas que forman parte del patrimonio lingüístico de España. En 2003, cuando volví, lo primero que hice en Málaga, donde ahora resido, fue fundar la Asociación Diversidad y Convivencia para la difusión de la enseñanza del castellano, gallego, catalán y euskera en Andalucía, aunque no con mucho éxito, tengo que reconocer, porque existen unos prejuicios enormes en España contra todas las lenguas minoritarias. Existe un desconocimiento generalizado y falta de voluntad política en muchos casos. Es muy triste que en 2021 no se puedan estudiar las lenguas cooficiales en las principales escuelas de idiomas de España.

Hay otra realidad: cada vez que hay cambio de Gobierno, hay un cambio de director en el Instituto Cervantes. ¿Cree que esto no debería ocurrir?

Efectivamente, cada vez que hay un cambio de Gobierno cambia su director, y en consecuencia su secretario general y los directores generales de cada área. Creo que una institución así debería estar menos politizada porque va en perjuicio de la propia institución, pero es una cosa casi general en España y en cualquier comunidad.

¿La cultura está muy politizada?

La cultura y todo. Todo son discusiones políticas y eso va en perjuicio de la labor que queremos desarrollar.

¿Cómo ve el futuro de las lenguas en España, o cómo le gustaría que fuese?

Para mí, castellano, catalán, gallego y euskera son idiomas de España, los cuatro. Evidentemente no tiene la misma importancia el castellano que los demás, pero se debe fomentar y facilitar su estudio en todas las Escuelas Oficiales de Idiomas con carácter voluntario y siempre que haya el número mínimo de alumnos fijados por cada escuela. Asimismo, debería existir una bolsa de trabajo para personas que se ofrezcan a dar clases de idiomas para ayudar a los interesados en el estudio del catalán, gallego y euskera por motivos académicos, laborales o sociales. Hay que hacer lo posible para que los idiomas no se pierdan. Son la raíz de un pueblo, el idioma y la cultura.

PERSONAL

Lugar de nacimiento: 1936, Villanueva de Gómez, Ávila.

Formación: Es licenciado en Filosofía y Letras, y Magisterio, y tiene estudios de Periodismo y de Psicología Social.

Trayectoria: Comenzó trabajando como profesor de castellano en España y después dedicó 40 años a su enseñanza en Francia, Reino Unido e Irlanda. En este último país creó en 1971 el Instituto Cultural Español, que pasaría a formar parte de la red del Instituto Cervantes a partir de 1991. En la actualidad vive en Málaga y continúa trabajando y defendiendo la importancia de la enseñanza de las lenguas, que recoge en artículos de opinión publicados en diferentes medios. Además, es promotor, mecenas y asesor internacional de los Premios Irlanda del Aula María Zambrano de Estudios Transatlánticos de la Universidad de Málaga.