No quería yo, creo, pero, quizá me equivoque, en cierto modo un poco de compromiso con ustedes y con la salud mental de esta sociedad igual sí que tengo o al menos debería de tener ya que tengo el privilegio de contar con este espacio más de 220 veces al año, así que, aunque ya les digo que no quería, lo voy a decir y espero no tener que decirlo en otros 18 años como cumple ya esta columna: las personas mayores de edad tendrían que tener prohibido ir por ahí salvo en días de partido con la camiseta de Osasuna. Quien dice camiseta dice chándal, gorra, bufanda, zapatillas, pins, etc. Pero, bueno, especialmente la camiseta. Y, especialmente, de vacaciones. Eso que te vas unos días fuera a alejarte lo más posible del paisanaje –que es casi como tú mismo, pero como de ti mismo no te puedes alejar te llevas contigo, qué remedio– y no hay manera de no encontrarte así te vayas al culo del mundo con dos o tres con la camiseta de Osasuna. Ni te cuento la del Athletic de Bilbao. Pa mí que habrá unos cientocincuentamillones de camisetas del Athletic de Bilbao en circulación por el orbe, de las cuales en casa solo están las que se lavan de vez en cuando. De Osasuna mínimo calculo que hay unos 100 millones, visto lo que cunden. A los niños y adolescentes les dejamos que la lleven. Pero, hostia, que tienes 42 años, qué cojones haces en Tarragona un 11 de julio con la puta camiseta puesta, ¿vas a debutar? Pídele al del taller del coche que te serigrafíe su nombre o algo, no jodas: Neumáticos Pacheco. Eso es una camiseta. No sé, para todo hay un tiempo. Y ese chándal. Dios. Ese chándal ya era viejo cuando jugaba Gabari. Ya volverás a casa, hombre, y empezará la temporada. Prueba a pasar un verano sin ponértela. Vamos a saber de igual manera lo que quieres a tu equipo. No es necesario hacer ostentación de ello cada hora, Fermín. Septiembre, buenos días. ¡Aúpa rojos!