François Beoringyan era el entrenador más orgulloso del mundo tras ver a Asier Martínez con la medalla de bronce del Mundial colgada del cuello. Con la emoción a flor de piel, el chadiano repetía que todo el esfuerzo, todo el largo camino recorrido hasta llegar a Eugene había merecido la pena. "Ha merecido la pena, es una locura. Sabíamos que los tres americanos y jamaicano eran superiores, lo sabíamos, pero cuando veo que Parchment se lesiona y Allen hace salida nula, digo, Dios, no pude ser, había que ir a por ellos, no teníamos nada que perder".

Pese a llevar más de dos décadas residiendo en Pamplona, François mantiene el pasaporte de Chad, país donde nació. Conocedor de las complejidades con el visado que esto podía acarrear, avisó a la Federación española con varios meses de antelación para que fueran tramitando el asunto, pero tuvo que viajar a Estados Unidos con varios días de retraso por las complejidades burocróaticas del país. Este inconveniente afectó en gran manera a Asier, ya que no pudo entrenar con François en los días previos a las pruebas. Pero todo ha merecido la pena, repetía François.

"Esto ni en mis mayores sueños, los más locos. Esto no te lo imaginas, Asier y yo hemos estado juntos desde la escuela, no te lo imaginas, ha sido una locura", insistía con una sonrisa de oreja a oreja Beoringyan, el entrenador más feliz.

Asier Martínez tenía clarísimo a quién dedicar su éxito: "Para él (François) esto significa incluso más que para mí. Él lo ha vivido en primera persona y no todos los momentos han sido fáciles a lo largo de la temporada, pero este premio compensa todos los malos momentos", apuntaba.