La cantante mexicana Lila Downs lleva casi tres décadas de carrera musical en solitario, poniendo voz a historias de colectivos discriminados al tiempo que reivindica una identidad cultural diversa. Este periódico habla con ella, previo al concierto que ofrecerá el 14 de octubre en la sala principal de Baluarte.

Nos visitará el próximo dos de julio, pero no es la primera vez que actúa aquí. ¿Se siente bien acogida por el público de Euskal Herria?

–Ha sido muy lindo, porque creo que tenemos mucho en común. Vengo de una provincia en México un poco aguerrida en todos los sentidos: de vida, de cultura, de fuerza… Nos encontramos como si fuera algo en común. Hemos tenido una historia dolorosa y también interesante y poder cantarlo, creo que siempre ha sido recibido de una manera particular.

Su música tiene influencias de géneros muy diversos, que van desde las rancheras hasta el jazz. ¿Cómo conviven en su trabajo estilos tan distintos?

–Yo empecé cantando la música ranchera, que es como el blues de mi país. Es una música un poco marginal, digamos, aunque ahora, últimamente, en México está de moda de nuevo la música regional mexicana, con la juventud, y eso me da mucho gusto. Pero cuando yo crecía, era la música de los abuelos, de las abuelas; a mí me encantaba y de chiquita bailaba, cantaba y quería andar a caballo y en el campo, con la gran vida rural que hay en México. Después, estudié antropología y creo que eso me hizo más consciente de la realidad que se vive; porque siempre me sentí marginal, de cierta forma. Ahí fue donde me di cuentade que componer canciones que hablan de estas realidades, hacía que yo conectara con los diferentes públicos de una manera más profunda. De ahí, retomo el jazz. Mi padre fue artista, fue pintor y escultor; biología también fue una de sus especialidades y su influencia fue muy grande para mí, muy fuerte. Mi madre también es una artista, que siempre está creando murales, y ella ve el mundo desde una perspectiva muy consciente, por ser indígena, también. Estas combinaciones crean en mí una conciencia artística y una paleta de colores, de la cual uno debe y puede tomar.

Lleva casi tres décadas de carrera en solitario. Ser mujer en la música, y además reivindicar su identidad cultural, no se lo ha debido poner especialmente fácil…

–No, no ha sido tan fácil. He tenido el privilegio de ganar algunos premios y claro, lógicamente, las personas voltean y miran hacia el trabajo de una. Yo lo tomo como un cumplido, lo agradezco, claro; no soy malagradecida (ríe). Pero también lo tomo hasta cierto grado, porque en la vida hay que mirar la realidad y ver qué es el éxito. Mucha gente me pregunta ¿y cómo es, que usted tiene éxito, haciendo lo que hace? Tengo éxito en mi vida, porque a diario busco los significados que me hacen resistir y subsistir. Y creo que ese es el mayor éxito en la vida, buscar cómo estar consigo misma en paz y qué más se tiene que hacer y decir. Creo que eso nunca acaba; siempre hay mucho que se tiene que decir.

¿Quiénes son sus referentes? ¿A qué mujeres músicas admira?

–A Mercedes Sosa; a Amparo Ochoa, una cantante mexicana que también buscaba canciones aguerridas. Y, como autora, a Frida Kahlo; aunque no viene de la música, es una creadora de la identidad. Eso para mí fue muy importante.

Además de castellano, canta en otros idiomas presentes en Mexico. ¿Es una forma de reclamarlos como parte de su identidad, y la mexicana, en general?

–Claro, porque también, como ustedes, hemos resistido por medio del idioma, de los idiomas. En México existen 69 idiomas diferentes, que no tienen nada que ver con el español y que a la fecha subsisten y son hablados por millones de personas. Es una expresión de la sobrevivencia de nuestras culturas y de la riqueza cultural y la diversidad que hay en nuestro país. He encontrado que es importante cantar en el idioma de mi madre, por ejemplo, que es mixteca; el mixteco es uno de los 16 idiomas que hay en mi estado, en Oaxaca. Y, por supuesto, en maya, en nahuatl, que son los dos idiomas más grandes de nuestro país, hablados por tres, cuatro millones de habitantes cada uno. Ha sido una expresión también de la poesía, de la belleza, de la visión estética; porque además, hay esa visión filosófica de los ancestros, que hay que transmitir y traducir en ocasiones, porque es importante que los hispanohablantes conozcan esa riqueza y visión, que subsiste y que no ha muerto.

En sus canciones habla de distintos temas sociales, como la situación de la mujer, que está siendo especialmente violenta últimamente. ¿Por qué nos siguen asesinando?

–Yo creo que hay sistemas muy fallidos de resolución, que están en la teoría. Están ahí, existen. Aquí, en México, en mi misma ciudad, donde yo habito ahora, lo veo: cambia el gobierno, trata de ser más progresista, pero hay hábitos, pensamientos y cuestiones culturales que siguen predominando a nivel familia, comunidad, pequeñas comunidades, en el barrio, por ejemplo, donde yo habito. Y eso es muy difícil irl cambiándolo. También en los lugares del norte de nuestro país, donde han sucedido estas muertes, principalmente las que han estado en el foco de atención en los medios, ha sucedido también lo mismo. Están a cargo de los feminicidios unas instituciones; pero simplemente el hecho de cómo son estas oficinas, creo que hace mal. Porque no están basándose en las estadísticas, ni en el conocimiento basto de que esto está ocurriendo décadas atrás. Y las actitudes machistas, en las que todas y todos participamos; eso es difícil erradicarlo de pronto, de un día para otro. Pero creo que las mujeres estamos uniéndonos más en el mundo, en todos nuestros rincones, y nos estamos dando cuenta que, con esa unión, podemos ejercer más presión sobre nuestros sistemas políticos y legales.

También refleja las vivencias de las mujeres indígenas en Latinoamérica, que sufren un doble discriminación. ¿Cómo luchar contra ese borrado?

–Poco a poco, conociendo más sobre sus realidades. Ha sido, por ejemplo, muy positivo que surja una actriz como Yalitza Aparicio, que es una paisana mía, por cierto, hasta de mi pueblo. Ella es mixteca, también de la etnia triqui. Es importante seguirla; ella está haciendo ahora unas cápsulas informativas sobre diferentes actividades en su comunidad y también va y conoce diferentes realidades. Eso, por una parte. También, conocer un poco más a fondo el pensamiento de mujeres que vienen de comunidades rurales y respetarlas. Y tener curiosidad por ellos; a veces, miramos a la gente que viene de las zonas rurales como si estuvieran en el atraso y creo que es todo lo contrario. Son personas que están en comunidades que se basan en el campo, en la riqueza de la madre tierra y hay que mirarlos como unos maestros y maestras para los demás, sobre ese conocimiento.

Vive en México, pero tiene conexiones con Estados Unidos. ¿Cómo vive el trato que ofrecen sus instituciones a las personas migrantes y refugiadas latinoamericanas?

–Ha sido un tema doloroso y complicado para mí en toda mi vida, pues he vivido esa discriminación. Tuve el privilegio de crecer tanto en Estados Unidos como acá, en Oaxaca, porque mi padre era profesor universitario. Íbamos un año para allá y volvíamos otro año para acá; íbamos y veníamos. Me tocó vivir la discriminación; siempre, a mi madre y a mí nos apartaban y a mi padre le daban el paso. Aún con los papeles, porque yo tengo el pasaporte (estadounidense), existe esa discriminación. Y al mirar también a mis tíos, a mis sobrinos, a mucha familia que se ha ido, tanto de mojado, como decimos, de ilegal, para el otro lado, como legalmente, me ha tocado vivir muchas veces sus tristezas. Pero también sus alegrías, porque eso somos; somos una combinación de elementos, en la que nosotros también influimos en la vida, allá. Ahorita, justamente, estamos en ese momento en el que ya se nos toma más en cuenta, como comunidad latinoamericana, hispanoparlante. Tenemos grupos de comunidades que ya se encuentran más fuertes, en unas autonomías en las que también exigen más respeto hacia nuestras comunidades. Eso es emocionante verlo, porque va cambiando. Pero falta mucho por hacer; por ejemplo, los lugares en los que encerraban a los niños, que estaban solos, cuando se llevaban a los hijos de los migrantes. Una noticia terrible, cuando estaba Trump en el gobierno. Hay que seguir enfocándonos en este tipo de cosas, para que vayan mejorando.

¿Cree que es una situación extrapolable a la de Europa? ¿Se están comportando los países europeos de la misma manera que EEUU con quienes tratan de cruzar el Mediterráneo?

–Me ha tocado ver un poco de eso, sí; me ha tocado vivirlo. Yo no conozco a fondo cómo sean las políticas en España, pero veo que al primer mundo se le olvida, como dicen algunos, se nos olvida lo que tomamos de estos países y la importancia económica que fueron para el primer mundo. Habría que pensar en la historia.

En un momento en el que hay tanta incertidumbre y tanto enfrentamiento, ¿se puede utilizar la cultura como nexo de unión entre las personas?

–Claro, siempre. La cultura logra mucho más por hacer cambios grandes en la conciencia de las personas que lo que damos crédito. Eso es hermoso verlo porque, como bien has dicho, he vivido casi 30 años viendo estos cambios que vienen y van y me da mucho gusto saber que yo he contribuido a algunos cambios en actitudes. Y eso lo agradezco profundamente.

¿Cómo visualiza su futuro? ¿Tiene algún nuevo proyecto en marcha?

–Sí, hay varios proyectos. Siempre hay muchos (ríe). Hay dos que son más tangibles, en los que estamos trabajando. Uno es la música original que compuse durante la pandemia, que yo la definiría como más alegre y de groove, más tranquila. Luego, por otra parte, están canciones rancheras y canciones regionales mexicanas, compuestas por jóvenes compositores que están creando unas canciones tremendas, como las nuevas rancheras, que me encantan. Estoy emocionada con esos dos proyectos.